Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Vamos a cumplir dos meses del gobierno del Presidente Ivan Duque y hasta ahora, no sabemos cuál es el norte que tendremos como sociedad durante los próximos cuatro años.
Vamos a cumplir dos meses del gobierno del Presidente Ivan Duque y hasta ahora, no sabemos cuál es el norte que tendremos como sociedad durante los próximos cuatro años.
A Duque le tocó “bailar con la más fea”: recibió un Pais desfinanciado, el desgobierno Santos raspó las ollas y hasta el funcionamiento administrativo esta comprometido.
Más allá de eso, que puede ser apenas un traspié, el Presidente Duque llegó a dirigir un País polarizado, carcomido por la corrupción, que transita la implementación de un proceso de paz que hace agua, invadido de coca y con extensas zonas del territorio controladas por grupos ilegales (nacionales e internacionales) y para rematar, el fenómeno venezolano que desde hace rato rebasó nuestras fronteras.
En esas circunstancias y bajo el amparo de la popularidad política de Alvaro Uribe, Colombia eligió a Duque, quien en medio de esta maraña tiene el reto de crear su propia imagen, de labrar su estilo, de conectarse con los ciudadanos a partir de un norte que toda sociedad espera que su líder le trace; las sociedades modernas saben que no eligen gobernantes para que les resuelvan todos sus problemas sino líderes que los guíen por la senda que ha trazado el pueblo mediante el voto popular.
Así las cosas, es claro que una cosa era Duque, el candidato a quien le bastó su innegable simpatía y el halo protector de Uribe para elegirse y otra cosa es Duque, el Presidente en la soledad del poder, en donde la presencia de Uribe no solo no lo ayuda sino que lo afecta y consciente de ello, el ex presidente se ha retirado prudentemente a su silla de Senador para dejar gobernar a su pupilo; con lo cual, la soledad para quien ocupa el solio de Bolívar es mucho más abrumadora.
Ahí está el gran reto para el Presidente Duque, quien en la mitad de la barahúnda, ha empezado tímidamente a ensayar fórmulas para labrarse su propio camino; bien intencionado, empezó a mostrarse como de extremo centro, nombrando un gabinete que, como nunca antes, no representa -salvo contadas excepciones- a nadie, salvo a sí mismos.
Su gabinete no pertenece a una corriente ideológica, ni política, es una colcha de retazos de presuntos técnicos que se enfrentan al reto de administrar un País que recibieron desbaratado y más que eso, a manejar las relaciones políticas sin tener idea de cómo hacerlo.
Nos enseñaron en las facultades de derecho que los ministros son los encargados de manejar las políticas públicas del gobierno, además de ser los interlocutores con el congreso; por primera vez se estrena en el campo político, un gabinete supuestamente técnico, en una Colombia que enfrenta un mapa político inédito en nuestra historia: es el primer gobierno de 4 años en este siglo – los otros dos duraron 8 cada uno- ; asistimos al más grande desprestigio de los partidos políticos y de la rama judicial (con la cual hay una tensión política innegable con el partido de gobierno: basta ver la pelea en los procesos penales en contra de Álvaro Uribe); inauguramos un novedoso estatuto de oposición junto a una izquierda populista que obtuvo – la histórica cifra de – 8 millones de votos que, junto a las curules que les regalaron a las FARC, tiene una bancada poderosa en el congreso y una innegable conexión con los ciudadanos.
Frente a esa realidad, el Presidente se jugó por un gobierno sin experiencia política como primer paso para labrarse su propio estilo. Ya veremos si el experimento de gobernar de espaldas a las realidades políticas da resultado; si no, pronto habrá de dar un timonazo para lograr los acuerdos que le permitan gobernar hacia ese norte – cualquiera que ése sea-, que el líder esté pensando en trazar.
Esa postura de extremo centro tuvo un efecto lógico y muy previsible entre la más cercana alianza que armó la gran coalición para derrotar, primero a Santos y sus candidatos y después a Petro; tareas que no eran fáciles, electoralmente hablando.
Ocho años en la oposición,ausente del poder, estuvo su partido, el Centro Democrático, eso y el esfuerzo en la campaña presidencial que finalmente ganaron, hacía que las expectativas al conquistar el poder fueran altas; no sólo en burocracia sino en estilo y políticas públicas de gobierno.
Sin embargo, la confección del gabinete, la cercanía con las antípodas políticas a propósito de la consulta anticorrupción, el poder férreo de Jorge Mario Eastman en Palacio y frases como: “una cosa es el centro democrático y otra cosa es el gobierno” – pronunciada por la vicepresidenta-, tienen a las bases de su propio partido – por decir lo menos -, con el sabor amargo de haber obtenido el poder y no poder ejercerlo.
Como reacción a ese descontento y tal vez para darle algo a la derecha que lo eligió, hemos visto movimientos desde presidencia hacia ese espectro político: el decreto de la dosis mínima y la propuesta de la cadena perpetua para abusadores de niños son ejemplos de ello.
Medidas que creo que son acertadas; siempre y cuando, vengan llenas de medidas adicionales que no las conviertan en populismo punitivo y para ello, la educación, los valores, el fortalecimiento de la familia, etc, son frentes estructurales que se deben abordar, con tanto y hasta con más ahínco, que las movidas de marketing que se han realizado con esos dos puntos tan sensibles, en una sociedad que mata a sus niños impunemente y que envenena a sus jóvenes con los residuos de lo que exporta el narcotráfico.
Si a lo anterior sumamos los nombramientos y des-nombramientos de personas cercanas al Presidente como el de la señora Claudia Ortiz, a quien la oposición convirtió en innombrable o el de un verdadero técnico como Jean Phillipe Pening, que siendo uno de los hombres que más saben sobre APP en el Pais, esta siendo bloqueado para poder formar parte del gobierno a punta de filtraciones periodísticas que tienen cara de “fuego amigo”, podemos decir sin lugar a dudas que aún el norte de este gobierno no se sabe cuál es.
Por el bien del País y por el del Presidente Duque – que es un gran ser humano, lo cual es importante pero no suficiente para gobernar- debe aflorar lo más pronto posible el talante de estadista, de líder, de faro social, que todo mandatario debe tener para iluminar a los ciudadanos a quienes gobierna so pena de que las difíciles realidades terminen de desbaratar lo que nos queda de País.