Se propone abrazar la ontología política comunitaria de ese otro que está en el campo, que está en constante lucha por sus reivindicaciones y escuchar lo que las comunidades y las sociedades en movimiento tienen para decir.

En Colombia se venían adelantando trabajos de memoria histórica de parte del Estado, a través de la creación del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) desde hace un poco menos de una década. Esta estructura se crea por decreto (4803 de 2011) como una entidad pública que tiene como misión apoyar el proceso de reparación de la sociedad y las víctimas de la violencia; y la visión de poner en diálogo la diversidad de memorias no oficiales de parte de los actores inmersos en este proceso. Misión que riñe con la actual dirección del Centro, por la conocida postura política e ideológica del actual director Darío Acevedo, quien desconoce el conflicto armado en Colombia.

Inicialmente el mismo CNMH se hizo cargo de los procesos investigativos con el apoyo  de unas universidades de las regiones, lo que se denominaron Grupos Regionales de Memoria Histórica (GRMH). Estas iniciativas resultaron en la edición de distintos libros, informes y cajas de herramientas, entre otras. Estas publicaciones estaban orientadas al esclarecimiento y la dignificación de las víctimas. En una segunda fase, bajo una nueva dirección, Gonzalo Sánchez y María Emma Wills, junto a un idóneo, pero sobre todo humano, equipo de expertos y acompañantes, se dieron a la tarea de ampliar los lazos del Centro con las regiones.

De este punto surgió otra fase de GRMH con la propuesta ya no solo de esclarecer y dignificar, sino también poner en diálogo a las víctimas, se dejó de trabajar desde la única óptica de los investigadores expertos. Se abrió la puerta a la posibilidad de escuchar los aportes metodológicos que propusieron las comunidades víctimas del conflicto. Se abrió del universo interpretativo de la academia al pluriverso de las comunidades, alrededor de la comprensión del conflicto. Distinto al de las teorías los modelos conceptuales concebidos desde los claustros universitarios.

La construcción de la memoria de las comunidades, se pensó desde adentro, desde posturas metodológicas (etnografía crítica) y hermenéuticas emergentes en el campo (jerarquizo en el “en”), se dejó de lado la rigurosidad de la sobrevalorada rigurosidad científica y se abrió un panorama interpretativo cercano al contexto de las víctimas. Así mismo, se han pensado las medidas de reparación y de retorno. De aquí, se ha entendido, aunque parece obvio, que cada comunidad es distinta, cada hecho violento genera procesos distintos a nivel psicosocial, cultural, etc.

En este mismo orden, los investigadores hemos sido interpelados por la violencia. De manera distinta. Las construcciones epistemológicas se tienen que deconstruir en el campo, los cronogramas y los tiempos de las comunidades no se desarrollan igual que los de la academia. Se trata de un proceso de re-aprendizaje, de decolonialización académica.

En esta línea, surge la necesidad de repensarnos como investigadores, docentes, pero más importante, como seres humanos, interpelados por la cosmogonía y la cosmovisión del otro. No podemos seguir concibiendo la “generación de nuevo conocimiento” en la prospectiva funcionalista institucional únicamente, porque estamos negando la existencia de una alteridad con, muy seguramente, mayor profundidad, dimensión y comprensión del territorio y la cultura.

Citando a Arturo Escobar, debemos abrazar la ontología política comunitaria de ese otro que está en el campo, que está en constante lucha por sus reivindicaciones. No se trata solamente de aplicar recetas (en términos del malestar que señaló Joseph Stiglitz) sino de escuchar lo que las comunidades y las sociedades en movimiento tienen que decir. Debemos repensarnos como instituciones educativas para la formación de seres humanos, no para la formación de trabajadores. 

El planteamiento expresado anteriormente no compagina con la política gubernamental que el presidente viene promoviendo. El nombramiento de Darío Acevedo en el Centro Nacional de Memoria Histórica es muestra de que no estamos construyéndonos como Estado, sino respondiendo a intereses de unos o un particular. No estamos construyendo un país y un contexto social y cultural para las comunidades, menos para la construcción de una paz real.

Antropólogo. Doctor en Ciencias sociales. Interesado en el ejercicio académico de la comprensión de los sistemas culturales, a nivel local, regional y nacional.