Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
En un mundo donde la educación a menudo se ve reducida a una mera transmisión de conocimientos técnicos y a un ejercicio de memoria, la visión de Paulo Freire emerge nuevamente como un faro de esperanza y transformación.
Freire revolucionó la pedagogía enfocándose en la educación como un medio de emancipación. Su obra más significativa, “Pedagogía del Oprimido”, es un manifiesto para liberar a los educadores y estudiantes de modelos hegemónicos.
En el contexto actual de la educación colombiana las ideas de Freire son más relevantes que nunca, la crítica a la tendencia de seguir modelos educativos que no consideran relevantes las realidades locales y la historia cultural resuena con la filosofía de Freire sobre la importancia de contextualizar la educación.
Así mismo, materializar una apuesta por la sostenibilidad social, medioambiental y cultural se hace necesario si analizamos el camino que venimos recorriendo, y la huella negativa que dejamos en el planeta.
Hoy abogo por una educación que emancipe y problematice, en la que el diálogo, el disenso y la reflexión crítica sean fundamentales, no debe ser un acto que se limite a depositar información en las cabezas de seres humanos.
El llamado es a dinamizar un proceso de cocreación de conocimientos que siente las bases para que docentes y estudiantes sean agentes de transformación y emancipación, y estén en capacidad de enfrentar los problemas que surjan en contextos actuales y futuros.
En Colombia, donde la educación a menudo se ve limitada por políticas que no reflejan las necesidades y realidades locales, aplicar los principios de Freire podría ser un paso hacia adelante para lograr una forma de enseñar más significativa y transformadora.
Necesitamos incentivar la lectura, el pensamiento crítico, para cosechar conciencia individual y social en los estudiantes, así pueden entender mejor el mundo que los rodea y actuar sobre el de manera responsable y ética, pero, sobre todo, con libertad.
La educación, desde estas posturas ontológicas, debe orientarnos para construir una sociedad justa y equitativa. En un país como Colombia, que tiene un pasado marcado por el conflicto y la desigualdad, la educación puede y debe jugar un papel crucial en la paz y la reconciliación.
Al abrazar la diversidad cultural y étnica en los planes de estudio, instituciones como colegios y universidades pueden fomentar un mayor entendimiento y respeto por las diferentes historias y experiencias que hacen parte de nuestra identidad.
Paulo Freire ofrece un camino hacia una educación que no solo informa, sino que también transforma, que nos permite actuar como seres libres y emancipados en un mundo que cambia súbitamente y enfrenta retos sin precedentes.
Por esto necesitamos una educación que prepare ciudadanos conscientes y comprometidos con formar un mundo más justo y sostenible, no individuos automatizados para el mercado laboral. La educación para la emancipación, tal como la concibió Freire, es más que una teoría pedagógica, es un llamado a que todos aquellos comprometidos con el futuro de nuestra sociedad actúen.