Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Esta columna fue escrita en coautoría con Guibor Camargo (@GuiborCamargo) y Renzo Clavijo, profesor de la Escuela de Finanzas, Economía y Gobierno de la Universidad Eafit.*
Colombia destaca como uno de los mejores lugares en Latinoamérica para el desarrollo de startups en la industria FinTech. Esto se debe a varios factores: la digitalización de la banca tradicional, la disponibilidad de talento humano especializado, el dinamismo de las inversiones extranjeras y, especialmente, el alto porcentaje de población excluida del sistema bancario que busca servicios financieros inteligentes y flexibles.
Todo esto crea un entorno propicio para el florecimiento de estas empresas, cuyos servicios alternativos generan un impacto significativo. De hecho, hasta la fecha actual, 5 de las 20 startups colombianas con ingresos superiores a los 30 millones de dólares en la última década son empresas FinTech.
Sin embargo, no todo ha sido, ni es, ni será color de rosa. En el fondo, el desafío de atender a la población históricamente excluida del sistema financiero conlleva grandes riesgos. No solo las empresas que forman parte de esta revolución arriesgan sus vidas, sino también el desarrollo y el futuro económico de la población a la que atienden.
Aunque algunos en la industria sostengan lo contrario, incluso el uso de nuevas tecnologías como Blockchain, IA y computación en la nube puede no ser la panacea que todos esperan. En este artículo, hemos recopilado las opiniones y observaciones más relevantes de expertos tanto de la industria como de la academia sobre el potencial y los riesgos de esta nueva generación de servicios financieros.
Dedíquenos unos minutos de su tiempo para explorar qué implica el sector FinTech, su ciclo de negocio, los riesgos para los empresarios y los clientes, y, sobre todo, algunos de los mitos en los que creer puede poner fin a la vida de las empresas y al desarrollo económico de la población atendida por este sector.
FinTech: crédito digital, inclusión financiera, ciclos de negocios y scores alternativos
Solo en Colombia, las startups del sector FinTech representan el 15,3% de las empresas mapeadas en el Colombia Tech Report. Incluso, 5 de estas FinTech están hoy entre las 20 startups colombianas que lograron capturar más de USD 30 millones entre 2013 y 2023 (Addi, Bold, Treinta, Credivalores y Movii).
Pero, ¿qué son las FinTech? ¿De qué trata este mundo? Aunque en este artículo profundizaremos particularmente sobre cómo el microcrédito digital irrumpe en la industria, lo cierto es que el mundo FinTech es complejo y diverso, y está compuesto de al menos 5 líneas de negocio diferentes: pagos digitales, RegTech, crédito digital, CrowdFunding y factoring, como se amplía en este video de Colombia FinTech.
En el caso del microcrédito digital las innovaciones son varias, pero inicialmente consiste en digitalizar y simplificar el proceso de solicitud de un crédito, incluso hasta llegar a la creación de entidades financieras 100% digitales o virtuales.
Dado el acelerado proceso de democratización de la tecnología y la información, millones de personas pudieron acercarse a estos nuevos jugadores digitales en busca de financiación con tan solo un clic, y/o al alcance de sus celulares.
Así, rápidamente era evidente el descubrimiento de una gran demanda por servicios financieros de parte de una población que le era fácil acercarse a estas entidades, así fuese solo para crear una solicitud.
De este modo se hace evidente que la tan anhelada inclusión financiera (“acercar al sistema financiero formal a personas antes excluidas del mismo”) podría tener un gran impulso derivado de la digitalización de las entidades financieras, y la masificación de información.
Y es en este punto, donde se configuran nuevos ciclos e ideas de negocio, y donde comienza a surgir un estrecho matrimonio entre el mundo de la tecnología, la modelación matemática, la IA y el mundo financiero: pues era y es muy clara la necesidad de evaluar de manera alternativa a estos segmentos de la población que no cumplen con los estándares de la banca tradicional sobre lo que es un cliente ideal de crédito.
Nacen los scores alternativos y se fortalece el uso intensivo de inteligencia artificial alimentada con una nueva generación de fuentes de información: redes sociales, seguimiento a través del GPS del celular, análisis geográfico, etc.
En este artículo exploramos dos componentes principales de la revolución en los microcréditos digitales de las FinTech: la inclusión financiera y el modelo de negocio, analizando en qué consisten, sus beneficios, sus mitos, sus riesgos y las oportunidades de mejora dentro de esta naciente industria.
