Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
La formación a nivel de IES en Colombia busca el desarrollo de competencias, más que la adquisición de conocimientos. Sin embargo, el sistema de evaluación no mide precisamente ese proceso.
La formación a nivel de IES en Colombia busca el desarrollo de competencias, más que la adquisición de conocimientos. Sin embargo, el sistema de evaluación no mide precisamente ese proceso, sino qué tanto conocimiento disciplinar se ha acumulado durante el paso de un estudiante por su carrera.
Este texto no busca debatir sobre el sistema de medición de las pruebas Saber Pro. Simplemente parte de este punto para ahondar en la importancia del desarrollo de competencias y los aditamentos que de esto subyacen. Advierto que no es mi intención proponer un nuevo paradigma pedagógico en este manuscrito. Solo tratar de comprender el nivel de profundidad y compromiso que implica este proceso para aquellos que hacen parte del sistema nacional que establece los lineamientos para su aplicación y para las universidades que los asumen y responden a este sistema.
Las competencias según el Ministerio tienen tres escenarios de aplicación. El saber conocer y el saber hacer que se remiten a la aprehensión de conocimientos básicos y disciplinares para la construcción de una episteme particular. En este punto encontramos competencias genéricas que permiten a los estudiantes de cualquier carrera asistir al desarrollo de cursos como “Metodología de la investigación”. Esta asignatura acompañada de un syllabus o microcurrículo robusto, debe ofrecer a un estudiante de ingeniería, de las ciencia de la salud o ciencias sociales una formación y construcción de herramientas teóricas y conceptuales universales para la elaboración de propuestas de investigación, y su puesta en marcha.
Existe otro grupo de cursos que en la academia ha denominado de formación básica institucional. Consta de asignaturas que apuntan a competencias que se promueven a nivel institucional como propias de su contexto. Otras son desarrolladas en cursos del área básica profesional que de igual manera, fortalecen los rasgos distintivos de las carreras con sus respectivos diferenciales. Finalmente hay un grupo de competencias que buscan dar énfasis al estudiante en los últimos ciclos o semestres de sus carreras.
Por otra parte están las competencias del saber ser. Estas son las que permiten que el estudiante y futuro profesional, además de conocer y aplicar ese conocimiento, construya una deontología basada en el pensamiento crítico, el compromiso social, con ética, estética y responsabilidad.
Es en este punto en donde quisiera formular la siguiente pregunta: ¿Cómo las pruebas de Estado permiten valorar el nivel de desarrollo de esta dimensión del saber? Me permito ampliar el espectro de impacto de esta pregunta. ¿Cómo pueden evaluar las instituciones si el estudiante es capaz de alcanzar el desarrollo del pensamiento crítico y del procesamiento lógico del pensamiento? Profundizo más con el siguiente planteamiento, ¿Están los docentes capacitados o son idóneos para lograr incentivar el desarrollo de estas competencias? ¿Sabe el docente promover y mantener con respeto el debate y la divergencia en el aula de clase?
Con estas preguntas creo que debemos generar un debate a partir del cual, se de la construcción de un discurso político para que las universidades e instituciones propendan por defender su autonomía frente al sistema nacional. Que las pruebas permitan generar insumos para la real medición de la calidad de la educación y no la sola cobertura. De qué sirve tener una alta tasa de absorción, permanencia, graduación si al final los índices de empleabilidad demuestran que los estudiantes están estudiando por el cartón, no en busca del crecimiento personal, individual, social y bienestar común.
No se nos está permitiendo generar procesos autónomos, contextualizados y relevantes para las reales necesidades locales, regionales y nacionales. Seguimos formando mano de obra para un Estado tecnócrata y plutócrata que basa su economía en la industria, la exploración de recursos no renovables. Pero no formamos adecuadamente a las generaciones que están llamadas a proponer nuevos modelos innovadores -en el sentido correcto y adecuado de la palabra- y responsables con el uso de los recursos naturales. Estamos formando buenos operarios, pero necesitamos gente pensante, crítica y comprometida con la transformación social de nuestro Estado.