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Este artículo plantea cómo Amy Winehosue es un caso emblemático de muerte por amor… romántico y, cómo, con educación, podemos evitar estas muertes tan poco naturales.

In memoriam Amy Winehosue

Ya es casi un lugar común decir que a Amy Winehose (14 de septiembre de 1983- 23 de julio de 2011) la mató el amor.

He leído varios libros y muchos artículos sobre el tema. Entre ellos me gusta “Love Kills: The Story of Amy Winehouse” de Julieta Sanguino: su punto es que a Amy la mató, no haber escogido al hombre equivocado, que fue el que escogió, sino su propia vulnerabilidad. No es un artículo denso pero trae muy buenas fotografías. Otro muy bueno, y más completo y profundo es “Amy Winehouse murió por amor” de Anita de Anita Botwin, donde la autora feminista, discute a profundidad el asunto del amor en Amy Winehouse. 

Sin pretender hacer un análisis psicológico de la personalidad de Amy, lo cual escapa a mis conocimientos, sí hay un tema que me gustaría plantear porque pienso que Amy Winehouse es lo que podría llamarse un caso emblemático de los extremos a los que puede llevar el mito del amor romántico, ese mito de acuerdo con el cual el amor es aquello por lo que las mujeres viven y están dispuestas a morir. Y llamo la atención sobre el hecho de que estoy diciendo las mujeres porque, aunque los hombres también alimentan este mito desde su orilla, por lo general son las mujeres las que terminan siendo víctimas de este conjunto de idealizaciones sobre el amor con consecuencias literalmente letales.

Amy, cuya música, dicho sea de paso, amo profundamente, fue una víctima famosa del mito del amor romántico. Su relación con Blake Fielder-Civil, amante y esposo, fue una relación tortuosa que se dio con el telón de fondo del romanticismo: te amo por encima de todas las cosas, incluso por encima de mí misma. Te lo doy todo y no importa el maltrato (que en este caso fue mutuo) porque eres la razón de mi existir. Ese tipo de frases, que están en todas nuestras canciones, en todas las telenovelas e, incluso, en nuestras conversaciones cotidianas es el contexto en el que se dio el amor de Amy por Blake.

La mayoría de las mujeres (y esto lo veo diariamente) creen en un amor que llamo romántico en oposición al amor realista, ese donde dos personas se unen (no importa si legalmente o no) para compartir el crecimiento mutuo y la compañía, y del que se sabe que se transforma con el tiempo en algo más auténtico que rosas y violines, un amor que podríamos llamar adulto, para nada maltratador y, con seguridad, menos propenso a desembocar en violencia física y/o psicológica. Este no fue el amor que Amy le profesaba a Blake y tampoco es el amor que muchas mujeres profesan por sus compañeros sentimentales.

Uno se pregunta con frecuencia por qué esto es así y qué podría hacerse al respecto. ¿Cómo deshacer un mito? Los cambios no son fáciles, uno lo sabe. Es paradójico: aunque la ley del cambio es una constante en la vida, lograr hacer los cambios que uno se propone, especialmente en la forma de ver el mundo y de relacionarse con él, toma mucho trabajo y ¡mucho tiempo! Pero definitivamente hay herramientas que permiten hacer estos cambios, recursos de los que uno puede valerse para abrir los ojos y ver el mundo bajo una nueva luz.

¿Qué herramientas y recursos? Ya lo he dicho antes: creo fervientemente que la educación puede ser valiosa en este campo. No me refiero necesariamente a la escolarización, aunque también, sino a esos procesos de comprensión profunda que nos permiten transformarnos interna y externamente.

Para hacer estos cambios toca comenzar por hacerse preguntas, a veces poco cómodas, sobre nuestro propio ser. Sé que esto no se hace cotidianamente y que no nos enseñan a hacerlo, pero hay que dar el salto sin importar si estamos en la escuela o no.

Claro, sería más fácil si desde niños nos hubieran enseñado a hacerlo, si la escuela, además de darnos conocimientos sobre materias específicas nos hubiera enseñado a preguntarnos sobre nosotros mismos.

Esa sería una de las labores que me gustaría que la escuela cumpliera: la de enseñarnos a preguntarnos sobre la forma en que vivimos como individuos y como sociedad y, quizás, a partir de estas preguntas, podamos deshacer mitos, como el del amor romántico, y lograr que menos mujeres terminen aceptando todo en nombre de un fantasma que, como en el caso de Amy, incluso causa la muerte.    

Estudié filosofía, educación y literatura inglesa, pero mi trabajo ha sido más como comunicadora y, específicamente, en el campo de la comunicación educativa y el eduentretenimiento. Como disciplinas que contribuyen a la transformación cultural, me he dedicado a producir contenidos en muchos campos:...