Hace cinco años nos mudamos de la ciudad a un campo cercano. Poder seguir trabajando en colectivo, a mano y reutilizando mientras afectamos de corazón el lugar que habitábamos más allá de un apartamento de ciudad era el sueño que en ese entonces conversábamos.

Encontramos un fragmento de bosque nativo andino en el que crecen alisos y corre una quebrada que en temporadas de sol es apenas audible. Parece una banda sonora con intervenciones inesperadas de tángaras, ranas de lluvia, clarineros y pavas.

Su paisaje es verde con puntos amarillos de achicorias que vibran con el viento, los anaranjados vuelan vueltos vanesas y se quedan quietos sobre las hojas de la ortiga, o espejitos del curubo que alcanzan las alturas de los árboles en los que enredan las pasifloras hasta abrirse en flor, las trepadoras.

Nuestro primer objetivo constructivo fue un área de 108 m² que se levanta sobre una docena de pedestales que sostienen la liviandad de una estructura metálica con relleno de icopor, cemento y ceniza.

Es una suerte de material reciclado que constituye las paredes del taller en el que desarrollamos los experimentos de reutilización y reciclaje hasta convertirlos en objetos, obras de arte o espacios habitables para quienes confían a nuestras mentes, corazones y manos sus sueños vueltos encargo.

Laboratorio de sostenibilidad Fundación Promedio.

El segundo objetivo constructivo se cimentó, justo antes del comienzo de la pandemia, como palafito estructurado en madera reutilizada y su desarrollo se vio interrumpido por el decreto de aislamiento que nos obligó a parar la obra con ayudantes y nos dio el tiempo suficiente para reconocer la tierra y decidir determinados levantar la casa sobre su superficie y con ella.

Sin saberlo muy bien, pero lanzándonos al ejercicio de untarnos, nos repartimos naturalmente las tareas. La de Samuel era adentrarse en el desarrollo de la técnica de mezcla para la construcción de la casa y la mía aprender y practicar en la siembra de la huerta.

A falta de clases presenciales, nuestro hijo podría escoger entre la construcción y la siembra, mientras nosotros podíamos descansar de una actividad pasando a la otra, antes de resguardarnos del frío con nuestras imaginarias gallinas.

Proceso constructivo Palafito Montañero. Arquitecto Samuel Cñordoba O.

Haciendo honor a esos días que ya parecen lejanos, hace dos años, inauguramos nuestro laboratorio de sostenibilidad con un taller de acabados arquitectónicos en tierra para interiores, en la que los participantes se dedicaron a la preparación y aplicación de revoque y pinturas con tierra y experimentaron en sus propias manos el efecto mascarilla que deja en la piel el barro, mientras se sorprendieron con la paleta de colores minerales y la calidez que ganaba una pared con sus brochazos.

Taller de acabados interiores con tierra.

El taller de acabados interiores con tierra fue producido por la Fundación Promedio, con la guía de Samuel Córdoba, mis experimentos culinarios, la asistencia de Mariana Ramírez y la participación de Andrea Bertieri, Daniel Cantoni, Martha Cifuentes, Freddy Flórez, Alma Guillermoprieto, David Lozano Bertieri, Alirio Medina y Ana Tovar.

Preparación de pigmentos minerales.
Nuestro espacio listo para recibir los conocimientos de nuestros proximos maestros.

Es la directora de la Fundación Promedio. Estudió diseño industrial en la Pontificia Universidad Javerina y un posgrado en arquitectura y artes efímeras en la Universidad Politécnica de Cataluña.