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La educación en el mundo contemporáneo se enfrenta a retos inusitados. El auge de internet y las nuevas tecnologías ha generado una revolución en la humanidad que no se veía desde los tiempos de la aparición de la imprenta, el libro o la escritura.
La educación en el mundo contemporáneo se enfrenta a retos inusitados. El auge de internet y las nuevas tecnologías ha generado una revolución en la humanidad que no se veía desde los tiempos de la aparición de la imprenta, el libro o la escritura. ¿Cuáles son esos grandes desafíos?
El primer desafío lo representan las redes sociales. La información y el conocimiento cotidiano están cada vez más en manos de la gente. Eso significa que no sólo se ha democratizado el acceso, sino que se ha democratizado la producción de conocimiento e información.
Ahora bien, ¿Cualquier cosa que se publique es conocimiento o información? Pues a decir verdad no, y he ahí el problema. Hay que educar a las personas para que dispongan de las herramientas para distinguir la información falsa de la veraz, las fuentes confiables de conocimiento de las espurias, y el conocimiento de la charlatanería.
¿Cómo se logra eso? Enseñando a todos y divulgando masivamente los secretos de la producción metódica de saber, las fórmulas del arte de hacer ciencia hasta ahora en manos de expertos y científicos. Tremendo reto. Pues los grandes intereses económicos y el poder establecido no querrán nunca semejante cosa ya que el poder de compañías y clases poderosas depende del control de la información y el conocimiento efectivo.
La filosofía durante siglos ha intentado mediante la ilustración sacar de la caverna a decenas de generaciones para que piensen críticamente y con criterio elevado, atemporal y transcultural. Su tarea política ilustrada ha sido difícil y con resultados ambiguos: lo que en un tiempo se consideraba bueno, a los pocos siglos no tanto.
Hoy en día los cambios son más abruptos, los abismos generacionales van en aumento y por ende hay más escepticismo y cautela con respecto a los medios, fines y logros de la ilustración. El reto contemporáneo será cambiar la ilustración por una nueva forma de educación que no sea la divulgación de verdades prefabricadas, sino, como dije arriba, ayudar a todos a ser filósofos por sí mismos.
Pero hay un reto mayor asociado con las redes sociales e internet que afecta de forma más general y profunda a toda la sociedad. Las escuelas y universidades educan individuos y lo hacen a veces bien. ¿Pero quién o qué educa a los grupos sociales, a los colectivos y a las masas? No son precisamente las instituciones educativas formales.
La educación de grupos humanos sigue estando en manos de la publicidad, de los grandes medios de comunicación masiva y de los políticos. El cambio está en que con las redes sociales e internet los grandes medios de comunicación masiva ya no son los periódicos o los canales de radio o televisión sino Youtube, Facebook, Instagram, etc. Son los influencers y los políticos que logran ser influencers en las redes los que están logrando arrastrar a colectivos enteros a adoptar puntos de vista, creencias u actitudes específicas.
La conducta de los grupos sociales no es la simple sumatoria del comportamiento de los individuos. Los sistemas sociales obligan a las personas a comportarse de X o Y manera, imponen códigos de conducta y trazan límites a la creatividad o excentricidad individual. Así que los individuos sólo pueden serlo cuando entran en un ambiente social donde pueden serlo y liberarse de los límites que sus familias y sus sociedades de origen les imponen: esos espacios serían por ejemplo las universidades.
Pero una vez fuera de las universidades los individuos tienen nuevamente que acoplarse a una sociedad resistente al desvío individual. Solo los individuos que logran reflejar los resortes íntimos del colectivo sobresalen y se hacen líderes. Pero son líderes no por ser geniales sino por reflejar el alma y la personalidad de los colectivos.
Esto es lo que dice la teoría social.
Pero ¿no hay acaso cambios sustantivos del comportamiento de los colectivos que se están dando en poco tiempo? ¿No se dejan acaso educar rápidamente? Yo creo que sí. Que en muy poco tiempo, en pocos años o incluso meses los grupos humanos están cambiando su comportamiento y forma de pensar gracias a la influencia que ejercen redes sociales e internet, a un ritmo mayor del habitual. Los políticos lo saben y lo usan.
El crecimiento del movimiento independentista en Cataluña es prueba de ello. Basta un teatro, un argumento y unos buenos actores, poner ágil y astutamente a los enemigos en el papel de antagonistas y con ello se crea la ópera colectiva en la que los viejos ciudadanos ahora sí que se sienten protagonistas posteando frases en Twitter y dando likes en Facebook, arrastrándose mutuamente y con entusiasmo tras una causa que ellos mismos se han inventado.
Los políticos a decir verdad lo han sabido desde siempre. La educación de masas estuvo no hace muchas décadas en manos de televisión, radio y prensa. Si un partido la podía controlar, mejor. Y si era el Estado, controlado por un partido, mucho más efectivo. Súmele un líder carismático a la ecuación y obtienes los fenómenos políticos del siglo XX.
Hoy en día ya no es necesario controlar nada porque la magia y el encanto de las redes sociales e internet es que los colectivos se contagian ellos mismos de las ideas y las reproducen. No hay que obligar a nadie a leer nada ni hay que enseñarle canciones nacionalistas desde la infancia.
El modelo educativo Norcoreano es muy old style, demasiado vintage, Kim Jong-un. Deje a la gente “libre” para que se eduque a sí misma y producirá su propia ola de followers y activismo. Y rápidamente se orientará en una nueva dirección.
¿La dirección correcta? No lo sabemos. Ese es el problema: que la sociedad pretende auto regular sus metas y fines, el
horizonte de valores que jalona la acción colectiva en un mercado libre de compra venta de ideas que depende de consumidores que hacen sus propios productos.
Platón diría que dejamos la educación de los niños glotones en manos de esos mismos niños glotones, solo que han aprendido a fabricar sus propios dulces.