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Con un cacerolazo empezó a gestarse el Chavismo en Venezuela y antes de que me tilden de uribista: así también se empezó a gestar la dictadura militar en Chile – por mencionar apenas dos casos cercanos a nosotros – .

Con un cacerolazo empezó a gestarse el Chavismo en Venezuela y antes de que me tilden de uribista: así también se empezó a gestar la dictadura militar en Chile – por mencionar apenas dos casos cercanos a nosotros – .

El cacerolazo contra Carlos Andrés Perez fue el campanazo que anunció la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela y otro, el cacerolazo que se hizo en contra de Salvador Allende, es el antecedente del golpe de Estado que enquistó a Pinochet durante décadas en la dictadura chilena.

Los cacerolazos, señor Presidente, tumban gobiernos.

Todas las demás manifestaciones que están ocurriendo en Colombia eran predecibles: habría protesta encarnando el descontento de trabajadores, estudiantes, de los olvidados – que son millones – en las regiones y en las grandes urbes (Bogotá y Cali, al momento de escribir esta entrada, aún arden y Medellín, la Meca del conservadurismo colombiano, no fue la excepción).

Habría protesta porque hace parte de la agenda política de una amalgama de izquierda que hoy se aglutina disfrazada de “centro” o de “verde”, que acaba de ganar el principal botín político del País: Bogotá y va a por la presidencia en dos años.

Habría protesta porque la extrema izquierda generadora del caos, soportada en las FARC y en el incendiario Gustavo Petro, encontraban en esa jornada el caldo de cultivo preciso para seguir abriendo un hueco en la institucionalidad con miras a las elecciones del  2022 y con la esperanza de que si “la mecha les prende”, pueden tumbar al Presidente Duque y anticipar la pugna por el manejo del País.

Habría protesta porque un País inundado de coca, con unas FARC rearmadas, con un ELN controlando institucional (pusieron candidatos y ganaron) e ilegalmente territorios en todo el País, con el narcotráfico produciendo a todo vapor, enfrascado en una guerra geopolítica con Maduro y con Cuba, no iba a ser ajeno a la oportunidad que se presenta en este estado de cosas: ser incendiado, saqueado, paralizado y sometido, con la ayuda externa e interna de los enemigos del gobierno.

Todo eso era previsible; lo que no se preveía es que, al final de la jornada y cuando parecía agotada la agenda de la mayoría de esas facciones (exceptuando la del pillaje y el terror, que apenas empezaba), la sociedad entera en la capital de la República y en otras ciudades, se levantase espontáneamente en la noche del #21N e hiciera su propia manifestación: las cacerolas se escucharon en La Macarena, en Rosales, en Chapinero, en el Norte de la ciudad, en Kennedy, en los conjuntos habitacionales más disímiles y variopintos. La noche, no fue impedimento para que las cacerolas iniciaran su propia marcha; de las casas salieron a las calles y en lo que ya era otra jornada de protesta, la ciudadanía independiente formó rios humanos armados de sonoras cacerolas que llegaron hasta el apartamento del Presidente Ivan Duque con la consigna de dejarle clara la insatisfacción de la sociedad civil que no tiene otra agenda política que la de expresar su inconformidad con un gobierno que no va para ninguna parte.

Mientras eso sucedía, las facciones que protestaban paralela pero simultáneamente, incendiaban a Cali, irrumpían en las casas de los ciudadanos; incendiaban la alcaldía y saqueaban viviendas en Faca; destrozaban transmilenio, robaban cajeros, armaban barricadas en Bogotá y otro tanto ocurría en Popayán, Bucaramanga e Ibagué; los grandes medios transmitían novelas y en sus redes alababan la “protesta pacífica” y acuñaban: “la minoría violenta” y “hechos aislados”: el cacerolazo, originado y reportado desde el bogocentrismo intentaba ahogar la gravedad del caos y el pillaje: mientras la sociedad protesta pacíficamente, las otras facciones incendian, saquean, aterrorizan.

Pero llegó el #22N y la ciudad bajo ataque fue Bogotá: siete millones de habitantes nos quedamos sin transporte público y la noche negra que vivió Cali, se trasladó a la capital: grupos de vándalos intentaban tomarse los conjuntos residenciales, los ciudadanos se armaron y uniformaron para defenderse; toque de queda en toda la ciudad, una noche negra y de nuevo, cacerolazo ad portas del apartamento de Duque. Solo cuando es atacado el Bogocentrismo, se cambia la agenda informativa y los canales privados se llenaron de un sin fin de imágenes que mostraban la guerra, el pánico, el desconcierto que se vivía en la Capital.

Así estamos hoy en Colombia, con varios frentes que atender: desde los que protestan como ciudadanos sin agenda política oculta, hasta los generadores del terror, pasando por quienes votamos por Iván Duque, todos con un punto en común: la insatisfacción con un gobierno que en medio de semejante situación se ha conformado con un par de alocuciones en las que nada dice, en las que la falta de liderazgo y desconexión con el sentimiento del pueblo siguen siendo el sello, que ya parece indeleble, del Presidente.

Quienes defendemos el Estado de Derecho y nos enfrentamos a una situación extraordinaria esperábamos medidas extraordinarias que defiendan nuestra vida, honra y bienes y un timonazo a un gobierno que sigue ciego, sordo y mudo a los 11 millones de electores que le dimos un mandato para redireccionar y recomponer el rumbo torcido que nos heredó el nefando Tartufo.

Así las cosas, un debilitado Ivan Duque llega a este punto sin el apoyo de las que pudieron haber sido sus bases, con la lógica oposición de sus contradictores políticos, en medio de la frustración de la sociedad civil y bajo el ataque sin piedad de sus enemigos en la ilegalidad aupados en Maduro, Cuba, las FARC rearmadas y los elenos, que junto con Petro, incendian al País.

Un cóctel perfecto y explosivo para acompañarlo con un desteñido “Presidente a la Cacerola”.

Seguir en twitter a @carlossuarezrSoy abogado de la Universidad Externado de Colombia. Con Posgrados en derecho Constitucional y Penal Especial de la Universidad de Salamanca. Especializado en Gerencia Pública y Control Fiscal de la Universidad del Rosario. Fundador de la Firma de Marketing Político...