Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Este artículo fue escrito en coautoría con Karen Arteaga Garzón*, directora de Rodeemos el Diálogo, y Leonardo Lizcano*, miembro de Rodeemos el Diálogo.
Karen Arteaga Garzón, Leonardo Lizcano y Andrei Gómez-Suárez plantean que la construcción de escenarios multiactor que permitan el diálogo entre personas diversas, que eviten los monólogos del “yo-con-yo” y que coconstruyan propuestas, será la clave no solo para la firma de un acuerdo de paz con el ELN, sino para la construcción de un Gran Acuerdo Nacional.
Colombia tiene una larga historia de participación ciudadana en los procesos de paz que reúne más fracasos que logros. Por tanto, el gran reto del Comité Nacional de Participación (CNP), creado en el marco de la negociación entre el gobierno Petro (2022-2026) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), es materializar los deseos y beneficios de la participación en acciones concretas que sienten las bases para consolidar un Gran Acuerdo Nacional.
Los avances del Comité Nacional de Participación
Desde los años 80, el ELN ha planteado la participación de la sociedad civil como una condición para consolidar un proceso de paz. Así mismo, el gobierno Petro, apalancado por el movimiento social, ha hecho énfasis en que el pueblo es quien hoy tiene la palabra.
En la Mesa de Diálogos entre el gobierno Petro y el ELN este deseo se ha materializado en la creación del CNP, el cual tiene la tarea de diseñar el proceso de participación para la sociedad civil, elaborar el Plan Nacional de Participación y entregarlo a la Mesa de Diálogos. Para hacerlo tendrá 6 meses.
Para lograrlo, el CNP organizará 15 encuentros nacionales y 9 regionales, que tendrán que realizarse entre el 1 de septiembre y el 31 de octubre de 2023, cada encuentro durará dos días y contará con la participación de 150 personas. El CNP está conformado por 81 representantes de 30 movimientos, pueblos étnicos, organizaciones, gremios e instituciones, en un esfuerzo por incluir a las diferentes voces de la sociedad.
El evento de instalación del CNP, realizado en Bogotá el 3 de agosto de 2023, contó con la presencia de Pablo Beltrán, jefe de delegación de paz del ELN; Otty Patiño, jefe del equipo negociador del gobierno; José Félix Lafaurie, presidente de la Federación Nacional de Ganaderos y miembro del equipo negociador del gobierno; el presidente Petro, la mayoría de los representantes del CNP y una representación de organizaciones y procesos territoriales invitados.
Durante el evento las partes mostraron voluntad para avanzar en el propósito común de encontrar una salida negociada y de atender la amplia diversidad de sectores allí representados. Uno de los comandantes del ELN, Aureliano Carbonell, dijo: “no nos sentimos como los representantes de esta sociedad, luchamos, pero la sociedad es la que tiene la palabra.”.
Asimismo, Petro mencionó que hoy en día las consignas de las revoluciones en el mundo han cambiado, y por ende hoy “no es libertad o muerte, es libertad y vida. Eso es lo que congrega a la humanidad en una nueva lucha, en una nueva transformación. Es la vida el concepto central revolucionario.”
En sus primeros dos meses de trabajo, el CNP ha logrado avances importantes. Según el último comunicado conjunto, la fase de diseño de la participación de la sociedad civil se ha ido consolidando con la creación de 5 comisiones que integran sectores y territorios, la preparación de 25 procesos locales y regionales de consulta y el inicio de la discusión de las bases de un Plan Nacional de Participación.
La participación de la sociedad y la apuesta del ELN por el “poder popular”
La importancia del diseño de un mecanismo de participación abierto a la sociedad tiene sentido para el ELN bajo su visión de acción política, el “poder popular”. Las raíces de este concepto se remontan a los 80. En 1983, la Dirección Nacional del ELN convocó a una reunión nacional en la que delegados de todos los Frentes guerrilleros, columnas urbanas y comisiones nacionales avanzaron en el proceso de recuperación y fortalecimiento de la guerrilla.
Una de las principales conclusiones de esta reunión fue la apuesta por el “poder popular”. En 1989, el ELN organizó el congreso “Poder popular y nuevo gobierno”, donde este concepto se terminó de consolidar como una propuesta alternativa de poder: un gobierno que dependa de las formas en las que el pueblo ejerce su agencia política.
La idea de poder popular fue ampliamente discutida al interior del ELN durante los 90. Al respecto, Carlos Velandia (“Felipe Torres” excomandante del ELN) sostiene que: “en el 2002, algunos integrantes se preguntaban: ¿si el pueblo es el dueño del poder qué ocurriría si la ciudadanía llegara al consenso de pedirle al ELN que dejará las armas?”
Esta pregunta aún no la ha resuelto el ELN. Sin embargo, la participación de la sociedad en los procesos de paz ha sido un punto fundamental en todos los intentos de negociación con el ELN. Los avances en el actual proceso, en particular en relación con la creación del CNP, son alentadores porque tienen el potencial de ayudar a resolver la encrucijada del ELN de materializar el poder popular por fuera de la rebelión armada. Sin embargo, el CNP tiene el reto de sentar las bases de un ejercicio de participación amplio y efectivo.
Nueve recomendaciones para garantizar una participación amplia y efectiva
Los aprendizajes y fracasos de las experiencias de participación anteriores permiten enumerar nueve recomendaciones para consolidar los avances del proceso de paz, en general, y del CNP, en particular.
Primero, las partes deben mantener el desescalamiento del conflicto. Esto mostraría su capacidad para ofrecer garantías para la participación.La firma del Cese al Fuego bilateral y nacional entre el gobierno Petro y el ELN es un primer paso para garantizar las condiciones de seguridad necesarias para que la ciudadanía participe.
