Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
En una charla virtual a la que asistí sobre normas sociales y la lucha contra la corrupción, la directora de la Silla Vacía lanzó esta pregunta: ¿cómo pueden los medios ayudar a la lucha contra la corrupción?
Voy a responder esto tomando lo que hemos aprendido de un proyecto en el que usamos ciencias del comportamiento para promover el cuidado de lo público.
Los medios de comunicación tienen la valiosa función de publicar los sucesos y de revelar la verdad. Los actos de corrupción son información de interés y divulgarlos los vuelve visibles, así como a sus perpetradores. Investigaciones como las de Daniel Coronell, María Jimena Duzán y las múltiples que realiza la Silla Vacía han llevado a procesos disciplinarios y a condenas a muchos corruptos. O por lo menos al escarnio público. Sin embargo, las noticias frecuentes sobre este tema pueden dar la idea de que la corrupción es omnipresente y, en alguna medida, parte de nuestra cotidianidad.
El problema con esto es que cuando algo es frecuente, aunque indeseable, podemos concluir que no es necesario combatirlo. Al fin al cabo, la muerte es terrible pero inevitable así que generamos justificaciones para disminuir nuestra sensibilidad y lo aceptamos como un hecho de la vida. En Colombia casi que hemos normalizado la corrupción como conducta natural de nuestra cotidianidad.
Lo anterior presenta una disyuntiva para los medios de comunicación. Al informar sobre tantos eventos de este fenómeno están ayudando a afianzar la idea de que Colombia es un país inevitablemente corrupto. Pero no hacerlo permitiría la impunidad de los delincuentes.
En el proyecto Juntos por la Transparencia hemos entrevistado a ciudadanos que luchan contra la corrupción y por el cuidado de lo público, para conocer qué los motiva y desanima a hacer esa labor. Gracias a sus experiencias espero responder esta pregunta.
Los medios hacen bien al informar sobre los hechos de corrupción. Sin embargo, también deberían cubrir más historias de personas que se oponen a los corruptos y logran que las entidades hagan buen uso del dinero público. Hay dos razones para esto.
La primera, es que al reportar las historias de los que luchan contra este flagelo se puede contrarrestar la idea de que todos somos corruptos. Los seres humanos copiamos las conductas y, si vemos que otros se preocupan por la transparencia, es más probable que nos inclinemos a realizar lo mismo. Pero para cubrir de forma adecuada estas historias se deben mostrar no solo sus esfuerzos, sino también los resultados. Cuando buscamos modelos a seguir no nos interesan los quijotes idealistas sino las personas del común que logran cambios reales.
Segundo, y para mí esta es la razón más importante, al reportar las historias de estos cuidadores de lo público estamos ayudando a que no se sientan tan solos. Una de las personas que entrevistamos nos dijo que lo más difícil de su labor es que en ocasiones se ha visto muy sola. En sus palabras: “Hubo un momento en que me sentí como una golondrina, solita en el espacio… Sola, como que luchando contra todos”.
Ni siquiera el atentado que sufrió y que la dejó discapacitada, o las varias amenazas que sigue teniendo contra su vida, le han desanimado tanto como la sensación de abandono. Pero esta desidia no solo la percibe de las entidades de control, sino de sus vecinos y de otras personas del común. La labor voluntaria que realiza esta señora es bastante difícil por sí misma, por lo que la falta de interés de los demás le ha generado aún más desaliento y ganas de abandonar todo.
La solución a este problema nos la dio ella misma. El surgimiento de los medios sociales le ayudó a darse cuenta de que otras personas apoyan su trabajo y de que otros admiran lo que está haciendo.
Los medios de comunicación, al informar y contar sus historias, pueden generar la percepción de que no todos los colombianos somos corruptos. Lo cual es verdad y obvio, pero las pocas noticias sobre los cuidadores de lo público y las muchas sobre los corruptos parecen negar este hecho. Por otro lado, al cubrir sus historias nos dan la oportunidad de conocerlos y de expresarles nuestra admiración.
Esta columna es una respuesta a la pregunta de Juanita León y un consejo para los demás medios de comunicación, pero también es un homenaje a organizaciones como Transparencia por Colombia, Funcicar, Vales de Piedrahita y otras personas que cuidan los dineros públicos y que tuvimos la oportunidad de entrevistar. Les debemos mucha admiración y aún más apoyo del que han recibido hasta el momento.