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E.U. y Rusia se han propuesto un proyecto de largo alcance: crear una estación permanente en la luna, como primer paso en la transición a Marte. Científicamente apasionante; políticamente sorprendente.
La noticia científica del mes, y posiblemente del año, es el anuncio según el cual E.U. y Rusia planean crear una estación permanente en la luna para alrededor del año 2020. Aprovechando la experiencia rusa en la modularización de la Estación Espacial Internacional (EEI) y el estudio de los sistemas de apoyo vital, se tiene planeado, avanzar en la construcción de base espacial más lejana de la tierra como el primer paso hacia el envío de seres humanos a Marte.
La noticia es sin precedentes, en un contexto en el que Trump y Putin se acusan, se recusan, se atacan indirectamente (Irak, Siria, guerra en el ciberespacio), y donde las sospechas de lado y lado son aparentemente crecientes e insostenibles. La geopolítica y las relaciones internacionales entre ambos países parece tensionarse cada vez más, y sin embargo, existe ya un plan en el plano científico que va en contravía de la realidad política.
Es cuando cabe distinguir, sin ambages, dos cosas: las políticas de gobierno y las políticas de estado. Manifiestamente, el plan de crear una estación conjunta en la Luna, como primera fase en el tránsito hacia Marte, es una política de Estado. Que, por tanto, supera las contingencias de alguien como Trump, y acaso también las acciones del propio Putin. (Una comparación que no es, en ningún caso, simétrica).
La estación espacial permanente en la Luna y luego el envío de humanos a Marte forman parte de un programa de investigación científica que se denomina terraformación. Y que se encuentra estrechamente vinculado a otros programas próximos, como la búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI, por sus siglas en inglés), y la exobiología (= la búsqueda de formas de vida por fuera del planeta y del sistema solar). Exactamente en esta dirección cabe mencionar igualmente la búsqueda de exoplanetas, esto es, planetas exteriores al sistema solar en donde puede ser posible la vida.
Los acuerdos han sido establecidos por las dos agencias nacionales: la NASA y ROSCOSMOS.
A este acuerdo se espera invitar a otros países, y aunque no se han dado nombres aun, se espera que sean cinco. Sin temor a equivocaciones, el abanico comprende a la China, la India, Japón, seguramente la Agencia Espacial Europea, y Brasil y Suráfrica.
Pues bien, las políticas públicas, y el estudio de la geopolítica tradicionales difícilmente podría explicarse una situación semejante. Las más importantes teorías de relaciones internacionales, asimismo, podrían avanzar en la explicación de este proyecto, pero con serios tropiezos. La ciencia puede más que la política, según parece, cuando se trata de alcanzar objetivos estratégicos, en toda la línea de la palabra, a saber: estratégicos para la humanidad misma, no ya simplemente para un estado o nación.
Existe, sin embargo, un tema que no ha quedado plenamente establecido: se trata de determinar si la estación espacial será sobre la luna, o bien alrededor de la luna, a la manera justamente de la EEI.
Ahora bien, la envergadura del proyecto –enviar seres humanos a la Marte (el viaje hacia Marte dura seis meses con la tecnología actual; seis meses de ida, y eventualmente seis meses de regreso)-, apunta a un paso de proporciones inimaginadas y totalmente ignotas. La terraformación en Marte es conocida en la NASA con el nombre de Deep Space Gateway (el Portal hacia el Espacio Profundo), que apunta, o bien a la terraformación de Marte, o bien a la exploración y conquista de otros espacios más externos del sistema solar y, ocasionalmente, la salida del sistema solar. El optimismo ronda a la ciencia y le sirve de fundamento. Mientras el pesimismo, el desasosiego y el “realismo” parecen definir a la política.
Es sabido que ya han sido elegidas cien personas para el proceso de asentamiento en Marte. (De estas cien personas, cincuenta hombres y cincuenta mujeres, solamente aparece un latinoamericano: una mexicana). Actualmente se encuentran preparándose física, emocionalmente y psicológicamente para los retos y desafíos previsibles en el largo viaje hacia Marte. Pero la verdad es que el 2020 parece una fecha muy próxima ya. Se espera que la construcción y los planes se lancen hacia el 2020, pero que la estación especial sobre/alrededor de la luna quede completa para el 2024.
No ha quedado señalado si habrá participación directa de la empresa privada. En cualquier caso, es cierto que la empresa privada participa de manera indirecta como contratistas y subcontratistas, ya sea de la Nasa o de Roscosmos, principalmente.
Los años de la guerra fría, e incluso los primeros años posteriores a la guerra fría (1990s-2000s), presenciaron todavía expresiones como: “la carrera espacial”; es decir, la carrera entre E.U. y la URSS en un primer momento, y luego entre E.U. y Rusia. El lenguaje mismo varía a la fecha enormemente, y admite matices y variaciones que dejan atrás un mundo de sospechas, celos, confrontación, orgullo nacional e incluso guerra.
Los estudios sobre ciencia y tecnología tienen dos maneras de comprender el proyecto en curso, así: se trata de investigación de gran escala (large-scale research), dado que se trata de proyectos de largo alcance en el tiempo y de alto calibre en muchos sentidos: humano, financiero, tecnológico, de información y otros. Y asimismo, el proyecto mencionado contribuye a desarrollar nuevas tecnologías, nuevos conocimientos y nuevos descubrimientos en numerosos dominios; por ejemplo, en medicina y biología, en sistemas de información, en física e ingeniería de materiales, en nanotecnología y en ingeniería eléctrica y electrónica, entre otros.
La interdisciplinariedad es el nombre del juego, en el proyecto de la nueva estación espacia, y nuevos métodos y metodologías están siendo inventados y adoptados en el proceso. Se trata de ciencia de punta, en toda la línea de la palabra. La base de la sociedad se enterará de estos procesos, inicialmente, y sólo posteriormente tendrá acceso a los avances de punta, a medida que vayan permeando, mediante la industria y el mercado, distintos escenarios de la sociedad. Esta ha sido, tradicionalmente, la historia de la ciencia, y sus relaciones con la sociedad. Un tema que compete a los estudios CTS (ciencia, tecnología y sociedad).