Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
En esta práctica, un grupo de personas ofrece masivamente sus servicios para una labor requerida sin que exista un vínculo laboral convencional. Hoy en día este tipo de servicios se ha extendido a muchas y diferentes labores que generan grandes desafíos de orden económico, social y laboral, y que, bien capitalizados, son una forma de conectarse rentable y efectivamente a la economía digital global.
Este fenómeno combina diferentes esquemas de trabajo. En particular, el “outsourcing” (algunas veces denominado “tercerización”), las nuevas formas de contratación y la libre ubiquidad para la realización de muchas labores, facilitadas por la economía digital.
Tal vez la labor más conocida bajo este esquema es la entrega domiciliaria. Compañías como Uber, Jokr o Rappi, a través de sus plataformas, ponen en contacto a un usuario que solicita una entrega con un oferente quien tiene el producto o servicio solicitado.
Este encargo se “publica” en la plataforma y se ofrece masivamente a los cientos de “domiciliarios” inscritos y disponibles para que alguno tome el servicio. En este caso particular no existe contrato laboral alguno entre las partes, pero tampoco es claro quién cubre la responsabilidad ante cualquier eventualidad del servicio, como por ejemplo un accidente del domiciliario o del producto.
¿Debe asumirlo la compañía oferente del servicio por medio de la plataforma, la persona que solicitó el servicio, la compañía intermediaria o el propio domiciliario? Retomaré más adelante una consideración de este aspecto.
El crowdsourcing se puede llevar a un amplio rango de áreas y actividades, donde el activo valioso es el uso de la información y la conexión que se pueda generar con la misma. La gran ventaja es que puede ofrecerse desde y hacia cualquier parte del mundo, conectando oferta con demanda de una gran diversidad de servicios alrededor del conocimiento.
Por ejemplo, en servicios financieros, Colombia podría crear un grupo elite de analistas y procurar ser un referente mundial que ofrezca servicios de análisis, valoración o estructuración financiera de proyectos en cualquier parte del mundo. Este tipo de análisis es similar para muchos proyectos y, con ajuste en sus diferentes parámetros y modelos, pueden instaurarse en muy diversos campos.
En el área de ciencias de la salud hay una enorme oportunidad en telemedicina. No obstante, más inmediato son las terapias sicológicas que se pueden ofrecer virtual y remotamente en todo el planeta. Quizás el Ministerio de Salud podría crear un “cluster” digital de salud mental” o de selección de personal y liderar globalmente un movimiento en las áreas en las que se requiere apoyo sicológico.
En logística, se podría crear un centro global especialista en planear y programar las rutas de las entregas vehiculares o de rutas aéreas, y ofrecer el servicio a una compañía en Buenos Aires, París o Nueva York. También, desarrollar pronósticos de demanda para ayudar a cualquier compañía del mundo a realizar sus estimaciones de venta.
En telecomunicaciones, se podría crear una zona franca virtual y, en conjunto con diferentes tecnologías de robótica, atender las llamadas de servicio al cliente de las muchas empresas que los requieren. Claro, debemos arrancar por mejorar la formación bilingüe desde la primaria.
En arquitectura, diseño, educación y muchos otros sectores, hay innumerables aplicaciones que pueden ofrecer servicios tanto técnicos como profesionales, donde la información y el conocimiento son la base para satisfacer las necesidades de los usuarios.
Un “cluster” que se consolide podría retroalimentarse y enriquecer su aprendizaje, desarrollando tecnologías y algoritmos especializados para que cada día mejore la efectividad de su labor.
Qué interesante sería que el Gobierno nacional identifique y promueva algunos sectores estratégicos. Que además de promoción, busque nichos en todo el mundo y facilite acuerdos con diferentes casas de software y, así, reduzca el costo para el uso de licencias; que promueva el codesarrollo o fomente los laboratorios de experimentación, entre otros. Si bien la principal barrera es la educación, nuestro sistema tributario, así como el laboral y de contratación, son un gran obstáculo.
Retornando al ejemplo del domiciliario, una compañía que lo contrate formalmente tendrá que encargarse de una serie de requisitos, afiliaciones y una carga parafiscal que representa hasta 52 % adicional al salario acordado. Esto, sin contar la capacitación y la certificación de curso de altura si deben entregar en un segundo piso. Además, debe asegurar y responder legalmente por el bien entregado. Además, ojalá que no se cometa un error en la liquidación del cálculo de sus prestaciones por que la UGPP, el Ministerio de Trabajo o la Dian la pueden multar.
En las compañías de esta nueva economía emergente, si tiene una bicicleta, un teléfono inteligente con plan de datos, y luego de unas verificaciones básicas, ¡bienvenido!
De esta situación surge un desequilibro competitivo y económico entre compañías que salta a la vista por las obvias diferencias en requisitos de vinculación y costos. Pero, además, uno social, porque unos trabajadores tienen cobertura y otros no, y, en cualquier caso, entre todos como sociedad debemos responder por ese domiciliario, que muy probablemente no tiene un sistema de seguridad social y su ingreso por esta actividad no es complementario, sino el principal.
Trasladándonos fuera de las fronteras nacionales, cómo explicarle a una compañía belga que quiera contratar servicios locales para ejercerlos remotamente que aquí se debe pagar un impuesto ICA diferente si el servicio se ofrece en Cali o en Soacha; que, si el contrato es por servicio, su liquidación es diferente que, si la persona trabaja en dia festivo, su costo por hora es mayor o que si la labor es por 2 semanas, pero el el ingreso no supera el 40% del SMLV, la persona no está obligada a pagar prestaciones.
Por supuesto que debemos arrancar por regularizar la cobertura de seguridad social, y para ello es fundamental simplificar y flexibilizar el esquema laboral. Tal vez se podría explorar un esquema en el que, si se contrata un domiciliario, se cancele mensualmente un valor según el número de entregas o valor facturado. Pero tiene que ser sencillo: no un porcentaje para el Sena, otro para la caja de compensación, otro para el Icbf, otro para la EPS, etc. Sin contar toda suerte deducciones o condicionales, como es habitual en nuestras leyes, olvidando un principio elemental y es que el sistema más fácil de auditar es el más simple de ejecutar.
Hay enormes oportunidades que se pueden capitalizar, pero un reto urgente para este nuevo Gobierno es flexibilizar las condiciones laborales, dejando atrás ese esquema mental anacrónico. Se tiene que actuar localmente con celeridad y tener una visión global.
Luchar por la prohibición del uso de la tecnología es el camino equivocado; se debe incorporar y eliminar sus barreras. Hace muchos años la entonces Telecom hacía paro y se cortaban las comunicaciones de larga distancia afectándonos a todos. ¿Será que hoy en día podría tener el mismo impacto?
Mucha gente hoy ofrece sus servicios de manera remota y tributariamente no se están capitalizando ni están aportando al sistema de seguridad social. La economía digital y las nuevas formas de contratación son una realidad que llegaron para quedarse y no debemos estar anclados a un pasado que nos puede dejar atrás de la nueva realidad.