Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
En los últimos años han venido aumentando las discusiones sobre el rol de las Instituciones de Educación Superior de cara a las necesidades del mercado laboral, las carreras del futuro, las competencias para la vida y, particularmente, frente a los nuevos retos que han identificado organismos internacionales para los próximos años.
Estos restos suponen, para quienes lideran las instituciones educativas, trazar nuevas estrategias, involucrar actores externos y, sobre todo, identificar cómo, desde su qué hacer, pueden y deben contribuir a crear entornos sociales y ambientales más justos y sostenibles.
El Informe de Riesgos Globales 2023 del Foro Económico Mundial invita a los distintos sectores a pensar en el corto, mediano y largo plazo, y a reconocer la importancia de trabajar conjuntamente con actores de otras áreas.
En el corto plazo, por ejemplo, el informe plantea principalmente riesgos inminentes relacionados con la energía, el costo de la vida, las catástrofes naturales, los alimentos, la inflación y los potenciales enfrentamientos tecnológicos.
En cuanto a los retos en el mediano plazo, menciona la mitigación del cambio climático, las amenazas a la biodiversidad, la ciberseguridad y la polarización de la sociedad, entre otros.
Este informe nos lleva a pensar como la educación puede aportar a disminuir, e incluso a evitar, estos riesgos.
Nos invita a pensar en las estrategias que se deben desplegar para que, gracias a las enormes posibilidades de las Instituciones de Educación Superior de producir y transferir conocimiento y fortalecer capacidades, se logre contribuir a la contención de estos riesgos.
La educación no puede ni debe estar alejada de este tipo de análisis, porque es un actor fundamental en las acciones que se deben tomar para enfrentar los retos que nos supone pensar en el futuro.
El primer paso será reconocer lo apremiante de que los líderes de los organismos internacionales y nacionales que trabajan temas de educación, así como los líderes de las instituciones educativas, reconozcan su capacidad y potencial para ser actores cruciales en esta construcción de los tiempos venideros.
Por otro lado, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha venido liderando espacios de discusión e informes sobre el futuro de la educación, y su relación con el entorno y el futuro de la sociedad.
La Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación publicó en el 2022 el informe “Los futuros de la Educación”. Un nuevo contrato social en el que resalta como la educación puede darle forma al futuro del planeta y de la humanidad al reconocer los peligros inminentes a los que nos enfrentamos.
El informe ubica a la educación como un actor fundamental para el cambio, pero también subraya la relevancia local que tiene la educación y la concibe de manera global y de manera local. En Colombia, un país de regiones con necesidades particulares, con matrices culturales diversas y algunas asimetrías, surge la necesidad, para quienes piensan la educación, de adaptar sus capacidades para que se correspondan con estos contextos, así se pueden transformar.
Además de la opción de aportar directamente a los retos antes señalados, los líderes del sector de la educación, y todos aquellos que a través de distintas organizaciones trabajan en relación con ella, pueden actuar como difusores y convocar expertos de distintos sectores públicos y privados para transformar las regiones, los países y sus políticas públicas de tal forma que se adapten a estos retos que vamos a enfrentar como sociedad.
Me pueden contactar en LinkedIn. Gabriela Casanova, directora de la Dirección de Regionalización de la Universidad del Rosario.