Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
En medio de la preocupación por reactivar la economía, o preservar vidas, es necesario parar un momento para agradecer la labor de maestras y maestros. Hoy las condicines de salud pública les implican repensar, creativa y comprometidamente, la labor de la enseñanza
Ya hemos reflexionado antes de los efectos -aparentemente secundarios, pero del todo estructurales- que ha implicado el cierre temporal de las escuelas en las diversas localidades del país. Desde la disminución en la entrega de complementos alimentarios hasta el alarmante incremento de los casos de reclutamiento forzado a grupos armados ilegales de menores de edad caben en esta categoría.
Sin embargo, también podemos reafirmar algunas ideas, inspiradoras por lo demás, acerca de la escuela, la educación y el rol de agentes educativos, maestras, maestros, y directivos y directivas docentes. Lo primero, y tal vez lo más importante, es insistir en que la escuela no es equivalente a la sede educativa1. Entendemos los procesos educativos que ocurren allí como un campo de relaciones múltiples que crean y consolidan vínculos: entre docentes y estudiantes, entre los estudiantes mismos, con diversas formas de acceder al saber, con prácticas reflexivas sobre lo que implica ser ciudadano, con la diversidad y sus manifestaciones, entre otras.
En este sentido, nuevamente es fundamental e insustituible el rol de nuestras maestras y nuestros maestros. Su compromiso, creatividad y capacidad de adaptación al cambio no sólo es meritoria sino que nos plantea una necesidad social: acompañar a estos actores en las transiciones aceleradas que hoy viven.
Esto se traduce en que, así como tenemos una legítima preocupación por acompañar al sector empresarial en su sostenibilidad, o al sector salud para que cumpla con su propósito fundamental de salvaguardar vidas, requerimos abrazar a los docentes como garantes de condiciones de inclusión, favorecimiento de la equidad y promotores de procesos que protegen la integridad y capacidades de niños, niñas y jóvenes.
Es un momento, no solo oportuno sino determinante para que avancemos, intersectorialmente en el cuidado de los cuidadores. Así pues, reconocer que la labor docente hoy no sólo es atender clases por medios digitales, sino replantear sus acciones didácticas para asegurar la inclusión y permanencia de todos los estudiantes, implica también un aprendizaje profesional que hay que acompañar.
Esta pandemia ha visibilizado la necesidad de avanzar seriamente en las condiciones de acceso a medios digitales, que como hemos dicho antes es de sólo un 7 por ciento en sectores rurales. De ahí la importancia de fortalecer los medios como la radio, la televisión educativa y los formatos impresos. Esta no es una tarea ni exclusiva de los maestros ni menor. Es también una ocasión importante para entender, de una vez por todas, que los procesos educativos formales, si bien son liderados por los maestras y maestros, no son su responsabilidad exclusiva, más aún si entendemos la educación como un proceso social fundante de nuestros sistemas democráticos.
Aquí nuevamente tenemos que hacer de todos los espacios posibles lugares educativos que no dejen solos a maestros y maestras, y a estos reconocerles su claro esfuerzo por seguir construyendo ciudadanía, aun en las condiciones más complejas. Gratitud para ellos y ellas. Por nuestra parte seguiremos pensando en formatos que los acompañen sin ser intrusivos, y que visibilicen su labor comprometida, innovadora y responsable.
1Desde luego esto no nos exime de trabajar decididamente en infraestructuras y ambientes físicos dignos, que permitan el desarrollo integral de capacidades y condiciones de integridad corporal adecuadas para el ejercicio educativo.