Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
El espacio público es un medio para encontrar nuestro lugar en la ciudad, y para encontrarnos entre humanos y no humanos; es una vía para movernos hacia todo lo que nos ofrece una urbe, sepamos de su existencia o no.
En su uso, dejamos huella de nuestras rutinas, relaciones, necesidades, preferencias y miedos; de la brecha grande entre quien tiene más y quien no, entre géneros y edades, entre quienes participan mientras lo habitan o entre quienes lo transitan y se encierran. Mientras lo recorremos o dejamos de hacerlo, generamos patrones de movilidad, de intercambio y de vínculos, que se vuelven indicadores para quienes trabajan en el registro y análisis de datos con los que las entidades públicas y otras organizaciones, toman decisiones en la priorización de mejoras (en su mayoría técnicas) en pro de la seguridad vial.
Como contribuyentes y ciudadanos esperaríamos que el impulso, los recursos y equipos para mejorarlo y mantenerlo alcanzaran para el anhelado bote del concepto de seguridad al de bienestar. Como mujeres nos urge abarcarlo.
Me enteré de la intervención urbana por un álbum de fotos del proyecto que publicara a comienzo de año Arquitectura Expandida, el laboratorio ciudadano de autoconstrucción que lidera Ana López Ortego, activista y arquitecta. Las imágenes congelaban gente pintando pavimento, andenes y muros de una calle de Barranquilla. Esa noche dormí con la imagen del mural de Marvel Moreno y la curiosidad de saber qué había detrás de esta acción. A los pocos días conversamos, mi rol fue de el de escucha y lo comparto en tres partes:

El proyecto
“Urbanismo Táctico está financiado por la GIZ Colombia y ejecutado por Despacio, en alianza con las Alcaldías de Barranquilla, Bucaramanga, Pasto y colectivos locales. A través de este se busca desarrollar, implementar y llevar a cabo acciones de urbanismo táctico con enfoque de género para aumentar el espacio peatonal y la caminabilidad de las mujeres, niños y niñas de cada ciudad para recuperar el espacio público y mejorar la seguridad vial y personal de peatonas y ciclistas”.


Marina Moscoso

“Soy graduada en Relaciones Internacionales, con una maestría en Gestión Urbana. Desde 2016 estoy trabajando en Despacio, una organización colombiana que promueve la calidad de vida en las ciudades a través de proyectos, experimentos y eventos.
Nuestra filosofía es suscitar ciudades lentas o a la velocidad adecuada. Fomentamos la baja de velocidad de los vehículos que transitan las ciudades para reducir siniestros que no queremos llamar accidentes porque se pueden preveer. Funcionamos como consultora por proyectos y buscamos trabajar con temas de promoción de movilidad sostenible. Desde 2017 empezamos a trabajar con temas de género y transporte, a través de una investigación sobre los patrones de movilidad en Bogotá. Analizamos la encuesta de movilidad con enfoque de género para hacer un diagnóstico de cómo se mueven las mujeres en términos cuantitativos.
Esta investigación fue autofinanciada y desde entonces no hemos parado de trabajar para encontrar cómo se sienten las mujeres en cuanto a su movilidad. Despacio no es un instituto académico, sino un centro de investigación práctico en donde intentamos aplicar lo que dice la academia a nuestra realidad a través de las políticas públicas. Nuestro proceso de investigación se ha enfocado en la movilidad activa, es decir a caminar y a montar en bicicleta.
En 2020 con la GIZ a través de Dkti (Transporte urbano sostenible en ciudades intermedias), empezamos un diagnóstico sobre la movilidad de niñas y mujeres mayores en las ciudades intermedias de Colombia (Barranquilla, Bucaramanga y Pasto). Esta investigación desarrolla un análisis de datos cuantitativos. En las tres ciudades estimamos que la distribución de género es similar (90 % de los ciclistas hombres y 10 % mujeres) que es un porcentaje de mujeres muy bajo en término de ciclistas. Bogotá, por ejemplo, tiene 75 % y 25 %. Analizamos las encuestas de movilidad en Bogota de 2011 y la de 2015 e identificamos la disminución en el porcentaje de mujeres ciclistas. Todas las políticas que se promovieron en cuanto a movilidad durante ese tiempo no tuvieron en cuenta el enfoque de género y terminaron beneficiando solo a los hombres.
Si no tenemos políticas públicas específicas que tengan en cuenta las necesidades y barreras para el uso de la bicicleta por parte de las mujeres, no vamos a lograr que se monten a una bicicleta. La mayoría de los viajes a pie son de mujeres, pero la experiencia de su caminata suele ser terrible (según la investigación), así que nuestro objetivo es mejorarla. Para esto identificamos en las tres ciudades dos grandes obstáculos: la inseguridad personal y la seguridad vial, y en consecuencia, unas preguntas que nos podemos formular como mujeres: ¿me van a acosar, me van a atropellar o me van a robar?

