Petro acusa a RCN de albergar a neonazis, Paola Ochoa hace comentarios racistas sobre Francia Márquez (para luego excusarse) Semana acusa a Cambio de tener una agenda política de izquierda. Todo está dentro de un constante debate de qué es el periodismo y si alguien debe controlarlo. 

A veces, defender periodistas y medios de comunicación puede llegar a ser muy difícil, por no decir que jodido. Es una tarea complicada porque muchas veces implicará defender a personas que a uno no le agradan, ya sea por su forma de pensar, ser o trabajar. También es extremadamente complicado porque es prácticamente imposible encontrar periodistas o medios que le caigan bien a todo el mundo. 

Una de las preguntas o comentarios clásicos, como surgió con el caso de David Ghitis, es la de si lo que hace esa persona es periodismo. Desde los 80, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) y la Corte Constitucional en los 90, han estado a favor de decir que la definición de periodismo es amplia y no se puede exigir acreditaciones, formación académica o cualquier otro tipo de calificación para ejercer ese oficio. Es distinto con  profesiones como la medicina porque el riesgo es diferente: mientras que un médico sin la formación académica puede llevar a la muerte de alguien, los riesgos por una opinión estúpida o una información errada forman parte de la democracia misma. Esto significa que lo que en general se protege como periodismo es, muy a grandes rasgos, la actividad de recaudar, procesar y publicar información al público. Por esto también se protegen a actores que hacen actividades parecidas al periodismo, como el de las ONG, algunos veedores, etc.

Por esta misma razón es que no puede existir una entidad que regule y controle a la prensa. Algunas personas creen que este tipo de figuras servirían para depurar al periodismo y tener un debate público más limpio, un sueño como el mundo sin abogados de los Simpson, pero lo más posible es que se llegue a espacios tan autoritarios como Sri Lanka, Azerbaiyán o Turquía, en los que estas facultades de “limpieza” de la libertad de expresión suelen ser usadas para restringir la crítica al gobierno. 

Pero entonces surge la pregunta de si los periodistas y los medios son inmunes o impunes por lo que dicen. ¿Puede un periodista decir cosas como los comentarios racistas de Paola Ochoa sobre Francia Márquez?, ¿debe hacer algo RCN sobre un periodista que, como Ghitis, publica por fuera de su trabajo periodístico tweets con cierto contenido que algunos podrían clasificar como clasista, racista o bélico?

Parte de esto se puede responder con una diferencia clave entre lo dicho por Ochoa y lo dicho por Ghitis. Mientras que la primera hizo comentarios racistas al aire, el segundo había hecho unos comentarios desafortunados en Twitter. La columna que Petro tomó para señalar a Ghitis era sobre las propuestas de pensiones de ese candidato e, independiente de lo acertada o no que fuera, era una crítica sobre un candidato al cargo ejecutivo más alto del país. 

En el caso de Paola Ochoa se evidenció un problema que ha señalado la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH): las mujeres afro han vivido una larga historia de subrepresentación en los medios y, en algunos casos, la forma en que se les presenta es reviviendo o perpetuando estereotipos. Recientemente, la Corte Constitucional dijo en el caso de un grupo de mujeres futbolistas contra el presidente del Deportes Tolima que puede haber restricciones válidas a la libertad de opinión cuando esta esté sirviendo para perpetuar estereotipos discriminatorios. Así, si Ochoa no se hubiera disculpado, un juez en el marco de una acción de tutela habría tenido algunos argumentos para decirle que lo hiciera.

En todo caso, la restricción tendría que ser dictada por un juez después de que exista la expresión y jamás podría tener una orden del tipo prohibir que la persona involucrada vuelva a hacer periodismo. Para el caso de Ghitis, sería desproporcionado pensar que sus penosos tweets se conviertan en un cheque en blanco para que no vuelva a escribir columnas o no pueda trabajar en ningún medio de comunicación. Cualquier error que cometa él o cualquier persona en una publicación puede tener sanciones por las cortes, pero siempre debe hacerse sobre cada caso en particular. 