La inclusión financiera
¿Cómo hacen las empresas de crédito digital para materializar la inclusión financiera? La respuesta es tan simple como contundente: prestando plata (directa o indirectamente). Aunque no todas las FinTech buscan hacer inclusión financiera, lo cierto es que este sonoro concepto es casi una parte intrínseca de la mayoría de modelos de negocio en esta industria, o cuando menos parte del argumento de venta.
La manera en que lo hacen es muy diversa: desde créditos de libre inversión, cupos rotativos, tarjetas de crédito físicas e incluso virtuales (como la de NU-bank). Cada empresa tiene su estilo y sus condiciones, pero lo verídico es que empresas como Cívico, Finaktiva, Quipu y Juancho presta, que tienen estas opciones de crédito digital orientado a la inclusión financiera, han venido capturando cada vez más la atención de las personas en los últimos años.


Por otro lado, lo verídico también es que esta democratización del crédito sí le está sacando un mordisco al mercado de créditos ilegales (el gota a gota). Por ejemplo, en un sondeo realizado por la FinTech Cívico (especializada en créditos digitales de bajo monto a pequeños comercios, en la que también se cuenta con un ecosistema de medios de pagos, digitalización y capacitación financiera para microempresarios) a un conjunto de más de 7.000 solicitantes de microcréditos, al menos el 12% reportaron haber tenido anteriormente créditos con el gota a gota (claro está que esta métrica es desde el autorreporte y el porcentaje podría ser mucho mayor).
También lo verídico es que las condiciones de los créditos gota a gota son terribles para las personas: pues la mayoría funcionan con tarifas mensuales de hasta el 30% (¡360% anual!) del monto desembolsado, comparado con una tasa de interés en un banco formal que hoy oscila entre el 1.6% y el 3.5% efectivo mensual.
¿Tarifa? Sí, en términos técnicos, es una tarifa porque el pago no depende del plazo de la obligación. ¿Como así? Es decir, tan pronto el gota a gota le entrega el dinero a sumercé, ese 30% “mensual” usted lo tiene que pagar, sea que lo pague al fin del mes, al día siguiente, a la semana siguiente, ¡o al minuto siguiente!, y mire a ver si no paga a ver que es que le pasa.
Igualmente verídico es que a pesar de que muchos de estos créditos son de bajo monto (de menos de 10 millones de pesos), pueden tener unos usos increíblemente útiles para la población económica y/o financieramente vulnerable: algunos los usan para el pago de proveedores, otros para apalancar producción, otros como seguro de desempleo, otros para el pago de nóminas, otros para pagar el colegio o la universidad del hijo/a etc. Pero sí, en últimas, estos nuevos formatos en los servicios financieros, pueden ser un gran alivio para la población.

Sin embargo, y a pesar de que hay casos puntuales de éxito en el uso de los créditos digitales de las FinTech, aseverar que estos productos financieros tienen un efecto neto positivo sobre el bienestar y el crecimiento económico de toda la población financieramente excluida es una afirmación que fácilmente oscila entre lo cuestionable y lo simplemente mítico.
Hay investigaciones que señalan la existencia de efectos negativos en el bienestar y en el sobre-endeudamiento en algunos grupos poblacionales.
Si bien es cierto que durante la pandemia hubo una gran demanda por estos servicios, lo verídico es que estos, como cualquier producto financiero, pueden tener un efecto negativo muy importante para las personas, en especial en escenarios de incertidumbre: por ejemplo, cuando las personas subestimaron los efectos económicos de mediano y largo plazo de la pandemia, pero durante la misma se endeudaron, esperando que más adelante la cosa mejorará y no fue así.
Muchas de las personas luego, en el coletazo económico de mediano plazo, vieron disminuido el gasto de sus clientes en el caso de los comerciantes, o los recortes de personal en el caso de los trabajadores; es más, muchas quedaron desempleadas o tuvieron que cerrar sus negocios, quedando con más deuda y hasta cero ingresos.
Más allá del mito, lo importante es que la industria sigue teniendo un concepto de inclusión muy simple: si incluir es solo prestar, entonces el concepto de inclusión está disociado de la idea de crecimiento económico y de bienestar integral para la población financieramente excluida.
Ahora bien, otra cosa interesante, es que del sondeo de Cívica también sale a la luz algo muy importante, y es que 47,1% (casi la mitad) de las personas que buscan acceder a estos servicios alternativos de crédito están o han estado reportadas en las centrales de riesgo: es decir, son personas que ya estuvieron en el sector financiero y, por mil razones, quedaron con un mal reporte.
