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Se le dio a Colombia su mejor regalo de navidad. El Ministerio de Salud y Protección Social en conjunto con el Ministerio de Educación anunciaron el martes 21 de diciembre la presencialidad total en los centros educativos (inicial, primaria, secundaria y superior)
¡Finalmente el sector vuelve a la presencialidad total!
Estas son excelentes noticias. Después de haber cerrado los colegios por más de 75 semanas (entramos en el top 10 de los que más tiempo de cierre sufrieron entre 210 países), se logró ganar el pulso a los actores que no estaban de acuerdo con la apertura total de los salones.
El exitoso avance en el proceso de vacunación, en especial de la población docente, adolescente e infantil, se vincula a la decisión final. Esto coincide con la rápida disminución de las restricciones a la movilidad, siendo Colombia un caso exitoso en Latinoamérica, según el índice de rigurosidad de la Universidad de Oxford.
Ahora, esto no puede quedar solo en palabras. Se debe poner en marcha un plan de choque. El cierre temporal de la infraestructura escolar a raíz de la pandemia ha generado una pérdida de aprendizaje. Esto quiere decir que, en caso de volver a la presencialidad sin hacer mayor esfuerzo, el hueco en términos de capital humano prevalecerá en el tiempo. Agreguemos un ingrediente más: los hogares de más bajos ingresos con menor acceso a herramientas digitales son los que más afectados se han visto.
De igual manera, se debe enfatizar en la mitigación de la deserción. Según el Índice de Pobreza Multidimensional de 2020, la tasa de inasistencia escolar en las ciudades pasó de 2,4% en 2019 a 12,4% en 2020 y de 4,6% a 30,1% en el campo. De acuerdo con ANIF, los departamentos con mayor acceso a internet percibieron incrementos inferiores en la inasistencia escolar. Fue en las zonas vulnerables particularmente, donde un gran número de niños y niñas dejaron de recibir clases.
Además, se debe insistir en la búsqueda del bienestar y la salud mental de los estudiantes. Hay evidencia de los efectos negativos que ha tenido el cierre de los centros educativos sobre los niveles de ansiedad y de depresión.
Frente a esto, se requiere urgentemente un plan de choque. Primero, se deben evaluar las pérdidas de aprendizaje y monitorear los avances de los estudiantes al momento de regresar al centro educativo. Esto con el fin de adaptar el plan de estudios para darle prelación a los componentes más afectados durante el tiempo de cierre. Segundo, debe ser prioridad de política pública incorporar las herramientas tecnológicas necesarias para un adecuado proceso de formación. Tercero, se deben proporcionar clases de nivelación y apoyo socioemocional para mitigar los daños sobre la salud mental de los estudiantes y asegurar su retención escolar. Una de las piezas clave es fomentar la reinscripción, en particular, en las poblaciones de mayor riesgo de deserción (ruralidad). Por último, es necesario minimizar la transmisión de enfermedades, impulsando las campañas de vacunación y cumpliendo las directrices epidemiológicas de saneamiento e higiene.
Triunfalmente podemos decir: ¡De vuelta a las aulas!