Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Su carta, dirigida a nosotros los colombianos, tocó mi alma. Son escasos los filósofos de estos tiempos que nos hablan como los antiguos, de la “juiciosa educación” o de la excelencia moral.
No es fácil tarea ser bueno.
Aristóteles
Admirada pensadora:
Su carta, dirigida a nosotros los colombianos, tocó mi Alma. Son escasos los filósofos de estos tiempos que nos hablan como los antiguos, de la “juiciosa educación” o de la excelencia moral.
Difícil es “el arte y la virtud”, como creía Heráclito; difícil es y será impregnar el Alma de Colombia de conciencia moral, justicia y templanza; ha sido esquivo el filosofar en estos ámbitos.
El desenfreno de las pasiones y los instintos han signado de violencia, guerra y muerte nuestro territorio.
La educación no ha llegado a los 48 millones de colombianos de manera excelsa.
El debate público al que usted se refiere no transciende ciertos foros académicos.
El índice de lectura no supera dos libros por año.
La guerra, la violencia y la exclusión social han alterado las emociones y el razonamiento.
Un mal diseño institucional y escasa presencia del Estado han favorecido la Sedición y la violencia. Esta es nuestra realidad. Esta es nuestra Verdad.
Sin educación en la virtud y con una Justicia errática y peregrina, los pueblos exploran su ira acumulada y sus carencias, y estallan en emociones destructivas.
Anclados en el pasado e ideologías fracasadas, en consignas y dogmas, asistimos al desarme de las Farc, desarme que debe ir acompañado de la Libertad de pensamiento y de una verdadera política del bien común.
No podemos seguir perdiendo el presente y el futuro. Décadas de bienestar social y progreso intelectual, espiritual, de razonamiento.
¡Escasa han sido la Virtud y el bien, sumidos en la confusión, la barbarie, la corrupción! ¡Tanta sangre derramada! ¡Cuánta inclemencia ante el sufrimiento ajeno!
Como bien lo expresó Aristóteles: “No es fácil tarea ser bueno”.
Su maestro admirado Séneca (a quien leo desde mi juventud con vehemencia), prefiere la Clemencia al perdón. Consideraba que era igual de cruel perdonar a todos como no perdonar a ninguno.
¿Será porque en algunos casos el perdón confiere impunidad y la justicia no se cumple?
Queremos perdonar lo imperdonable, y queremos ser clementes, dar una nueva oportunidad, una más, para que Colombia pueda recuperar la fe en las instituciones, en los otros, en nosotros mismos.
Su carta, Mrs. Nussbaum, no pasa inadvertida en este nuevo amanecer, ni su sentido moral y educativo. Como aconsejaba la ninfa Calypso a Ulises, en la Ética de Aristóteles, ojalá nos guíe a “Apartar la nave de la Marejada y de la Espuma”.
Sinceramente,
Kathy Porto Fadul
Poetisa. Lic. en Humanidades y Filosofía de la
Universidad Complutense de Madrid.
Caribe de Colombia, ago. 29/2016