Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Carta a la Universidad de los Andes de la madre de Andrés Corredor Fonseca, el joven economista de 27 años, que el 8 de abril de 2013 decidió terminar con su vida saltando desde el décimo piso del edificio Julio Mario Santo Domingo de esa universidad.
Respetados Miembros del Consejo Superior de la Universidad de los Andes
A raíz del caso expuesto por Piedad Bonnett relacionado con un profesor de artes de esa institución y el escrito de uno de sus alumnos, que calificaré al menos de cínico e irrespetuoso frente a la memoria de Daniel, el hijo de Piedad, y al dolor de su temprana partida, decidí tomar contacto con ustedes en mi calidad de profesional y ex docente de dicha institución.
La preocupación que quiero compartir con ustedes se refiere a la aparente indiferencia e indolencia que parece configurarse como un patrón de comportamiento institucional frente a situaciones del acontecer universitario que colocan a la comunidad de profesores, trabajadores y alumnos de cara al espanto, a la tragedia, al miedo y al dolor.
Soy la madre de Andrés Corredor Fonseca, el joven economista de 27 años, que el 8 de abril de 2013 decidió terminar con su vida saltando desde el décimo piso del edificio Julio Mario Santo Domingo, ubicado en el campus universitario. Había evitado hasta el momento referirme a estos tristes acontecimientos por una estrategia de sobrevivencia personal, pero creo que es pertinente hacerlo hoy, sólo en la medida que me ayude a ilustrar mejor este mensaje y a captar su atención y la de la opinión pública sobre el mismo.
Ese día, cuando mi hijo menor y yo acudimos a los predios universitarios respondiendo a una llamada telefónica que me solicitaba hacer presencia en dicho edificio por un accidente que había sufrido Andrés, no encontramos una mano de apoyo ni unas palabras de solidaridad…. De guardia en guardia fuimos direccionados hacia la puerta de un parqueadero de dicho edificio en donde otro guardia nos impidió el acceso al lugar donde había caído mi hijo, por haberse ya iniciado una acción legal de levantamiento de su cadáver.
Ante nuestra insistencia y al reclamo de nuestro derecho a lograr acceso al lugar de los hechos para corroborar la veracidad de una noticia que nos negábamos a creer, la respuesta de los representantes de la universidad, ante la mirada impotente de decenas de estudiantes que rodeaban la escena, fue recurrir a la policía para solicitar refuerzos represivos. En esta ocasión también la respuesta de los directivos de la universidad se demoró más de lo conveniente ( en el caso del reclamo de Piedad la demora fue de ocho meses); cuando finalmente hicieron público un lacónico comunicado, su objetivo principal era claramente evitar cualquier posible relación vinculante con lo acontecido y blindar así a la universidad de un posible estigma negativo, teniendo en cuenta que poco tiempo atrás otro estudiante se había suicidado de la misma manera en el mismo lugar.
Como estoy segura que la universidad está comprometida con la construcción de una paz estable y duradera en el país tras un prolongado conflicto violento que ha dejado muchas heridas abiertas, les propongo repensarse de frente a una ética del dolor en la que deben estar presente reflexiones en torno al respeto, la solidaridad, la empatía (compasión), el rechazo a todo tipo de estigmas y sobre todo, reconocerse como referentes estratégicos frente a lo que acontece tanto al interior como por fuera del campus universitario.
Ustedes que hoy tienen la responsabilidad de direccionar uno de los centros universitarios más destacados en la formación de líderes en todas las áreas del conocimiento científico, no dejen pasar inadvertida esta oportunidad de formar colombianos compasivos en el dolor y solidarios en la tragedia.
Para terminar, les dejo unas palabras de Cecilia Álvarez Correa, que me parecen muy acertadas para el momento histórico que vivimos: “Colombia no tiene futuro sin el reconocimiento y el respeto por el que sufre, por el dolor ajeno”.
Con la esperanza en un mejor país…