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Mindfulness entonces consiste en darse cuenta una y otra vez de lo que está pasando en el momento. Se trata de sentir, observar y examinar la experiencia propia que uno vive en cada instante. Por lo tanto no busca reflexionar, mentalizar o dar una explicación racional acerca de lo que uno experimenta, sino de la conciencia misma de la experiencia directa.
Aunque es una palabra que ha empezado a sonar mucho últimamente en Colombia y en América Latina, y cada vez más personas han comenzado a practicar y a experimentar sus beneficios, todavía hay muchas preguntas alrededor de qué es y para qué sirve esta práctica. Desde RESPIRA en Colombia, el programa que coordino, tenemos una manera de entender, vivir y enseñar mindfulness. ¿Qué es entonces mindfulness?
Mindfulness – traducido al español como atención plena o consciencia plena – es una práctica de desarrollo personal basada en la auto-observación y el entrenamiento mental, que fue popularizada en el occidente por Jon Kabat-Zinn desde el año 1979, y ha generado un interés creciente a nivel mundial desde entonces. Kabat- Zin define mindfulness como ¨Prestar atención de una manera particular al momento presente con intención, aceptación y sin juzgar¨. Su gran aporte es que logró diseñar una práctica que no se relaciona con ninguna religión, para poder llegar a una técnica completamente secular.
La práctica de mindfulness fomenta una presencia más aguda y equilibrada a través de una variedad de ejercicios simples pero profundos como la observación de la respiración natural o la consciencia de nuestros pensamientos, emociones y estados de ánimo. Contribuye a calmar la agitación constante de la mente y promueve la autoconciencia y el autodominio, dos cualidades esenciales que constituyen la base para un gran número de competencias socio-emocionales y académicas. Además, mindfulness contribuye a generar procesos de aceptación y sanación al interior de cada individuo.
Mindfulness es una herramienta fundamental en facilitar procesos de resiliencia al ayudar a las personas a reconocer su historia, pero acogiendo y habitando su presente. Con el tiempo y la constancia, la práctica de mindfulness contribuye a ese proceso de sanación en donde la persona se ve involucrada en una suerte de entrenamiento que le permite llenarse de recursos y herramientas para integrarse nuevamente y poco a poco a la experiencia de vivir cada momento presente.
Numerosas investigaciones científicas demuestran que “una práctica constante en mindfulness mejora la salud, el bienestar y la calidad de vida a través de la reducción del estrés, la ansiedad y la depresión, y el fortalecimiento del sistema inmunitario. Promueve la resiliencia y estabilidad emocional fomentando estados de ánimo más positivos, además facilita la conexión social y enriquece las relaciones interpersonales” (Meiklejohn et al, 2012).
Mindfulness se puede practicar de manera formal e informal. La práctica formal consiste en definir uno o varios momentos fijos en el trascurso del día en donde se toma el tiempo para sentarse de manera tranquila y con la determinación y voluntad de practicar una de las técnicas aprendidas, que puede ser de unos pocos minutos hasta 1 hora o más. Existen ciertas predisposiciones a pensar que mindfulness es únicamente meditación. La práctica formal se puede entender como una forma de meditación pero en RESPIRA lo enseñamos como una técnica de entrenamiento mental, por eso hablamos de práctica y no de meditación. La práctica informal por su parte consiste en poner atención al momento presente en cualquier situación de la vida cotidiana: es abrir la conciencia a cualquier experiencia que surja en el aquí y ahora, y que no requiere de un espacio, horario o alguna situación particular.
Mindfulness entonces consiste en darse cuenta una y otra vez de lo que está pasando en el momento. Se trata de sentir, observar y examinar la experiencia propia que uno vive en cada instante. Por lo tanto no busca reflexionar, mentalizar o dar una explicación racional acerca de lo que uno experimenta, sino de la conciencia misma de la experiencia directa. La mente siempre va a tender a dar explicaciones y a quedarse envuelta en la historia, pero la práctica se trata justamente de darse cuenta de eso y de volver a la sensación directa.
Estamos casi siempre mirando hacia fuera. El estrés, la enfermedad de nuestro siglo, pauta el ritmo de cómo vivimos. Tenemos que aprender a parar. A darnos cuenta. A mirar más hacia adentro. Pero no vale solo darnos cuenta. Necesitamos darnos corazón. Ahí está el verdadero reto de la práctica y la prueba de compasión y ecuanimidad. Nos juzgamos muy duro. Se nos olvida constantemente maravillarnos con nuestro mundo interior. Buscamos felicidad y bienestar en todo menos en lo esencial. No es sostenible que sigamos así. Es importante hacer un alto en el camino y trabajar en nosotros mismos.
Mindfulness es una práctica que nos puede ayudar a hacerlo. No es una fórmula mágica. No es la panacea. Tampoco es sencillo. Necesita de nuestra motivación, curiosidad, atención y actitud. Pero es una herramienta que puedo decir por experiencia propia, que me ha ayudado a responder con más ascertividad a distintas situaciones de mi vida. He aprendido a observar los hábitos de mi mente. A regular mis emociones. A entender el balance entre dejar ser y dejar ir. A relacionarme más con lo que está presente que con lo ausente. De esto se trata. Es una práctica de bienestar para la vida.