Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
En los últimos años ha venido tomando fuerza, la educación socioemocional. Podemos encontrar en La Silla Llena artículos que retoman el tema desde diferentes perspectivas y que apuntan todos a una misma idea: Colombia, especialmente en esta época de reconciliación, requiere formar ciudadanos con grandes habilidades para el relacionamiento, la convivencia y la colaboración.
En este mismo sentido, Fernando Savater afirma que la educación actual, en cualquier parte del mundo, debe buscar la formación de ciudadanos y no de empleados, para generar competencias que posibiliten entender la sociedad y así transformarla.
Se ha convocado al maestro como actor protagónico en la formación de estos nuevos ciudadanos, proponiéndole numerosas estrategias para educar desde el aula y la escuela a sus estudiantes: la generación de debates para mejorar la capacidad argumentativa; el fomento de la participación de todos en clase; la consideración de las emociones como factor determinante en el proceso escolar; el desarrollo de habilidades para la perseverancia y la tolerancia; entre otros, para poner en escena la necesidad de considerar que el proceso de aprendizaje no solo es cognitivo, sino también afectivo.
La cuestión que es importante poner sobre la mesa, es qué tanto puede un maestro formar a sus estudiantes, considerando lo emocional y relacional, si él mismo no ha desarrollado estas capacidades. La experiencia desde Proantioquia ha sido el Programa Ser+Maestro y, más reciente, la Red de Educación Socioemocional, ambas apuestas de formación y aprendizaje colaborativo entre maestros para potenciar el liderazgo educativo, fortaleciendo sus competencias socioemocionales y favoreciendo transformaciones en el clima escolar y en la dinamización pedagógica.
Cada año nos encontramos rostros de sorpresa cuando maestros, de diversos contextos del país, escuchan hablar de gestión de emociones, empatía, comunicación y otras tantas competencias que hacen parte de este constructo que es la educación socioemocional. Sin embargo, la reflexión e intercambio de experiencias que el Programa favorece nos ha llevado a reconocer la importancia de crear escenarios de formación en este tipo de habilidades, como apuesta para aportar a la pertinencia y calidad de nuestra educación.
Necesitamos muchos más programas e iniciativas de país que conversen entre sí para abordar estas temáticas de manera clara, con fundamentación conceptual y soporte en la evidencia. Así mismo, es preciso seguir trabajando en la medición y evaluación de las competencias referenciadas a partir de lo adelantado por la OCDE, organismo que ya identifica algunos instrumentos y herramientas pero que sigue reconociendo el camino que aún hay por recorrer en esta materia.
Igualmente relevante incluir el componente socioemocional en el Marco de la Buena Enseñanza en Colombia, cuyo proceso está en construcción, de acuerdo con Alexander Ballén en columnas anteriores de La Silla. La OCDE y la UNESCO (2016) sugieren trabajar en lineamientos que posibiliten a los establecimientos educativos y a los maestros el aprendizaje sobre cómo integrar en sus procesos de enseñanza, bien sea de matemáticas, ciencias o inglés, la formación del sujeto y del ciudadano que necesita el mundo en el siglo XXI.
A partir de esta apuesta, podemos pensar y soñar con escuelas que se conviertan en territorios amigables y seguros para que niños, niñas, adolescentes y adultos expresen allí sus mejores cualidades en favor de la construcción de la paz.