Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Está peligrando el regalo de navidad que se le otorgó a Colombia. El anuncio del retorno a la presencialidad de los jardines infantiles, colegios y universidades fue la mejor forma de cerrar el 2021. Por fin los padres de familia, los estudiantes y la comunidad educativa recibieron la aprobación de volver a los salones de clase.
Sin embargo, como dirá el famoso dicho: “la felicidad dura poco”, el sindicato de maestros Fecode no esperó más que unos cuantos días para alegar sobre las condiciones físicas de varios centros educativos y señalar que habrá déficit de profesores en algunos departamentos del país. Esto significa que durante las siguientes semanas el sindicato será la piedra en el zapato para el retorno a las aulas.
A esto le agregaron su cereza en el ponqué. Según ellos, la presencia de la variante Ómicron representa una barrera que podrá retrasar la vuelta a la presencialidad. Irónicamente, en ningún momento citan los datos más recientes de Sudáfrica y el Reino Unido; estos muestran que la cifra de hospitalizaciones de los niños en edad escolar es la más baja en comparación con cualquier otro grupo etario. Más aún, el porcentaje de docentes en el país que cumple con el esquema de vacunación es superior al 90 %.
Resulta paradójico que todos los sectores hayan retomado por completo sus actividades menos los salones. Mientras las discotecas, las ferias y los eventos masivos han estado abiertos desde hace varios meses, la educación ha permanecido en terreno virtual. Más paradójico aún, resulta que la educación es reconocida generalmente como un pilar clave del desarrollo, el ascenso social y la riqueza de conocimiento.
En este sentido, los daños que han causado los cierres de jardines, colegios y universidades por más de 75 semanas han sido inmensos. Por mencionar algunos: trajo nuevos problemas para el aprendizaje y la enseñanza, ha aumentado la deserción, se ha deteriorado la salud mental de los estudiantes y maestros, y se ha ampliado la brecha entre colegios públicos y privados, y entre zonas rurales y urbanas. Esto sin contar el aumento del trabajo infantil, el incremento de embarazos en población adolescente y la escalada de la violencia contra los niños en ambientes intrafamiliares.
Es inaceptable que se sigan agudizando estos problemas y desigualdades sabiendo que en Colombia el lugar de nacimiento ha sido el gran determinante del acceso a oportunidades. Lo que se denomina “la lotería de la cuna” ha ganado un mayor protagonismo con la pandemia. Es algo inadmisible.
Ahora bien, esto no se trata de subestimar las quejas. Es cierto que se debe trabajar en mejorar la infraestructura escolar, en especial en las áreas más vulnerables. También es cierto que la nueva variante representa un riesgo y por ello se deben llevar a cabo medidas efectivas de protección y bioseguridad para minimizar la transmisión del virus. No obstante, los costos de no retomar la presencialidad son altísimos, no tienen comparación.
Para colmo de males, los más afectados terminan siendo los estudiantes (en especial las niñas) de colegios públicos que habitan en zonas rurales sin acceso a herramientas tecnológicas.
Este es un tema que nos concierne a todos ¡La presencialidad total es urgente!