Quizá en este sentido, la narrativa de inclusión financiera de las FinTech sea un mitad verídica mitad mítica: es decir, lo que algunas de las empresas terminan haciendo es un proceso compuesto por mitad inclusión mitad “reinclusión” (algunos lo llaman incluso rehabilitación financiera).
Una pregunta que muchas de estas empresas no han resulto es precisamente ¿qué porcentaje de inclusión estoy haciendo y cuánto es de reinclusion? Complementariamente, una pregunta en el mismo diseño y estructuración de los productos financieros podría ser ¿es lo mismo prestar para incluir que prestar para reincluir?
En esto hay algo de dramático, pues hay personas que acceden (a veces de manera innecesaria) a estos servicios financieros con la expectativa de que pagando bien estas obligaciones, mejore su calificación en las centrales de riesgo (como datacrédito): lo cuál puede ser una expectativa falsa por dos cuestiones.
- Muchas de estas FinTech no reportan información a los centrales de riesgo
- Aun si lo hiciesen, si las obligaciones previas con el sector formal siguen vigentes, tener más endeudamiento posterior, incluso puede llegar a empeorar su calificación, y alejar a la persona más de los servicios de los bancos tradicionales: créditos más flexibles, más baratos y de mayor monto.
También está el lío “digital” de la “inclusión digital”: usualmente la persona a la que se la hace el desembolso no es la persona que llenó la solicitud. Y acá no estamos hablando de robo/suplantación de identidad (que también pasa mucho y de manera más masiva y sofisticada por tratarse de medios digitales), sino de simple analfabetismo digital: la mamá le pide a la hija que le llene el formulario porque no sabe como usar el celular o ni entiende de servicios financieros por medios digitales.
Es decir, sí existe, y no se ha medido al día de hoy su tamaño, una barrera intelectual y tecnológica en el acceso a estos servicios, que puede ser mucho más grande y relevante de lo que muchos están pensando.
Sí, esta inclusión tiene un sesgo que va mucho más allá del tratamiento que se le puede dar con una “buena experiencia de usuario” en las aplicaciones y páginas web. Aunque claro, esto es un tema que el sector no puede abordar solo, pues es, como muchos intuyen, un tema de política pública también.
Para plantear la dimensión del asunto, de acuerdo a la Gran Encuesta TIC de 2017 realizada por el Dane, el 43% de adultos mayores a 55 años no usa internet porque no sabe cómo usarlo. No obstante, de este grupo el 63% usaría internet si alguien les enseñara cómo hacerlo.
Incluso, que los productos se ofrezcan digitalmente (en especial en los productos/campañas/programas que buscan beneficiar a una población específica) no es una garantía para la superación de problemas antiguos como los polizones.
En una investigación en la India (aún en desarrollo) sobre seguros digitales orientados a mujeres campesinas sin tierra, se encontraron casos en los que los hombres de la familia ponían a las mujeres a llenar las solicitudes con sus datos y documentos, y luego se quedaban con el control del capital ellos, dejando a las mujeres con la deuda y sin el capital.
En síntesis, entre el desconocimiento de si se incluye o se reincluye a las personas en el sistema financiero tradicional, la falta de un buró FinTech alternativo que provea información a las centrales de riesgo tradicionales, y el bajo alfabetismo financiero y digital de la población, el sueño de la inclusión financiera de esta revolución, queda casi que relegado a la categoría de mito.
Pero no todo está perdido o difuso, hay cosas que el sector puede impulsar para mejorar esto: capacitar financieramente antes de prestar, afianzar redes cooperativas de información entre las mismas FinTech (incluso por qué no a través de tecnología BlockChain), manejar modelos mixtos en donde también haya un cara a cara con el cliente final, y sobre todo, ampliar el concepto de seguimiento posdesembolso a algo más allá del registro de pagos o impagos, sino que capture algo sobre el desempeño económico de las personas y el desarrollo de su bienestar material e inmaterial -con 3 a 5 preguntas hechas a los clientes a lo largo de la vida del crédito se puede llegar a hacer una gran diferencia a la hora evaluar los efectos de los microcréditos en los consumidores, brindado una información invaluable para la construcción de relaciones gana gana entre las personas y las FinTech.
