Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
La Encuesta Nacional de Demografía y Salud realizada en el 2015 señala que, si bien, el 97.3% de la población entre 6 y 10 años asiste al colegio, esta cifra se reduce hasta llegar a una cobertura de 50.5% en los jóvenes entre 17 y 20 años.
La educación no es un tema de moda ni un negocio. La educación es un derecho humano orientado a la realización de la dignidad. ¿Qué es la dignidad humana? Para estas líneas, bastará recordar los tres lineamientos normativos de la dignidad definidos por Estado colombiano en el 2002. El primero de ellos es “Vivir como quiera”, esto es tener la autonomía para diseñar el plan de vida propio, determinado por las características que cada uno quiera dar al curso de su vida. El segundo es “Vivir Bien”, es decir, contar con las condiciones materiales para hacer realidad ese plan de vida. El tercero es “Vivir sin humillaciones”, lo que significa respetar y valorar las formas de vida de cada persona, como el mayor de los bienes intangibles.
El acceso al sistema educativo y el paso progresivo por los niveles que ofrece, constituirían entonces, una oportunidad única para el desarrollo de la dignidad. La toma de decisiones sobre el propio cuerpo, la posibilidad de establecer los linderos de un proyecto de vida autónomo e incluso la oportunidad para equivocarse mil veces y aprender del error antes de salir al ruedo, es una oportunidad que se vive en el colegio.
También lo es la formación disciplinar. Tomar de la mano a los niños, niñas y jóvenes, conocer con ellos los cráteres de luna, la física del sonido, la estructura biológica de las plantas, el encanto de la poesía, el enigma del cálculo infinitesimal, la forma de las nubes, la sístole y la diástole del corazón, el legado de los pueblos ancestrales y todos aquellos asuntos que durante siglos ha dado lugar a volúmenes infinitos de sabiduría humana y que son la base para construir el sueño de ser arquitecto, veterinario, astronauta, pescador, jardinero, médico, músico, escritor o maestro.
En la escuela aprendemos el valor del amor hacia nosotros y hacia los demás. Algunos tuvimos la oportunidad de vibrar ante la inminencia del primer beso, lloramos por el acoso del niño más cansón del curso y nos llenamos de valor, para decir que el niño del lado había guardado en su maleta, el borrador que tanto buscaban. Aprendimos que el color de la piel no es motivo para rechazar a nadie, tampoco lo es un rostro lleno de pecas o unos kilos demás en la clase de educación física . Todas estás vivencias nos construyen y son potencialmente realizadoras de nuestra dignidad durante toda la vida.
¿Qué pasa con quienes no entran al colegio? Estar en el colegio o en la universidad, no es la única manera de construir y realizar nuestra dignidad, pero si es el lugar para vivir las más ricas experiencias para lograrlo. No obstante, hoy en la plenitud del siglo XXI, hay muchos que se pierden la vida de colegio. La Encuesta Nacional de Demografía y Salud realizada en el 2015 señala que, si bien, el 97.3% de la población entre 6 y 10 años asiste al colegio, en la medida en que la edad aumenta, esto es, entre los 11 y los 16 años, esta cifra se reduce significativamente, hasta llegar a una cobertura de educación básica de 50.5% en los jóvenes entre 17 y 20 años. Las razones para no estar en el colegio son variadas. En el primer lugar, se mantienen las que tienen que ver con la pobreza (el trabajo temprano, maternidad y paternidad adolescente), la migración interna (por desplazamiento forzado o por causas económicas) y los obstáculos administrativos para conseguir un cupo.
Según el Banco Mundial, para el 2016, Colombia ocupaba el séptimo lugar entre los países más desiguales del mundo. Ya en el 2003, Katarina Tomasevsky, entonces relatora especial para el derecho a la educación de las Naciones Unidas, afirmó que en Colombia existe un sistema educativo de ricos para ricos y uno de pobres para pobres. No es posible desconocer los esfuerzos para garantizar el acceso, aunque, sabemos que no son suficientes. El camino hacia la cobertura total aún es largo y pedregoso. Necesitamos el apoyo de todos para llegar a la meta.