¿Ustedes se imaginan que pudiéramos saber cómo se vería nuestro país si quienes votan son los niños, niñas, y jóvenes de Colombia?¿Tendríamos otros alcaldes, otras gobernadoras, otras concejalas? ¿Tendríamos una democracia más viva por qué su participación sería más alta que la del mundo de las y los adultos, o todo lo contrario? 

Pues bien, indagar por ese país imaginado por niños, niñas, y jóvenes ya no es únicamente una idea interesante, es una realidad. La semana pasada CIVIX Colombia realizó la simulación electoral juvenil más grande de la historia de América Latina en 810  instituciones educativas (incluyendo sedes) y 162 ciudades. En total se registraron 240.176 votos de niños, niñas, y jóvenes, desde Tumaco en el suroccidente de Colombia, hasta Riohacha en la punta norte del territorio nacional. 

Estos estudiantes votaron simbólicamente por candidatas y candidatos a las gobernaciones y alcaldías del país, después de pasar por un proceso de formación de primer nivel en el que sus docentes de áreas como ciencias sociales, ética, cátedra para la paz, o humanidades les entregaron conocimientos y herramientas para analizar los programas de gobierno, las propuestas, y las hojas de vida de estos aspirantes a cargos públicos. 

Los resultados de este ejercicio hablan con fuerza sobre cómo los más jóvenes entienden el ejercicio del poder y el sistema político colombiano. Entonces, ¿cuáles son las principales conclusiones de este ejercicio único en el país? 

En primer lugar, el gran ganador de estas elecciones juveniles, sin lugar a duda, es el candidato menos esperado: el señor voto en blanco. De hecho, de los 233.206 votos válidos contabilizados, 54.787, un 22,8%, fueron en blanco. Una cifra extraordinariamente alta, considerando que en estas elecciones regionales el promedio de voto en blanco para las alcaldías se ubicó en un 4,4%. 

Es importante mencionar que, según el artículo 248 de la Constitución Política, si gana el voto en blanco en elecciones: “deberá repetirse por una sola vez la votación para elegir miembros de una Corporación Pública, Gobernador, Alcalde o la primera vuelta en las elecciones presidenciales, cuando del total de votos válidos, los votos en blanco constituyan la mayoría”. Todo ello con candidatas/os diferentes a los que se presentaron previamente. 

En esa medida, en el país político de los niños y niñas se tendrían que repetir la elecciones con otros candidatos. El voto en blanco ganó en Bogotá (voto en blanco 27,6% vs. Carlos Fernando Galán 23,3%), Cali (voto en blanco 27,0% vs. Danis Antonio Rentería 13,7%), o Cartagena (voto en blanco 28,9% vs. Dumek José Turbay Paz 22,5%).

Esta misma situación se presenta en varias gobernaciones (como Antioquia, Valle del Cauca, y Cundinamarca) y ciudades intermedias (como Cúcuta y Santa Marta). 

En segundo lugar, la tasa de participación política de niñas, niños, y jóvenes en el ejercicio de simulación electoral es más alta que la participaciñon de los supuestos ‘adultos responsables’ en el mundo real. De un censo electoral de 327.559 estudiantes, reportado por los docentes líderes del programa, un total de 240.176 ejercieron su derecho simbólico en las urnas, o sea un 73,3%. Por su parte, según el portal oficial de resultados de la Registraduría Nacional del Estado Civil (a las 3:00 pm del martes 31 de octubre), el 59,2% de las y los colombianos habilitados para votar salieron a ejercer su derecho para elegir alcaldes, y un 60,0% para elegir gobernadores. 

Claramente se puede decir que el no desplazamiento a los puntos de votación para votar en la simulación (porque los jóvenes ya están en la institución educativa) favorece los niveles de participación, pero no deja de ser interesante que participen mucho más. Esto, teniendo en cuenta que la historia que se repite en los círculos políticos del país es que son las y los jóvenes quienes menos participan en elecciones en Colombia. 

En tercer lugar, se pueden identificar fuertes diferencias territoriales entre las y los propios jóvenes del país. Definitivamente, en lo político, no son un grupo homogéneo ni atienden necesariamente a los mismos intereses de sus conciudadanos adultos. En regiones como Boyacá y Bolívar los números son similares a los del mundo real, con la elección de Carlos Amaya y de Yamil Hernando Arana como gobernadores en ambos casos, respectivamente. 

Sin embargo, en otras regiones, la tendencia no sólo es diferente, sino que resulta prácticamente opuesta a los resultados del mundo real. Los casos más interesantes son los de Atlántico, en los que en la simulación electoral ganó Alfredo Varela con el 37,2% de los votos, mientras que en el mundo real el gobernador electo resultó ser Eduardo Verano, con un 48,7% de los votos.

Otro caso paradigmático es el de la región antioqueña en la que ganó el voto en blanco en la simulación, pero en segundo lugar se ubicó Esteban Restrepo con un 16,5% de los votos. En el mundo real Restrepo ocupó el cuarto lugar en los resultados y el ganador fue Andrés Julián Rendón, con un 36,8% de los votos.

Las razones para explicar esto son: el hastío de las y los jóvenes frente a la política tradicional y los clanes políticos de muchas de sus regiones; que muchos de los políticos no le están hablando a las y los jóvenes en su idioma y por eso perdieron en la simulación electoral simplemente; o que sus propuestas no están enfocadas en atender las necesidades e intereses de este grupo etáreo en particular.

Más allá de estos casos particulares, existe otra realidad que se permite entrever en estos resultados: nuestros jóvenes no confían en el sistema político ni en las y los políticos que lo representan. Eso no es ninguna sorpresa, la verdad es que como lo muestran distintas mediciones los adultos tampoco.

Pero quizá este es un buen momento para reflexionar lo que implica pensar y dirigir una ciudad, un departamento, o un país a espaldas de una de las poblaciones más vulnerables y con más carencias en términos de empleabilidad y sentido de futuro. Si hay algo que nos tuvo que enseñar el paro nacional en Colombia en 2021 fue precisamente que no debemos abandonar a nuestros jóvenes. 

Este ejercicio también nos permite darnos cuenta de la importancia de seguir promoviendo una pedagogía electoral que fortalezca los valores cívicos y democráticos de nuestras y nuestros estudiantes, para que sean ciudadanas y ciudadanos activos y participativos en el futuro cercano. En tiempos en que la democracia está en cuidados intensivos, cultivar desde las aulas el sentido de pertenencia por nuestras instituciones es un acto de paz. 

P.S. Si están curiosos por saber cómo les fue a sus candidatos en el mundo de los niños, niñas, y jóvenes, les invito a que naveguen nuestro tablero de resultados de Voto Estudiantil 2023 y hagan sus propias comparaciones. Es un ejercicio muy interesante para mejorar la democracia.

Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia y Master en Desarrollo y Gobernanza de la Universidad de Duisburg-Essen en Alemania. Es co-fundador y Director Ejecutivo de CIVIX Colombia, organización no gubernamental de origen canadiense que trabaja...