Ahora bien, el sector tiene un gran reto, pendiente desde hace ya una década, y es avanzar sustancial y masivamente en la alfabetización digital (¡de todos los grupos de edad y no solo la infancia y la adolescencia!), así como también garantizar el acceso a internet y tecnología de uso barata y de calidad.
Ciclo y modelo de negocio
El ciclo del negocio, entendido acá como la operación regular de las empresas de cara al usuario final, es casi igual entre bancos tradicionales como en FinTech de crédito digital: esto porque también la misma banca tradicional se ha digitalizado casi por completo.
Sin embargo, una de las diferencias cruciales está en el “onboarding”: el momento en el que el cliente ingresa y crea un usuario por primera vez en las plataformas, en donde las FinTech adquieren una gran cantidad de información directa de los clientes, así como también (en muchos casos) un serie de permisos legales adicionales para hacer uso de “información personal alternativa” (movimientos en el celular, redes sociales, coordenadas, métricas de uso de aplicaciones, etc).
El resto del ciclo es muy similar: se llena una solicitud, se espera la decisión de aprobación (en muchos casos casi inmediata) y, en caso de una aprobación, se espera la realización del desembolso (por lo general entre 1 a 10 días hábiles dependiendo de lo ágil que sea la empresa en cuestión).
Sin embargo, donde hay diferencias estructurales entre la banca tradicional y las FinTech de microcrédito digital es en el modelo de negocio. Podemos resaltar 5 puntos desde la perspectiva de las empresas prestadoras de estos servicios financieros.
La primera gran diferencia es el origen de los fondos. Mientras en la banca tradicional el dinero de los créditos proviene principalmente de las cuentas de ahorro, certificados de depósito y en últimas de préstamos de otros bancos o del mismo Banco de la República, en las FinTech muy frecuentemente el dinero proviene de inversionistas directos a forma de equity (capital de riesgo) o préstamos directos con estos mismos inversionistas.
Del mismo modo, la manera en la que un banco tradicional logra ampliar su capacidad de colocación de créditos (lo que se conoce como originación) es aumentando el capital en ahorros o accediendo a préstamos interbancarios. Y las FinTech amplían su capacidad de colocación a partir de una mayor captura de capitales de riesgo.
En síntesis, si bien un banco opera buscando disminuir el riesgo para los ahorradores (o depositantes), las FinTech buscan ser lo suficientemente atractivas como para que los inversionistas estén dispuestos a exponerse al riesgo.
Otra gran diferencia está en el nivel de regulación. Mientras que las banca formal está obligada a hacer públicos sus reportes financieros y de exposición al riesgo, las FinTech de microcrédito digital no.
La razón de esto es evidente: la banca formal está fuertemente regulada con el fin de disminuir la probabilidad de quiebra, y así evitar los altos costos sociales y económicos que implica que un banco no pueda cumplir sus obligaciones con el público y en especial con los ahorradores; y, por su parte, las FinTech de microcrédito digital no están reguladas en ese sentido, básicamente por que el contrato implícito y explícito entre ellas y los inversionistas, consiste en exponerlos de manera consensuada al riesgo: los inversionistas saben que se exponen.
Finalmente, otro de las grandes diferencias entre la banca tradicional y las FinTech de microcrédito digital es que en los bancos gran parte de la valoración del riesgo de un crédito incluye (casi siempre) una garantía individual por parte del prestatario.
Es decir, que parte del riesgo se administra por los posibles activos embargables con los que el cliente podría responder en caso de no pago (la motico, la casita, esos fonditos puestos en acciones de ecopetrol o en la bolsa, etc).
En las FinTech de microcrédito digital en especial, esto no se utiliza: en cambio, se emplea una exhaustiva medición de la probabilidad de pago (a través de modelos de IA por ejemplo), y el pago por parte del cliente de un seguro colectivo (que oscila entre el 7% al 11% del valor desembolsado).

Por otro lado, desde la perspectiva del consumidor o cliente, la gran ventaja diferencial es del microcrédito digital frente a la banca tradicional, es igualmente la no exigencia de garantías individuales.
Del mismo modo, la reducción de los costos en las cuotas mensuales a partir de la no exigencia de seguros de vida o desempleo en los créditos. Y finalmente, en muchos casos, la posibilidad de acceder al crédito independientemente del reporte en centrales de riesgo: esto, pues, algunas FinTech de microcrédito digital, o bien le dan una lectura parcial o probabilística a estos reportes, o bien de facto estratégicamente no las consultan par reemplazarlas con scores de IA y tecnología de verificación de identidad (como en el caso de Cívico).
