Arranca una nueva legislatura y un nuevo Gobierno en el que uno de sus proyectos bandera es una “nueva” reforma tributaria. Les anticipo un resultado: adicionará nuevos enredos a nuestro complejo sistema tributario y estará aún más lejos de servir al contribuyente.

En todos los círculos sociales, económicos, gubernamentales, empresariales y noticiosos se discuten los efectos de la nueva reforma tributaria, anunciada con bombos y platillos, “para la igualdad y justicia social”. Independiente del resultado final que veremos en unos meses, este es un nuevo capítulo de la inexorable enredada burocracia y reglamentaciones en las que se ha convertido nuestro sistema tributario.

El director de la Dian es confuso (vea el trino), explicando tan solo uno de los potenciales cambios, en este caso en las pensiones, las UVT y el respectivo impuesto. Además, concluye: “La tributación es complicada, y el sistema tributario colombiano es susceptible de muchas mejorías para hacerlo más simple”. ¿Por qué se da por sentado que es complejo? La realidad se diseñó complejo.

Otro ejemplo es el de la honorable senadora Zuleta, quien indica que “bajar altos salarios e ingresos es una tarea de la reforma tributaria”. En otro comunicado conjunto con otros colegas, precisa además, que debe incluir al sector privado. No hay que ser experto para saber que limitar salarios no es labor de una reforma tributaria.

Pero además, en el sector privado la guía general de pagos y en particular de altos cargos está atada a la generación de valor. Por supuesto que salarios y bonificaciones se afectarán, pero no tiene sentido limitarlos. De hecho, entre más ingresos de una persona más tributa y eso beneficia al sistema. Entender un concepto y ciclo básico debería ser un pre-requisito para un legislador, pero esta es una muestra más de la idoneidad de algunos quienes la discuten.

Una vez presentada la reforma en el Congreso, se inicia una álgida discusión y negociación alrededor de los impuestos y tratamientos particulares a productos como el azúcar, alimentos ultraprocesados, pensiones, dividendos, utilidades, el carbón, el petróleo, el ICA, el ecoturismo, la economía naranja, las zonas francas, el 4/1000, etc.

Así mismo, posibles cambios para regímenes o sectores especiales, como el de magistrados, congresistas, magisterio, hípico, etc., probablemente impulsados en su momento para pagar favores o congraciarse con el grupo de interés de turno.

Esta reforma tiene un hecho en común con las anteriores: no está pensada para el contribuyente ni parece comprender que entre el sistema sea más simple es más fácil de controlar, y lo mejor para todos es hacerle fácil la tarea al contribuyente.

La simplicidad debe ser la regla

Este sistema ha venido acumulando parches desde hace muchos años. No importa el Gobierno; cada nueva administración trae una o más reformas según sus intereses de momento, además prometiendo que será la definitiva.

El contribuyente, bien sea persona natural o jurídica, debería ser el eje y centro de cualquier reforma. Recaudar sus tributos es un servicio por el cual está pagando y la liquidación de impuestos debería ser una tarea sencilla y clara.

En cualquier sistema el contribuyente debería ser percibido como un cliente y no como un enemigo al que se le debe instigar y perseguir. La Dian continua siendo la que en su entonces directora Fanny Kertzman promovía con unos perros bravos; ahora lo hace con herramientas digitales. Pero, en el fondo, no ha evolucionado en su concepción y sigue siendo una jauría que persigue al contribuyente, en lugar de ayudarlo.

Una real revolución tributaria debería enfocarse en servir al contribuyente, eliminando y simplificando este intrincado sistema, por uno con unos tres a cinco tributos básicos con niveles diferenciales.

Por ejemplo, podría existir un impuesto generalizado de IVA con niveles incrementales según el bien o servicio: bienes de la canasta familiar sin gravar; otros como el café o servicios profesionales con 10%, otro grupo como por ejemplo alimentos que genere efectos negativos en la salud un 30%; para bienes suntuarios como un auto de lujo o agua embotellada de Suiza (que genera una inaudita e innecesaria huella de carbono) tal vez un 100% o más.