La investigación la encuentran para descargar en nuestra pagina, se llama “Género y movilidad activa: acciones para no dejar a nadie atrás en Colombia”.
La siguiente fase del proyecto es la que estamos desarrollando con Arquitectura Expandida: Urbanismo táctico con enfoque de género. En nuestro trabajo conjunto estamos uniendo dos visiones; la gestión de proyecto y la articulación con colectivos locales. En cada una de las tres ciudades tenemos una organización colectiva, con la que trabajamos en el diseño.
Sabemos que en términos de seguridad vial no hay nada especial que hacer para las mujeres, más que ejecutar bien los diseños que obedecen a la seguridad vial. Necesitamos garantizar infraestructura segura, y comprender que la seguridad personal involucra muchas esferas del conocimiento y el concepto de ciudad más allá de infraestructura. Cuando los ingenieros la están diseñando, piensan de forma bastante simplista, en tramos. Es necesario pensar en el contexto de la calle y en los patrones de viaje de las mujeres en específico. Por ejemplo, en Bogota encontramos que las mujeres son más víctimas que los hombres en vías secundarias; hay un mayor número de hombres víctimas de siniestros, lo cual se relaciona con la masculinidad hegemónica, en la forma como la cultura define la manera cómo nos comportamos en la vía.
Esta masculinidad se ve representada en que de cada cuatro victimas fatales, tres son hombres. En vías intrabarrios son más las mujeres víctimas que los hombres. Las mujeres están caminando más por estas vías y la estructura de estas calles secundarias se encuentra en mal estado. El enfoque de género nos ayuda a entender que hay unos patrones de los estereotipos y sus percepciones: las mujeres son asumidas como las cuidadoras que llevan y traen niños y hacen mercado. Si queremos promover que las mujeres utilicen más la bicicleta, podríamos enfocarnos en las vías secundarias como prioridad”.
Ana López Ortego

La estructura general de este proyecto lo financia la GIZ, la cooperación alemana en el marco del proyecto DKTI, en asocio con la Secretaría de Tránsito, dirige Despacio, y Arquitectura Expandida diseña y media en su revindicación de la ciudad de abajo arriba.
Como organización, estamos contrariados en la forma segregatoria en la que se definen las políticas públicas con metas que no se articulan entre Secretarías, y en esa grieta, encontramos la oportunidad potente de este tipo de intervenciones, y de trabajar con una colectiva local.
En Barranquilla trabajamos con La Cuadra Bacana, gente con un compromiso muy fuerte. Logramos configurar un matriarcado emocional en el que hacemos más que cumplir con un pliego de condiciones, y asumimos nuestro trabajo con mucha libertad. Decidimos concentrar la intervención en un callejón de Barranquilla en la Calle 50 entre Carrera 44-45 (por datos de las encuestas de percepción), que lo identificaban como un punto de inseguridad.
Fueron 210 metros lineales de calle con muros ciegos. La intervencion en ese lugar tenía que ser vial y puramente técnica, para definir el ajuste del espacio peatonal e intervención del muro, así que para provocar la articulación entre Secretarías y a la vez reflexión, decidimos hacer algo en los muros; un trabajo de mediación con el colegio de la zona, los peatones, las instituciones públicas, los colectivos de base y los vecinos.
La Cuadra Bacana aportó la idea de hablar de mujeres emblemáticas de la cultura barranquillera (Meira Delmar, Esthercita Forero, Clara Cortissoz y Marvel Moreno), mujeres que no necesariamente son conocidas por todos en el contexto barranquillero y que por esa misma razón pueden suscitar la curiosidad de quienes las vean. Fuimos encontrando muralistas locales que en un ejercicio de seducción íntimo y político, terminaron configurando diferentes capas de lectura en un museo a cielo abierto, mientras promovemos la reducción de velocidad.
A partir de esta intervención táctica, motivamos a otras intervenciones técnicas y estéticas, como también a reformas, por ejemplo, de iluminación. Este tipo de proyectos no termina el día de cierre de la intervención, son mediaciones culturales que apenas se empiezan a activar. No nos apetece adornar superficialmente, sino generar lectura, retomar procesos anteriores y motivar procesos pedagógicos. Hemos estado acostumbrados a que estas dinámicas de intervención urbana ocurran en Bogotá, y hemos podido tener una discusión técnica en torno a la seguridad vial y a la inequidad de género en ciudades intermedias y carrocentristas. Los planes de desarrollo están enfocados en el aumento de la peatonalización, pero la realidad es que nadie quiere peatonalizar, entonces nos apetece vincularnos a estos proyectos porque son una provocación para desde las alcaldías asumir un compromiso al respecto”.