lanas.jpg

La creatividad nos permite proyectarnos hacia el futuro, imaginar seres fantásticos, habitar planetas en espacios y tiempos que no han existido, construir autómatas que hacen más sencillas las labores, pero también arroja respuestas a problemas que aquejan la humanidad dando soluciones a las necesidades de nuestros contextos.

Texto coescrito con Carolina Taborda, actriz de teatro y profesional de mediación en Proantioquia.

 

Es común, cuando se proponen procesos de educación contextuales e innovadores, que nos hablen de la imaginación y la creatividad. La potencia de estos elementos se basa en que nos ayudan a dar respuesta a las preguntas que surgen en nuestro día a día mediante el cruce de diferentes procesos mentales y la reelaboración de nuestros procesos lingüísticos. El diferencial es que podemos enfrentarnos a nuestro entorno escogiendo múltiples opciones que algunas veces resultan no convencionales.

Ahora bien, este mecanismo de conceptualización y reorganización de la realidad, que responde a varios procesos cognitivos, puede ser aprendido desde la escuela. Es decir, el proceso del aula puede, y debe, ir más allá del desarrollo de contenidos memorísticos. Esto se traduce en la construcción de competencias comunicativas y creativas que permitan al sujeto tener una mirada diversa del contexto y adquirir una capacidad de adaptabilidad que le permita afrontar los cambios vertiginosos que propone el siglo XXI.

La pregunta central de esta reflexión es ¿cuáles métodos de enseñanza y aprendizaje pueden favorecer la creatividad y el pensamiento disruptivo de los estudiantes?

Del estudio de casos y reflexiones hechas en Proantioquia hemos llegado entender el aula como un espacio orgánico, donde conceptos y materiales didácticos se conviertan en herramientas para potenciar las habilidades creativas del estudiante y entablar una relación directa con su entorno cercano. Por esta razón proponemos cinco ideas concretas para hacer del aula un espacio creativo.

  1. El aprender creativamente requiere experimentar los hechos: entender que el proceso de aprendizaje requiere de la percepción, aprender a ver, a escuchar a sentir y estas experiencias con los sentidos se puede optimizar ampliando las fronteras del conocimiento. Un aula orgánica se instala también en la calle, conversa con los procesos de comunidad, experimenta con los objetos que tiene a la mano y muta de acuerdo con los requerimientos del presente.
  2. Dar valor a las nociones subjetivas: la creatividad se define como la generación de nuevas ideas y estructuras para movilizar el contexto. Esto es posible si particularizamos de los procesos de aprendizaje, por esta razón, como maestros debemos establecer diversas vías de aprendizaje atendiendo las particularidades de cada sujeto. En aula orgánica damos espacio a cuestionamientos personales del estudiante.
  3. Proporcionar espacio para la comunicación entre pares dentro del aula: esta situación ayuda a forjar la exteriorización de dudas que tenga el estudiante acerca del proceso, esto se debe a que sentirse parte de un grupo con un objetivo determinado permite que el estudiante obtenga ciertas responsabilidades le conceda una mirada crítica al error. 
  4. Pensar de modos diferentes: no solo la linealidad proporciona formas de coherencia. El enlace entre diversos saberes, como la ciencia, la historia, los procesos ciudadanos y el arte permiten un mayor acercamiento a los diferentes modos de pensamientos y expande los referentes para obtener miradas más integrales sobre un tema.
  5. Desarrollar la inteligencia emocional: la estimulación emocional con respecto a los otros sujetos, al entorno y al proceso de aprendizaje proporciona una mejor y eficaz interpretación de los fenómenos estudiados dentro de aula y permite un afianzamiento de los conceptos en la memoria del estudiante.

En conclusión, la educación creativa nos dota de herramientas para enfrentar los retos futuros y los paisajes desconocidos. Priorizar la educación creativa en el siglo XXI no es una opción, es un acto  decisivo para el crecimiento de la ciencia, tecnología y la ciudadanía dentro de nuestro territorio.

Es consultor en educación. Estudió ingeniería civil y maestrías en desarrollo humano y en intervención social. Sus áreas de interés son la eduación, las políticas para la diversidad y los proyectos que favorezcan el desarrollo local y la ciudadanía.