Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Sin detenernos inicialmente, en el análisis -ya suficientemente ilustrado- sobre las finanzas del programa “Ser Pilo Paga”, la lección que deja este “plan de educación superior” del gobierno del presidente Santos, es la forma en que NO se debe hacer política pública.
La política pública en cualquier sector, en este caso en educación, debe contar con la participación o representación de cada miembro de dicho sector, de manera que intereses comunes y particulares, sean considerados y se articulen con los recursos disponibles –o a conseguir- según las proyecciones de las metas u objetivos a alcanzar. Sin embargo “Ser Pilo Paga” fue una apuesta (en su mejor definición basada en el azar) quizá innovadora, pero absolutamente irresponsable.
En primer lugar, la discusión técnica que se debió suscitar con el programa jamás se dio, y una tesis universitaria fue puesta en el escritorio de la ministra del momento, sin que se diera la oportunidad de ser discutida, en un escenario académico tan propio de la educación. Hay quienes lo llamaron el programa “piñata” asumiendo que de esta forma estaba el gobierno nacional, repartiendo el dinero de la educación.
Los sistemas complejos y, la modelación y simulación de “Ser Pilo Paga” quizá, no consideraron el bajo impacto social o cuántas generaciones deberían pasar, para tener el impacto esperado en el cierre de la brecha.
El programa “Ser Pilo Paga” consumió cerca de 4 billones de pesos y benefició a aproximadamente 40.000 estudiantes (de los cerca de casi 500.000 bachilleres que se gradúan en Colombia anualmente).
De esos 4 billones de pesos, 2 pago el gobierno anterior y en 2, dejó endeudado al actual gobierno, que por fortuna -para los beneficiarios- serán garantizados para cumplir el compromiso.
Las 32 universidades del Sistema Universitario Estatal-SUE reciben 3,6 billones y forman cerca de 800.000 estudiantes. Desbalance e iniquidad incremental.
En segundo lugar, los gobiernos deben generar políticas públicas responsables a todo nivel, sobre todo financiero. “Ser Pilo Paga” fue lanzado como el programa bandera en educación superior sin contar con las mínimas proyecciones presupuestales que obliga una política –máxime si es pública-.
Una vez publicitado (con inversiones desmedidas en anuncios mediáticos) cayeron en cuenta de no contar con los recursos que demandaba una formación universitaria de 5 años (no sólo del primero).
Escasamente organizaron recursos para los primeros 10.000 estudiantes, pero nunca se apropiaron las vigencias futuras para garantizarles a ellos y, menos a los siguientes 30.000 beneficiarios, el recurso necesario para su proceso de formación.
Así, se dieron a la tarea del “lobby” en el Congreso pretendiendo dar a “Ser Pilo Paga” un estatus de Política de Estado. Se confiaba entonces en el “caudal” de la ministra Parody en el legislativo; de no ser por su intempestiva salida de la cartera de educación, seguramente hoy el programa de marras sería lo pretendido por ese gobierno.
En el entretanto y sin recursos para la segunda cohorte de beneficiarios, la jugada poco ética del gobierno se dio con el desvío de los recursos del impuesto CREE (sobre la renta para la equidad) cuya buena parte del recaudo estaba destinada a las Instituciones de Educación Superior-IES públicas.
El gobierno indicó en las escasas reuniones que tuvo con los rectores del SUE, que dicho impuesto no había logrado el recaudo esperado y que “lamentaban” no poder cumplirles con las transferencias anunciadas.
No obstante, los representantes estudiantiles de las IES públicas encontraron la información que demostró como sí hubo recaudo del CREE en las dimensiones proyectadas, pero que éste, fue desviado al programa “Ser Pilo Paga” para cumplir con los compromisos de sus beneficiarios (373 mil millones, en 2016 y 435 mil millones, en 2017).
No fue sólo una asociación de ideas, fue el reflejo de la realidad cuando se denunció que los recursos de “Ser Pilo Paga” estaban desfinanciando aún más la educación pública, soportado lo anterior, en el engaño y la mentira sobre el supuesto bajo recaudo de un impuesto, destinado para cubrir las inmensas necesidades de la educación pública.
Finalmente, se ha puesto la discusión en un escenario de confrontación entre las IES públicas o privadas. Grave error caer en ese juego.
Colombia necesita fortalecer todo su Sistema Educativo (mejor subsistemas) trabajando en búsqueda de la mejor articulación entre cada uno de los integrantes de dicho sistema. Nadie está en desacuerdo en que los más necesitados merecen mejor educación, como una manera de reducir las brechas sociales y económicas tan marcadas en nuestra sociedad.
Pero si una familia tiene cinco hijos, no educa al mejor o al más “inteligente”, seguro busca la manera en que los cinco accedan a una buena educación (pública).
Cuando el Sistema de Educación de Colombia funcione debidamente y tengamos una sociedad de conocimiento, que genera valor agregado a sus productos, bienes y servicios, seguramente podremos tener en operación responsable, programas tipo “Ser Pilo Paga”.
De lo contrario, la puesta en marcha de ideas como ésta, sólo harán más profunda la marcada desigualdad social, harán que no se dimensione la educación como el más importante factor de transformación socio-económico y jamás, -para quienes viven de los escalafones y ranquin- lograremos salir de ese deshonroso tercer lugar entre los países más desiguales de América Latina (según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo—PNUD).
Algo más: Procuremos dejar de usar el rótulo de “Pilo” para nuestros jóvenes, quienes bajo un golpe de suerte (mejores condiciones en su educación básica y media, quizá) lograron un cupo en la educación. Todos los jóvenes en Colombia tienen cualidades para acceder a mejores oportunidades, todos son dignos de ser exaltados con la dignidad de ser “estudiante de la educación superior colombiana de calidad”.