Las utilidades también podrían gravarse con un impuesto simple que, de igual forma, también podría ser diferencial según el tamaño de la empresa o su nivel de ventas. Dejemos de pensar en excepciones, regímenes especiales o enmarañadas concesiones.

Por qué no impulsar un único impuesto a la nómina, que elimine toda la parafernalia e intrincada carga parafiscal que inflexibiliza la contratación laboral y que la Ugpp fiscaliza con ansia de encontrar un error y multar.

Hoy en día una empresa, formal sin importar su tamaño, debe presentar casi 200 formas por año, entre impuestos locales, nacionales, contribuciones, informes, estampillas, parafiscales, formularios, etc., con toda suerte de interpretaciones, rezando o haciendo chulo esperando el más reciente concepto no cambie su interpretación y para completar que la página web de las instituciones recaudadoras “no esté caída”. Esta labor, lejos de generar valor, incrementa el costo para todos.

Para personas naturales, el impuesto debería ser dirigido a los ingresos con deducciones básicas de educación o vivienda, sin tanto régimen de excepciones, topes o condicionantes, si es trabajador de algún sector o el valor de las UVT.

Así mismo, para las personas naturales y jurídicas, cualquier impuesto debería estar orientado a la generación de riqueza no a su tenencia, que ya de por si tiene otros tributos (patrimonio, predial) y  un intrincado concepto de deducciones según UVT que nuevamente pueden tener diferentes interpretaciones.

Para estimular algún sector o actividad, simplemente se cambia transitoriamente a un porcentaje de menor tributación, sin necesidad de desarrollar toda una serie de condicionamientos que nuevamente enreden el sistema tributario.

Con un sistema más simple, se podría reducir el tamaño de la burocrática y gigantesca Dian o la Ugpp y su labor sería más simple y productiva. Fiscalizar los ingresos y unas deducciones simples sería muy productivo y con las ayudas electrónicas actuales sería más rápido y sencillo.

Si pretenden recaudar más, enfóquense en el contribuyente y hagan que crezcan sus ingresos y utilidades, estimulen en lugar de atacar y reitero un elemento que se olvida: simplifiquen el sistema.

Finalmente, para hacer la reforma tributaria más equitativa, el foco no debería ser el recaudo, sino la distribución de los recursos que llegan a esta gran bolsa. Si bien el contribuyente es el cliente, el consumidor es el ciudadano (no el Gobierno). En el uso adecuado y eficiente de los recursos es donde se logra la real equidad, el resto es pura carreta para justificar la cada vez más obesa burocracia.

Un desafío simple al que invitaría al ministro Ocampo, el director Reyes de la Dian y alguno de los nuevos expertos en presupuesto, como los honorables senadores Zuleta o Escaf, es: seleccionen a un grupo de sus mejores empleados o miembros de la UTL. Así mismo a un pequeño grupo de 3 a 4 empresas de diferente sector y tamaño. Una vez seleccionadas, que cada funcionario elegido se encargue, de manera independiente, de calcular el impuesto a pagar de un par periodos de alguno de los tantos formularios o la declaración de renta.

El primer y principal indicador para evaluar su gestión y la efectividad de la “nueva” reforma es: que el resultado que obtenga cada funcionario sea el mismo y no tengan diferencias entre sí; el segundo, que tarden menos de 2 horas. Si el cálculo de una misma liquidación de la misma empresa difiere entre las personas o no lo entrega a tiempo, fracasaron y esta reforma tributaria será una nueva colcha de retazos, que no está enfocada en quien debería ser: en el contribuyente.

PD: tristemente esta columna podrá leerse en un par de legislaturas y, en cualquier caso, en cuatro años. La capacidad de aprendizaje de nuestros gobernantes y legisladores es nula.

En mi formación académica soy Microbiólogo, Ing. Industrial y Magister de Ingeniería Industrial de Uniandes, en la vida profesional consultor y socio fundador de Decisiones Logísticas. Más de 20 años de experiencia especializados en diseño y desarrollo de modelos matemáticos, de la red logística...