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El impacto colectivo reconoce que la interdependencia desde posturas distintas enriquece el logro de resultados comunes que favorecen a la mayoría y a las minorías y evita las actitudes mesiánicas de atribuir a alguien todas las respuestas y todas las decisiones. 

Reconozco que uno más uno es igual a dos y confieso que ignoro la teoría matemática que explica este resultado, lo que si puedo decir con más certeza es que en la experiencia humana las acciones que se derivan de ella, uno más uno es mucho más que la suma de sus partes, especialmente cuando utilizando un mínimo de inteligencia nos damos cuenta de que no poseemos la verdad y más allá de esto, evitamos la tentación de imponerla a los cuatro vientos.

Cuando somos capaces de armar el rompecabezas de la realidad con sus “verdades incluidas” con quienes son diferentes a mi -y para esto se necesita valentía- desaparece el miedo a quedarse sin un supuesto pedestal de poder y se descubre el “poder multiplicador del impacto colectivo”, que no es otra cosa que un combo de gente grande o chiquito, que piensa distinto, siente distinto y hace distinto y de manera compartida promueve el bienestar de todos.

El impacto colectivo reconoce que la interdependencia desde posturas distintas enriquece el logro de resultados comunes que favorecen a la mayoría y a las minorías y evita las actitudes mesiánicas de atribuir a alguien todas las respuestas y todas las decisiones.  La actitud de yo pienso usted ejecuta no vale, pues eso de convertir a unos en seguidores que no cuestionan, que solo obedecen va contra la equidad y la justicia, a cambio, si se estimula el ejercicio de la autonomía y de la responsabilidad personal se puede pasar del yo al nosotros, de mejor sumando que dividiendo, de construir juntos un futuro de país que se aleje de una práctica de poder centrada en violentar los ánimos, a las personas y sus relaciones para mantenerse a cualquier precio.

Cuando esto ocurre se produce una alquimia social interesante pues empiezan a disminuir los buenos y los malos, los que saben y los que obedecen, los que eligen a los que los maltratan sin tener idea de que lo están haciendo etc. Algo tan simple como mirarse a los ojos denota la capacidad de reconocer la propia historia y verla reflejada en el espejo del otro donde ya no es necesario entrenarse para parecer.

Se gasta mucho tiempo y arrogancia entrenarse para parecer, no entendiendo que la diferencia entre SER y PARECER resulta develándose en los hechos que muestran en últimas lo que somos, por eso ver al otro como un aliado y no como una amenaza habla del observador interior que ha transformado su manera de relacionarse con los otros, con el mundo y con la vida, especialmente con la propia.

Para el físico Jean Pierre G Malet cuando creamos un pensamiento, creamos las consecuencias del mismo, como también cuando actuamos configuramos un ambiente propicio a la convivencia pacífica o la violencia, esto varía dependiendo del interés que se tenga, de que tan amplio o estrecho es el territorio cognitivo, afectivo, relacional y espiritual que se ha construido en el interior y con los demás.  Donde los demás no son menos que yo, ni instrumentos de mis intereses.

Es así que el impacto colectivo en la escuela surge con más fuerza de una mirada compartida de garantizar que todos aprendan lo mejor que puedan aprender para ser los ciudadanos capaces de saber Ser, de saber que hacer con lo que saben, saber hacer la diferencia y balance entre hacer y tener y ciudadanos capaces de practicar una ética del cuidado como fundamento de una conciencia con-sentido.

Dar espacio a las voces usualmente no escuchadas de la comunidad, madres, padres, estudiantes, maestros para acoger con curiosidad y asombro la diversidad de desencuentros y consensos, para acercarse a la manera en que se concibe el poder estar mejor, hace que lo que se llama impacto colectivo sea el resultado de ser tejedores del hoy y del mañana y de ver en un hilo la utopía que nos abrigue a todos.

Asesor Fundación SURA para el Programa Félix y Susana