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Debemos partir de nuestro punto de llegada, es decir, de nuestro “sueño” al imaginar a los docentes de nuestro país orgullosos de su profesión, autónomos,  críticos, capaces de reflexionar continuamente sobre sus prácticas con el objetivo de ser mejores cada día, capaces de incorporar los desafíos que se les presentan, de despertar en sus estudiantes las motivaciones para aprender, es decir un profesional de la Educación.

En primer lugar, debemos partir de nuestro punto de llegada, es decir, de nuestro “sueño” al imaginar a los docentes de nuestro país orgullosos de su profesión, autónomos,  críticos, capaces de reflexionar continuamente sobre sus prácticas con el objetivo de ser mejores cada día, capaces de incorporar los desafíos que se les presentan, de despertar en sus estudiantes las motivaciones para aprender, es decir un profesional de la Educación.

 Un profesional docente debe tener los conocimientos, las habilidades y las actitudes para participar de manera constructiva en la definición de los principios y fines del establecimiento, de los recursos docentes y didácticos disponibles y necesarios, de la estrategia pedagógica, del reglamento para docentes y estudiantes y del sistema de gestión institucional. Debe también poder tomar decisiones sobre el conjunto de criterios, planes de estudio, programas, metodologías, y procesos que contribuyen a la formación integral y a la construcción de la identidad cultural nacional, regional y local. Para esto, debes estar en capacidad de organizar las áreas fundamentales de conocimientos definidas para cada nivel, introducir asignaturas optativas dentro de las áreas establecidas en la ley, adaptar algunas áreas a las necesidades y características regionales, adoptar métodos de enseñanza y organizar actividades formativas.

Así mismo, un profesional en educación sabe planear sus asignaturas y preparar sus clases. Esto incluye el diseño y la organización de los insumos y las acciones que garanticen el proceso de aprendizaje. Hace referencia al conocimiento disciplinar y pedagógico del profesor, así como de sus habilidades y actitudes necesarias para propiciar la cabal construcción de conocimiento de los estudiantes. En este sentido, es fundamental que el profesor conozca y comprenda los conceptos centrarles y la epistemología de su área del saber, así como los objetivos de formación. También, debe tener en cuenta la heterogeneidad de los estudiantes y los contextos de sus asignaturas para el diseño de sus actividades de clase.

 El profesional docente sabe generar y controlar ambientes para propiciar el aprendizaje. Presta especial atención a la calidad de las interacciones de manera que enseñen el pluralismo, la tolerancia y el respeto de las ideas. Para esto, el profesor se centra más en las potencialidades que en las carencias de sus estudiantes de modo que favorece el desarrollo de competencias. Un ambiente de aprendizaje de estas características debe invitar a indagar, colaborar y a solucionar problemas y preguntas.

Un profesional de la educación mejora continuamente a partir de la reflexión sobre su propia práctica. Parte del principio de que la evaluación es un proceso formativo que arroja información útil para que el estudiante mejore su aprendizaje y el profesor optimice su docencia. En este sentido, el monitoreo constante del proceso de los estudiantes adquiere un enfoque investigativo y se convierte en un insumo para estimar la efectividad de las estrategias aplicadas y de los factores que influyen en el aprendizaje

Si soñamos con un docente autónomo, crítico y reflexivo debemos pensar en un enfoque de formación que trascienda la transmisión del conocimientos, y se base en competencias, que supere la dicotomía entre lo disciplinar y lo pedagógico, y que busque  potencialice las capacidades inherentes a las personas. Esto es lo que posibilita la adaptación a las transformaciones permanentes de nuestra sociedad.

Igualmente, plantamos un cambio en el paradigma del papel de la práctica en el proceso formativo de los maestros. Para nosotros, la práctica es concebida como un espacio integral del currículo, por lo tanto no se trata simplemente de aplicar los constructos teóricos aprendidos en una clase a los espacios de la realidad. Se trata de incorporar objetivos concretos de aprendizaje en la práctica, de manera que le permitan al maestro desarrollar las habilidades, destrezas y actitudes en un contexto real, superando así la brecha entre la teoría y la práctica persistente en los modelos tradicionales de formación.

Ahora bien, si queremos maestros capaces de reflexionar sobre su  propia práctica docente para mejorar continuamente, la investigación debe jugar un papel fundamental en todos los procesos de formación. No se trata de fomentar la investigación, se trata de incorporarla como parte del currículo y utilizarla  como estrategia pedagógica para fomentar la reflexión.

Finalmente vale la pena reflexionar sobre las condiciones necesarias que favorecen que todo lo anterior se dé. Sin restarle importancia a  las orientaciones y lineamientos en materia de política educativa en el país, la clave y tal vez “la formula mágica” para la dignificación de la profesión docente y el mejoramiento de la calidad de la formación, la tienen las facultades de educación.

La experiencia nos ha demostrado que el éxito recae en el diseño de propuestas flexibles, adaptadas a las necesidades de nuestros estudiantes (futuros docentes). Esto nos conduce a estructurar procesos de formación de calidad y por ende profesionales de la educación de calidad.

Historiador de la Universidad Javeriana y doctor en lenguas y literaturas romances del Boston College (Estados Unidos). Se ha desempeñado como consultor del Ministerio de Educación, el Icfes y la Asociación Colombiana de Facultades de Educación en temas de competencias científicas y ciudadanas....