Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Ya sea desde la naturaleza o desde las tecnologías, los seres humanos están debiendo aprender la inteligencia colectiva; algo que cambia las perspectivas tradicionales, centradas generalmente en la inteligencia individual, limitada, egoísta.
Son cada vez más numerosos y siempre más robustos los estudios que ponen el fenómeno de manifiesto: la pregunta por la especificidad humana es cada vez más arcaica o imprecisa, y cada vez vamos haciendo el aprendizaje de que existen efectivamente otras formas de inteligencia, de pensamiento y de vida que relativizan mucho, demasiado, las formas estrictamente humanas.
En la primatología, F. De Waals hace ya mucho tiempo que ha puesto de manifiesto que la ética y la moralidad, que el derecho y la política, existen también entre los primates. Bonobos y orangutanes, macacos y gorilas, por ejemplo. Los primates son capaces de crear tecnología y no simplemente de usar técnicas y herramientas.
Del lado de la mirmetología, E. O. Wilson, particularmente, y también B. Hölldobler han puesto en evidencia que entre las hormigas existe el arte y la arquitectura, la política y la economía, pensamiento, creatividad e inteligencia en los sentidos más altos y exactos de la palabra. Las hormigas exhiben ante todo inteligencia colectiva como muy pocas veces la han exhibido los seres humanos a lo largo de la historia.
En un área próxima a las ciencias de la complejidad, hace cerca ya de treinta años se hizo el descubrimiento de la inteligencia de enjambre (swarm intelligence), que pudiera ser asimilada a la inteligencia colectiva, pero exhibe rasgos y caracteres distintos. Así, mientras que la inteligencia colectiva puede asimilarse a temas como acción colectiva y procesos de cooperación, la inteligencia de enjambre pone de manifiesto que en determinados momentos algunas especies animales prefieran comportarse como un individuo, y no ya como un agregado de individuos, pues así obtienen mayores réditos que los que obtendrían si cada individuo se comportara de su propia manera, independientemente.
La inteligencia de enjambre tiene un dúplice rasgo distintivo, así: es tanto inteligencia en el sentido técnico de la palabra, como ético y moral. De esta suerte, la compasión y la solidaridad aparecen inmediatamente cuando se estudian comportamientos propios de inteligencia de enjambre.
La etología ha estudiado suficientemente que existen matemáticas entre las aves, que los ratones son capaces de música y baile, a su manera, y que los elefantes tienen claramente comportamientos espirituales y casi religiosos. Las bacterias mismas se autoorganizan, aprenden, transforman el entorno y crean mundos nuevos. Las plantas, por su parte ya no se estudian en el marco de la botánica, sino, mucho mejor, ha nacido hace poco la neurofisiología de las plantas, la cual pone en evidencia que ellas aprenden, conocen, se mueven, tienen más de veinte sentidos, juegan y se comportan libre, autónomamente.
La inteligencia de enjambre ha sido estudiada en hormigas y termitas, en manadas, en escuelas de aves y en cardúmenes de peces; pero la verdad es que los comportamientos que exhiben inteligencia de enjambre existen asimismo en temas y problemas de optimización, tanto como en partículas auto-impulsadas.
De manera absolutamente singular, la inteligencia colectiva ha sido estudiada incluso en los niveles más primarios de la materia, a saber, en ondas y en partículas. J. H. Conway y S. Kochen escriben en el 2006 un artículo único llamado “el teorema fuerte del libre albedrío” en el que ponen de manifiesto que también las partículas y las ondas piensan, conocen, se comportan, aprenden, establecen lazos (networking), cambian los entornos con los que interactúan.
Los seres humanos han logrado las explicaciones acerca de su mundo, esencialmente con base en tres aproximaciones: el individualismo ontológico, el individualismo metodológico, y más reciente acaso también a través de comprensiones más holistas. Todo lo demás es lo de menos: los múltiples ismos, y debates como las prioridades del funcionalismo o el estructuralismo, y tantos debates más.
En cualquier caso, la imagen antropocéntrica, antropomórfica y antropológica de la realidad y del mundo hace agua cada vez más. Esa imagen sólo se alimenta de voces del pasado y son algunas tradiciones las que aún la sostienen. Porque lo cierto es que la investigación de punta en numerosos campos relativiza los rasgos que alguna vez fueron distintivamente humanos, y amplía magníficamente el espectro de lo que es la vida y la inteligencia. Y la mejor de las formas de inteligencia no es precisamente la humana. Tanto como que de todas las formas de vida, la humana es eso: sencillamente una, la más importante tan sólo para los miembros de esa especie.
Esta historia es reciente, pero vital, y con toda seguridad que seguirá poniendo en evidencia que la inteligencia y la vida admiten tantos matices, gradientes y formas como quepa imaginar.
Este mes, la India ya declaró por primera vez a un río como sujeto jurídico. Y algún país árabe ha declarado en la semana que termina, por primera vez, que un robot es, asimismo, sujeto de derechos. De acuerdo con uno de los estudiosos más importantes en inteligencia artificial y en vida artificial, para el año 2035 será simplemente imposible distinguir la inteligencia humana y la inteligencia artificial. La robótica de enjambre es una realidad cada vez más evidente.
Mientras tanto, internet de las cosas, con sensores de todo tipo y la introducción de la robótica en la vida cotidiana transforma positivamente la vida de los seres humanos. Los sistemas expertos, las grandes bases de datos, el aprendizaje de máquina y el aprendizaje profundo permean lo mejor de las tecnologías que los seres humanos han producido, y contribuyen, a su vez, a crear, por sí mismos, nuevas tecnologías.
Todo lo cual acarrea mejores niveles de calidad de vida, mayor dignidad para los seres humanos. La cuarta revolución industrial la síntesis entre la dimensión física, la biológica y la digital, es un hecho consumado que permea todas las esferas de la vida, cada vez más.
Por donde se mire, del mundo animal hacia abajo, o bien de las tecnologías convergentes hacia arriba, por así decirlo, descubrimos nuevos comportamientos inteligentes, nuevas formas de vida. Un panorama absolutamente optimista y radical que está cambiando la vida de la sociedad tal y como la habíamos conocido.
La inteligencia colectiva pueden aprenderla los seres humanos desde la naturaleza, o bien desde las tecnologías; si no logran aprenderlos, los seres humanos, desde sí mismos.