Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
La campaña no se ha acabado y Rodolfo Hernández ya mostró que no sería un gobernante que tolere la crítica. Al contrario, ha dado señales de que sería un presidente que promueve un ambiente de censura contra la prensa.
El 4 de junio, la Fundación para la Libertad de Prensa publicó un comunicado en el que señala que el “inge” ha mostrado un lenguaje hostil y estigmatizante contra la prensa. En lugar de responder preguntas, el aspirante a presidente responde con insultos o acusa a los medios de tener una agenda oculta.
Realmente no es nada novedoso si se compara con las tendencias en otras partes del mundo o de la región. En Venezuela, Chávez y Maduro señalaron a los medios críticos como aliados de sus opositores, golpistas y enemigos de la revolución hasta el cansancio y lo usaron como justificación para asfixiar a la prensa independiente. Donald Trump lo usó también como una columna vertebral de su gobierno. Lo mismo hizo Erdogan en Turquía después de un fallido golpe de Estado en 2016. Un discurso similar es el que ha estado usando Ortega en Nicaragua. La lista es interminable.
Pero vale la pena mirar a dos gobernantes que Rodolfo ha usado como modelo: “Amlo” en México y Nayib Bukele en El Salvador.
El primero se ha referido a la prensa como un “hampa del periodismo” que afecta su gobierno. En 2020, tres de las principales organizaciones de defensa de la prensa a nivel global escribieron una carta a ese funcionario pidiéndole que dejara de estigmatizar a la prensa. “Las declaraciones y actitudes que Usted realice durante sus apariciones públicas pueden influir en el comportamiento de otros funcionarios e incluso alentar a la población a tomar la misma actitud frente a la prensa”, dice la carta de las organizaciones. Amlo no ha hecho caso.
El segundo ha ido más allá de los señalamientos. Bukele inició una persecución judicial en contra de El Faro, uno de los medios más reconocidos y premiados en la región, a través de procesos ficticios por evasión de impuestos y lavado de activos. “¿Quiere decir que cualquier lavador de dinero, narcotraficante o evasor fiscal, solo tiene que poner un periódico y entonces ya nadie puede investigarlo?”, dijo Bukele en un tweet. En su índice sobre la libertad de prensa en el mundo, Reporteros sin Fronteras alerta que el Gobierno “contrarresta la presión constante que ejerce la oposición acusando de estar a su servicio a la prensa que investiga los gastos del Estado, para desacreditar las críticas” y el presidente “hostiga a los periodistas con la peligrosa táctica de presentar a los medios como enemigos del pueblo”.
Estas estrategias ya han sido señaladas como problemáticas por la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Sobre el gobierno de Amlo, la Relatoría dijo que “los señalamientos por parte de autoridades hacia los medios por presuntamente no cumplir su rol han tensionado esta relación”. Con respecto a Bukele, esa oficina dijo que ha documentado las distintas estigmatizaciones por parte de ese gobernante y sus funcionarios y que estos suelen darse “después de publicaciones o investigaciones periodísticas que documentan presuntos casos de corrupción gubernamental, el uso arbitrario de fondos públicos, negociaciones secretas con grupos ilegales o comportamientos de miembros del poder ejecutivo”.
Con sus recientes insultos y recriminaciones a los medios de comunicación que simplemente le hacen preguntas para que el pueblo vea más allá de los minutos de un video de TikTok, Hernández muestra que estos son aspectos que posiblemente quiere copiar de Amlo y Bukele. ¿Cuál será su reacción cuando le pregunten por una política o un operativo militar salgan mal?
Su decidida ausencia a los debates también dice mucho. Un candidato presidencial que no atiende a este tipo de espacios muestra que no está abierto al escrutinio de la prensa o de sus contrincantes. Más allá de la teoría (plausible) de que no acude a los llamados a debatir por miedo a que se vea su falta de preparación, es viable pensar que Hernández simplemente se cree dueño de la única verdad y ve las preguntas del público como un estorbo.
Vivimos actualmente en el gobierno de un reyezuelo que desprecia la crítica y que quiere moldear el debate público, pero que al menos conserva algo de las formas. En caso de que Hernández gane, pasaremos a las manos de otro monarca menor que nos mostrará su desdén hacia los cuestionamientos públicos a través de insultos y alzando la voz como si fuera una pelea en la mesa de su casa. “Tengo razón porque soy el presidente y punto”, parece indicar Hernández entre líneas.
Petro, obviamente, también ha contribuido a que esto se vuelva una táctica de gobierno. Este candidato también se ha dedicado al señalamiento de la prensa crítica y decir que él es mejor en este sentido resulta complicado.
Esto pasa porque los políticos colombianos usan distintas estrategias destinadas a ahogar la libertad de expresión de sus críticos en lugar de responder a las preguntas. Parte de esto quedó en evidencia con una sentencia del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, que determinó el 26 de mayo que hay un ambiente de violencia en línea contra mujeres periodistas en el que los líderes y figuras políticas juegan un rol amplificador. No sería sorprendente que este contexto de riesgo se exacerbe bajo el gobierno de un presidente abiertamente machista y con las actitudes que ha mostrado Hernández hacia el periodismo.
El camino hacia el autoritarismo y la corrupción se pavimenta con el silencio. El “inge”, ya sea por ignorancia o decididamente, está sentando las bases con su desprecio a la prensa.