Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Propongo que las instituciones de educación superior de la región nos articulemos para promover el gran relato de la memoria en el Caribe: Luis Trejos, en nuestra red de expertos.
La apatía de los habitantes del Caribe con respecto a la implementación del Acuerdo del Teatro Colón y la construcción de la paz, en términos generales, se debe precisamente a su falta de memoria histórica. Por eso hoy quisiera hacer aquí una propuesta.
Se hace necesario que las instituciones de educación superior de la región nos articulemos en una red, que incluya a otras organizaciones de la sociedad civil, con el fin de posibilitar el intercambio de experiencias y metodologías de cara a promover y fortalecer la construcción de memoria histórica en todo el Caribe.
Aunque hemos avanzado, aún es mucho lo que falta por recorrer en cuanto a producción de Memoria Histórica en esta zona del país. Sobre todo si tenemos en cuenta el alto número de víctimas y de tierras despojadas en este territorio.
Al revisar el estado del arte, se destacan (no son los únicos) los trabajos del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) con 18 libros referidos directamente a esta región del país; también sobresale el proceso impulsado en los Montes de María desde la Universidad Tecnológica de Bolívar con su Grupo de Memoria liderado por el profesor Pablo Abitbol y el trabajo de la Oraloteca de la Universidad del Magdalena.
En este punto es importante señalar que la construcción de la memoria histórica en Colombia tendrá un nuevo contexto político-institucional, que tiene al frente del CNMH a un negacionista del conflicto armado, lo que sin dudas tendrá un impacto directo en los enfoques, procesos y metodologías de este centro.
En esta línea y en clave regional, se podría intentar transferir conocimientos y herramientas a aquellas comunidades que fueron y han sido afectadas por la violencia directa, pero que por razones geográficas o de seguridad no han podido iniciar sus procesos y que se ubican en las partes altas de la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá.
También es importante hacer el mismo ejercicio con aquellas comunidades que habitan territorios en los que actualmente hacen presencia actores armados y hay presencia de rentas ilícitas, tal y como sucede en el sur del Cesar, sur de Bolívar y sur de Córdoba, entendiendo los riesgos que implica la construcción de memoria en esos territorios.
Lo que debemos entender los habitantes del Caribe es que no hay una memoria, sino múltiples memorias. Todas con igual importancia y esas memorias deben convivir y en algún momento articularse en un gran relato colectivo que debe tener unos mínimos comunes, tales como la aceptación de la existencia de un conflicto armado interno que produjo millones de víctimas, en el que todos los actores armados (legales e ilegales) fueron victimarios y el rechazo al uso de la violencia (todas las violencias) directa con fines políticos y económicos.
No debemos temer a las voces de los que consideramos contrarios, esas voces también tienen espacio dentro de la democracia, siempre y cuando se muevan dentro de los marcos legales, tengan como fin la verdad y no promuevan el odio o la generación de nuevas violencias.
En nuestro caso la memoria debe servir como una advertencia para las nuevas generaciones con el fin de que no repitan la historia de violencia que aún no hemos podido superar.