Como nos gustaría que cuando tuviéramos un conflicto, los funcionarios del gobierno y medios masivos de comunicación recibieran nuestras argumentaciones  sin la necesidad de salir a la calle a arriesgar nuestra integridad física.

La semana que acaba de pasar, ha sido tal vez la más convulsionada en términos de la protesta social durante este 2018. La capital de la república colapsó en varios puntos debido a la  justa marcha de estudiantes y trabajadores. Los hechos han desencadenado una serie de juicios que impulsados por los medios masivos de comunicación deslegitiman los elementos programáticos y reivindicativos de la movilización del sector educativo y de los trabajadores.

Si bien, las diferentes vías de hecho pueden ser debatibles, es innegable que las más destructivas podrían ser desarrolladas por un sector minoritario y radical, sin contar con las múltiples denuncias de infiltrados y sabotajes en medio de las manifestaciones.

Pensemos por un momento, ¿acaso no es cuestionable el manejo que los periodistas le han dado a los sucesos acaecidos? ¿acaso no evidencian su parcialidad y poca profundidad en el análisis? ¿tal vez, no es igual de indignante que el presidente se reúna y felicite a un cantante de “música urbana” en lugar de sentarse dignamente a tratar los asuntos fundamentales del país?

Y aunque este tipo de acciones no sorprenden viniendo de un presidente que hizo campaña sobre la popularidad de la estupidez cotidiana y basándose en una cantidad de mentiras que en un país educado lo tendrían al borde de la destitución, es más, nunca habría sido elegido. Sería un acto de decencia que disimulara un poco sus prioridades.

He ahí el meollo del asunto, lo que está sucediendo evidencia la que siempre ha sido la postura de la clase dirigente de este país, jamás han pensado seriamente en financiar un modelo educativo público que garantice una buena educación, a pesar de que todos ellos saben lo que significaría para el desarrollo del país, ya que muchos han servido en organismos multilaterales que posicionan a la educación como el camino para superar la pobreza y la desigualdad. Es un problema de quienes ostentan el poder, una visión corta dentro de los parámetros de lo que debería hacer una burguesía nacional, hasta eso les quedó grande, prefieren las migajas que les ofrecen por regalar el país en el extranjero.

En el fondo, la educación no es más que un discurso demagógico utilizado en campaña, no olvidemos al profesor candidato que por estos días no aparece, todos hablan de educación, pero nadie escucha  a los estudiantes, a los profesores, a los padres de familia, el sistema se mueve en su inercia destructiva que permite que las escuelas y universidades públicas funcionen en medio de edificios a punto de caerse, no por las acciones de los vándalos o grafiteros, sino por la falta de presupuesto para el mantenimiento preventivo y correctivo de los edificios. Por ejemplo, todos los colegios públicos del país sufrieron un recorte presupuestal para este año entre el 15% y 20%  a través de la resolución 06890 del 24 de abril emitida por el MEN, esto no es otra cosa que la prueba reina de un modelo planificado de  desfinanciación de la educación pública con el objetivo de privatizarla.

La crisis de la misma es en todos los ámbitos y niveles, no únicamente de los universitarios, por eso los sindicatos de maestros hemos salido a respaldar a los estudiantes, que no tienen otro mecanismo para hacerse escuchar,  que la movilización y la protesta argumentada.

Cómo nos gustaría que cuando tuviéramos un conflicto, los funcionarios del gobierno y medios masivos de comunicación recibieran nuestras argumentaciones sin la necesidad de salir a la calle a arriesgar nuestra integridad física, es que la huelga no es un pasatiempo, es la herramienta que históricamente hemos tenido los sectores excluidos para lograr reivindicaciones que de otra manera no  sería posible conseguir.

Así pues, la educación es un derecho que cuesta, escribe el profesor de la Universidad del Valle Javier Ibagón, y que cuesta mucho, pero la educación pública no saldrá de la crisis únicamente asignando más recursos, y menos si vienen de los más pobres como pretende nuestro arlequín presidencial, gravando lo que queda de la canasta familiar y los ingresos de los sectores medios, descargando  fiscalmente a los grandes empresarios con el sofisma de la creación de empleo, situación literalmente injusta desde cualquier punto de vista.

Sin embargo, un pueblo que no puede analizar la regresividad de un impuesto como el IVA,  que  en síntesis pagan más los pobres, sencillamente porque son más, le da fuerza al argumento de que a la mayoría de los actuales gobernantes no les importa una educación pública robusta, que desarrolle el pensamiento crítico de los ciudadanos, porque seguramente no votarían por ellos.

Es necesario que dejemos de mentirnos como sociedad para dejar de ser inviables, tenemos que dejar de negar el conflicto armado,  así como negamos la pobreza, las violencias, la corrupción, las dependencias; andamos tranquilos en un escenario de doble moral, nos rasgamos las vestiduras por unos vidrios rotos y unas paredes manchadas, pero justificamos los asesinatos extrajudiciales en los campos y los barrios marginales de la ciudad, lastimosamente eso es lo que somos como colectivo, sincerarnos será necesario para superar el desbarrancadero que auguró Fernando Vallejo.

Debemos abrir espacios para que todos los sectores sociales participen en la construcción de un modelo educativo público, diferente, inclusivo, crítico, humanista y laico que garantice el acceso desde el preescolar hasta el postdoctorado, sin excepciones.

Finalmente, este sueño de un proyecto educativo colectivo se ve más lejano, cuando el condecorado Presidente del Senado anuncia la necesidad de una constituyente para implementar su sesgada, chabacana y ultraconservadora visión de país, que quiere hacer trizas los acuerdos que tanto nos han costado, vuelve a cerrarse la posibilidad de ponernos de acuerdo para  tener un país donde quepamos todos, y mientras eso pasa, solo queda resistir, protestar, negociar y volver a protestar para que cumplan lo negociado, porque si de algo saben estos gobernantes es de incumplir lo firmado, o que lo digan los camioneros, los indígenas, los campesinos, los maestros, los estudiantes, las madres comunitarias, los descendientes de los comuneros de Galán,  que al día de hoy siguen esperando que no les hagan  más conejo.

Es secretario de organización y educación de la ADE. Estudió una licenciatura en educación básica con énfasis en ciencias sociales en la Universidad Distrital José Francisco José de Caldas y una maestría en educación en la Universidad Pedagógica Nacional.