La nueva definición de museos, aprobada por el Consejo Internacional de Museos (Icom) es ante todo una manifestación de estos espacios como potentes escenarios para la educación. No es menor la inclusión de términos como diversidad y accesibilidad, pues aparte de ser debates fundamentales en el ámbito educativo, hoy más que nunca se requiere su promoción, más aún en un mundo en el que los nuevos nacionalismos, la exclusión sistemática, y la tendencia a la homologación promovida por diversos grupos políticos hacen absolutamente necesarios los espacios plurales.

Otros elementos fundamentales, incluidos en esta definición, son la participación (activa) de comunidades y el intercambio de saberes. Esta última noción hace parte de los aportes que, desde estudios sociales de la ciencia y desde las mismas reinvindicaciones de los museos, han aparecido con fuerza en los últimos años en el país. No es gratuita la existencia de una línea de apropiación social del conocimiento promovida por Colciencias que se mantiene en el hoy Ministerio de Ciencias, en la que museos y centros de ciencias han trabajado intensamente para no solo “comunicar” el conocimiento, sino crear medios y mediaciones que permitan una mirada crítica del mismo y su uso en territorios diversos.

Otro asunto es la participación de las comunidades en el museo. Esta siempre ha sido una tensión, entendiendo que no todo lo que los públicos quieran puede llegar a los museos. Es una situación, si no análoga por lo menos cercana, a la presión que tiene la escuela por tener en su currículo prácticas como en “mindfulness” porque a ciertas comunidades y personas les funciona como terapia de vida.

Sin embargo, y me permitiré la anécdota, hay interesantes ejemplos de esta relación entre comunidades y museos. Desde antes de la apertura de Parque Explora, y mientras se construía este espacio, un equipo de gestores sociales, entre los que tuve el placer de participar y formarme, recorrían las calles de Medellín para establecer vínculos horizontales con comunidades.

A hoy, y después de casi dos décadas de procesos comunitarios ininterrumpidos, Explora tiene escuelas de formación para líderes comunitarios, un programa con escuelas vecinas para incorporar metodologías científicas en función de los intereses de formación de los estudiantes y una reciente colección de ideas para que personas de municipios Pdet, interesadas en el desarrollo local, puedan concretar sus ideas, no como recetas, sino como insumos siempre susceptibles de ser ampliados y revisados por cada comunidad. Estos son solo algunos ejemplos del hacer de Explora con comunidades, y a su vez una muestra de un museo que, como muchos otros, viene reflexionando -de manera responsable- sobre las relaciones institución-comunidad superando el ojo exótico y la mirada deficitaria.

Sin duda, y en medio de las crecientes afugias de financiación de los museos, acrecentadas por la pandemia, su acción cotidiana es la mejor forma de reivindicar su hacer. Por ahora, y aprovechando la definición del Icom, es necesario volver la mirada a los museos como espacios para la educación y la cultura, y entender que fortalecer este ecosistema es también una manera de ampliar los capitales culturales de la sociedad.

Los museos, cuando logran un trabajo con comunidades serio y respetuoso de estas, y una acción complementaria a la escuela sin querer sustituirla se afianzan como escenarios privilegiados para la formación. De allí la necesidad permanente y urgente de insistir en los museos.

Es consultor en educación. Estudió ingeniería civil y maestrías en desarrollo humano y en intervención social. Sus áreas de interés son la eduación, las políticas para la diversidad y los proyectos que favorezcan el desarrollo local y la ciudadanía.