La decisión de si RCN debe o no seguir contratando a Ghitis teniendo en cuenta sus pronunciamientos en redes sociales es de ese medio. La idea de la democracia es que pueda haber una pluralidad de voces y que cada medio de comunicación pueda elegir su línea editorial y cómo la pone en marcha. 

El tweet de Petro de que hay nazis en RCN, al igual que algunos comentarios que hubo sobre el tema en redes sociales apuntan aindicar que la línea editorial de ese medio está yendo más allá de lo permitido e incluiría discurso de odio contra algún o algunos grupos. La Corte Constitucional ha dicho que, para que una expresión se pueda considerar de ese tipo, tiene que probarse la intención de causar daño y que además se pruebe que lo dicho tiene la posibilidad de causar ese daño y tener resultados violentos. Posiblemente habrá personas que consideran que RCN califica dentro de eso, pero lo que se ha visto en espacios democráticos es un uso muy limitado de ese concepto. Uno de esos casos es el de dos periodistas en el Tribunal Penal Internacional para Ruanda, condenados por incitación al genocidio por expresiones como que había que exterminar a la población tutsi “de la memoria humana” y de “la faz de la tierra”. 

En todo caso, tanto lo sucedido con Petro como la reciente publicación de Semana criticando a Cambio muestran que en unos u otros sectores se muestra desconfianza sobre una “agenda oculta” de los medios. Este fue un tema que trató recientemente la Corte Constitucional en el caso de una tutela contra W Radio y dos periodistas. El demandante decía que una publicación en la que lo acusaban de violar reglamentos de accionistas de Millonarios tenía un conflicto de interés: tanto el medio como el equipo de futbol tienen un mismo propietario. La Corte dijo que la forma en que se aborden estos posibles conflictos es algo que se debe dar en la autorregulación de esas empresas porque “es el gremio periodístico quien conoce de mejor manera estas situaciones.” Puede haber casos en los que estos conflictos lleven a tergiversaciones de lo dicho y, cuando sea claro que esto sucede, un juez puede ordenarle al medio que rectifique.

Petro, en últimas, parece plantear una preocupación sobre un sesgo en uno de los principales medios del país, pero hacer esto a través del lenguaje que estigmatiza es muy peligroso. Lo que han dicho los expertos internacionales sobre libertad de expresión es que la forma de abordar esto es crear condiciones para que existan más medios y que los distintos puntos de vista puedan competir.

Algunas personas llaman a que sea la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP)* la que solucione estos problemas: la que aleccione a los periodistas y les diga cuándo están haciendo mal su trabajo. Como lo explicaba Carlos Cortés en su columna y los maestros Ramírez, Vallejo y Villegas en una entrevista, la FLIP no puede hacer nada de eso. No es su lugar. No es ningún tipo de agremiación ni asociación ni colegio de periodistas. Tampoco es una entidad pública. Además, su solo nombre lo dice: es la Fundación para la libertad de la prensa. Es decir, está ahí para proteger a los periodistas y a los medios. No tiene ningún tipo de apellido: no es la Fundación para la libertad de la prensa ética, o la prensa de izquierda o de derecha o de centro. Decir que una entidad con esta función protege a la prensa diciéndole qué es lo que debe hacer es bastante ilógico. 

El único criterio que le importa a la FLIP para proteger a un periodista o medio es que el ataque que esté sufriendo se relacione con la actividad periodística. Si se meten más capas a ese criterio, al final solo se podría proteger a pocos y, muy seguramente, la forma de evaluar a cada quién variaría con cada empleado que llegue a esa organización y llevaría a injusticias. La restricción que le aplico hoy al que no me gusta puede terminar siendo usada para castigar mañana a mi periodista favorito.

* Por si acaso: trabajé en la FLIP durante ocho años, esa Fundación forma parte de la junta directiva de El Veinte (organización que yo dirijo) y todavía tengo lazos muy fuertes con personas que trabajan ahí o que forman parte de su consejo directivo y su asamblea.