Adicional a estos beneficios para los consumidores, es verídico que las FinTech de microcrédito digital también aportan en términos de beneficios sociales frente a los créditos tradicionales en dos sentidos.
Por un lado, los trámites de desembolso que gestionan las FinTech son procesos 100% digitales, libres de papel, que reducen significativamente el esfuerzo en tiempo y dinero que un consumidor haría para obtener un crédito de la banca tradicional.
De otra parte, es verídico también, que la oferta de microcrédito digital a través de las FinTech es una opción de financiamiento que le resta participación de mercado a las opciones de crédito informal a través de prestamistas gota a gota, eliminado el riesgo a la integridad física y psicológica de los clientes.
Sin embargo, también en torno al modelo de negocio de las FinTech de microcrédito digital hay varios mitos o malentendidos, que podemos evidenciar. El primero, y como se puede ver acá, es que la gran mayoría de estas no son bancos, y están más vinculadas a las lógicas del mercado de valores e inversión capital de riesgo que al funcionamiento bancario tradicional.
Del mismo modo, otro mito es que el perfil del riesgo empresarial es el mismo en un crédito tradicional que en microcrédito digital: esto no es cierto, porque las garantías individuales exigidas por la banca tradicional cubren mucho más capital que los seguros exigidos por las FinTech de microcrédito digital.
En este sentido, el modelo de gestión de riesgo en la banca tradicional está más orientado a una individualización del riesgo, mientras que en la FinTech de microcrédito digital la estrategia de gestión del riesgo está más orientada a una colectivización del riesgo en toda la cartera.
Así mismo, en efecto, las FinTech de microcrédito digital están mucho menos reguladas que los bancos, en parte porque el capital con el que operan es, a diferencia de un banco tradicional, mayoritariamente proveniente de inversionistas: de capital de riesgo.
Todo esto, por lo general, implica que las FinTech de microcrédito digital están expuestas a mucho mayor riesgo que un banco, no solo por el tipo de población a la que buscan atender, sino también por el modelo de negocio detrás de ellas.
Por esto, las FinTech son más sensibles a las noticias y/o rumores, buscan una mayor exposición a los medios, y están permanentemente en ciclos y rondas de inversión, pues esa es su naturaleza en el fondo: un mecanismo de inversión.
Esta naturaleza accionaria, como podría esperarse, implica toda una serie de riesgos, a veces no tan evidentes. La presión afanosa por mostrar crecimiento a los inversionistas, por mostrar innovación ante la competencia, y por sacar una tajada lo suficientemente jugosa del mercado de inversiones, combinado con una cultura de gestión del riesgo tipo “Shark Tank-Wall Street Wolf” (cultura de inversionista en bolsa), pueden ser un cóctel mortal para muchas de estas empresas.
Aun con toda la tecnología disponible (computación en la nube, IA, blockchain, capital humano altamente calificado, etc.), existe un alto riesgo de muerte por la presión que tiene la startup de mostrar crecimiento que le permita alcanzar economías de escala.
Este objetivo es un interés de primer orden para los inversionistas. ¿Cuál es la estrategia de fondo para lograr esto? Colocar créditos en segmentos más riesgosos de la población y, mediante el uso intensivo de nuevas tecnologías, tratar de extraer hasta el último centavo de beneficio posible. “Hacer un raspado quirúrgico de la olla: pero a veces el hambre es más grande que la paciencia, y muchas terminan comiendo arroz quemado”.
Es en este contexto, donde surge uno de los temas más relevantes y neurálgicos de toda esta revolución FinTech, y en especial de las FinTech de microcrédito digital: el uso de inteligencia artificial, y la creación y formulación de “scores alternativos”.
Pero este tema de los scores alternativos es todo un mundo: con sus complejidades, componentes, ventajas, riesgos, mitos y verdades. Acompáñenos entonces, en una próxima entrega, a juntos sumergirnos de lleno en la caja negra de la IA aplicada al mundo de las microfinanzas, y donde podrá conocer de fondo la construcción de estos scores, y sus implicaciones sobre la vida de las empresas y el desarrollo económico de las personas.
*Disclaimer: Guibor Camargo, uno de los autores del presente artículo, es, a la fecha de publicación de esta columna, director de ciencia de datos en Cívico. El artículo fue revisado también por el equipo directivo de Cívico previo a su publicación. De igual manera, el código para la producción de las gráficas y el acceso a las bases abiertas empleadas está en siguiente repositorio de GitHub.