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El maestro, como agente social de cambio, repercute directamente en la educación de todos aquellos que pasen, hayan pasado o vayan a pasar por el sistema educativo y así mismo se valora su desempeño en función de los resultados que haya logrado en otros: los estudiantes.

Mucho se ha hablado de las transformaciones necesarias en educación para lograr aprendizajes con sentido. Si bien el cambio es necesario, justificado además por los múltiples resultados de estudios, pruebas, índices, etc., éste debe ser consciente y coherente con las realidades de cada contexto, y con la construcción de un sueño colectivo de país. Esto incluye, claro, la responsabilidad que tenemos de acompañar y construir con los maestros y directivos estrategias, caminos, rutas, que permitan la transformación de prácticas y formas de aprender.

Es en ellos donde frecuentemente recae la responsabilidad del cambio sin que se les estén brindando las herramientas suficientes para enfrentar este reto. En ellos buscamos las respuestas o delegamos obligaciones. Pero, ¿Qué estamos haciendo para no acompañarlos en este caminos hacia la transformación?

El maestro, como agente social de cambio, repercute directamente en la educación de todos aquellos que pasen, hayan pasado o vayan a pasar por el sistema educativo y así mismo se valora su desempeño en función de los resultados que haya logrado en otros: los estudiantes. Las pruebas nacionales e internacionales, que miden los aprendizajes de los estudiantes, se han convertido en un llamado de atención -directo o indirecto- para que se orienten cambios en los modelos de formación inicial y permanente de los docentes en los diferentes tipos de instituciones que ofrecen programas de formación para profesores.

UNESCO/OREALC (2013) muestra que se debe promover el ingreso de mejores candidatos a la docencia aumentando las exigencias de ingreso, fortaleciendo la calidad de los programas de formación en contenidos curriculares, estrategias de formación y evaluación de aprendizajes, ofreciendo una formación de calidad y pertinente para el trabajo con grupos sociales desfavorecidos y asegurando sistemas apropiados de regulación de calidad de los programas de formación y de quienes egresan de ellos.

Pero esto no es suficiente, también es importante que las instituciones responsables de la formación inicial del maestro abran las puertas a diálogos permanentes con los maestros, comunidades educativas y otros sectores para renovar e innovar en el desarrollo de sus programas curriculares pasando de la enseñanza de las disciplinas y las teorías cognitivas hacia una visión de escuela moderna, visionaria, abierta y de múltiples relaciones entre todos sus actores, que genere las condiciones necesarias para valorar la diversidad, la equidad, la convivencia y la paz.

La articulación con programas de formación permanente de docentes en ejercicio, además de las condiciones  laborales donde desarrollan las prácticas son también factores decisivos en el desempeño y acompañamiento a maestros y directivos. Hacer de la escuela un laboratorio para la sistematización e investigación desde y para la educación debería permitir identificar el tipo de competencias que se deben desarrollar en el aula y cómo desarrollarlas, acercando a las familias, la comunidad educativa y otros actores que puedan aportar a la construcción de un proyecto educativo institucional más dinámico, vivo y en constante proceso de mejoramiento. Las lecciones que pueden emerger de esta relación en doble vía deberían servir de insumo para el fortalecimiento de políticas públicas, permitir mejores articulaciones entre subniveles, aprender y hacer escalables experiencias como, por ejemplo,  la concepción de desarrollo integral para primera infancia para evitar traumatismos, rupturas y bajas tasas de retorno al finalizar el tránsito por el ciclo educativo.

Por último, el papel de la evaluación de los maestros en este marco supera la perspectiva sancionatoria y la plantea como proceso permanente de formación, democrático, participativo, reflexivo y organizado que posibilite la retroalimentación del quehacer en la escuela de acuerdo con sus propias realidades. Esta evaluación debería orientar el apoyo que le brindamos a maestros y directivos en su formación inicial y en servicio. Hacer parte de esta gran comunidad educativa y establecer conversaciones efectivas que aporten a mejorar nuestro sistema educativo es responsabilidad de todos.

Apasionada por la educación. Maestra de formación.