El Mecanismo de Monitoreo y Verificación (MMV), que estará conformado por la Misión de la ONU, delegados de la Conferencia Episcopal, miembros de la Fuerza Pública y del ELN, es un elemento fundamental para que la ciudadanía pueda verificar el compromiso de desescalar el conflicto. El primer mes del cese al fuego, las acciones armadas por parte del ELN disminuyeron un 63%, lo cual permite observar el impacto humanitario inmediato.
Segundo, las partes deben realizar pedagogía sobre la Mesa de Diálogos. La pedagogía del proceso de paz, que es una herramienta indispensable para preparar a la ciudadanía para participar, no puede plantearse como un proceso técnico o neutral. Por el contrario, las partes deben entender la pedagogía como un proceso informativo, pero también emocional, con una incidencia fundamental en la legitimidad del proceso. Una pedagogía emocional permitiría generar una masa crítica que acompañe el desarrollo del proceso de paz en sus diferentes fases y ritmos.
Tercero, las partes deben construir una estrategia de comunicaciones que incluya las redes sociales y emisoras comunitarias. Es fundamental enfrentar el reto de construir paz digital. Sin esto es imposible llevar a cabo un proceso de participación exitoso.
De igual manera, es necesario difundir los mensajes por medios alternativos que son escuchados por diferentes sectores sociales a lo largo y ancho del país. El plebiscito por la Paz en 2016 reveló que la desinformación y las noticias falsas crearon un marco emocional adverso que resultó en la desaprobación del Acuerdo Final por un estrecho margen, y que hoy sigue siendo un obstáculo para crear un ambiente positivo frente al actual proceso de negociación.
Cuarto, el CNP debe facilitar espacios donde converjan diferentes actores estratégicos de las temáticas a tratar con el fin de coconstruir propuestas conjuntas y conciliar diferencias, y evitar convocar espacios fragmentados que resulten en listas de demandas sin solución. La puesta en marcha de espacios multiactor que saquen de su monólogo a cada sector es clave para la sostenibilidad del proceso de construcción de paz a largo plazo.
Tradicionalmente, se han organizado espacios divididos por diferentes criterios; por ejemplo, empresarios, organizaciones y movimientos sociales, víctimas, jóvenes, militares, mujeres, partidos políticos, academia, entre otros.
Sin embargo, la ausencia de un segundo espacio que permita el diálogo con otros sectores ha desencadenado un soliloquio en que cada individuo se siente identificado con un pequeño grupo de personas que piensa similar, una ampliación de una conversación de “yo con yo”, que no permite el diálogo con otros que contribuya a una reflexión crítica y amplia.
Quinto, el CNP debe reconocer e integrar las instancias de participación existentes. Incluir el trabajo que ya adelantan espacios con este propósito como los Consejos de Participación, los Consejos de Planeación y los Consejos de Paz, Reconciliación y Convivencia (tanto nacionales como territoriales) es una forma de sumar esfuerzos, y no duplicarlos.
Esto permite contrastar información sobre problemáticas, priorizar propuestas de solución; así como reconocer el esfuerzo participativo de diversos procesos que vienen de tiempo atrás. Apoyarse en instancias, que tienen una experiencia acumulada en esta temática, una trayectoria en sus territorios y la visión sostenible en el tiempo es un acierto para que el CNP no sea solo una instancia transitoria.
Sexto, el CNP debe establecer una metodología clara de recolección, sistematización y retroalimentación de las propuestas de la sociedad civil. Esta metodología debe contemplar la creación de una herramienta que permita el análisis de la información en tiempo real para aportar insumos sobre los puntos de la agenda a la Mesa de Diálogos. A su vez, esta herramienta puede ayudar a construir un archivo para alimentar la memoria histórica de los procesos de participación.
Séptimo, el CNP debe plantear diversos mecanismos y canales de participación con un objetivo claro y temáticas acotadas, que permitan que las personas y organizaciones planteen sus propuestas sobre los puntos de la agenda. Es fundamental diseñar mecanismos que incluyan la recepción de propuestas tanto de individuos como de colectivos, reconocer los espacios de diálogo ya constituidos a nivel territorial, e incluir mecanismos digitales como las redes sociales y sitios web que permitan llegar a otro sector poblacional.
Octavo, el CNP debe diseñar una estrategia de comunicación eficaz para convocar e informar a la ciudadanía sobre los mecanismos disponibles para su participación y los avances en el Plan Nacional de Participación. Esta información es fundamental para que el público pueda acompañar y participar en siguientes fases y para evitar que las primeras fases de consulta se conviertan en un factor de división.
Noveno, El CNP debe fortalecer habilidades y conocimientos en pro de una participación de calidad. La calidad de la participación depende de que la ciudadanía contribuya desde una posición informada a construir paz, que les permita hacer un análisis sobre la lógica del conflicto armado y los intereses de los actores involucrados.
Así, los participantes parten de un punto de encuentro sobre el cual se abre la discusión. Esto no quiere decir que la participación ciudadana debe ser homogénea, al contrario, se trata de crear una base común para después construir propuestas en conjunto desde la diversidad.
Una oportunidad para avanzar hacia el Gran Acuerdo Nacional
El CNP es una oportunidad para el gobierno y el ELN, pero fundamentalmente para el país. Ningún gobierno hasta ahora había logrado acordar un mecanismo para la participación con este grupo guerrillero. El ELN parece estar encontrando un camino no armado para materializar su idea de poder popular.
Amplios sectores de la sociedad con diferentes ideologías y trayectorias están participando en el diseño del Plan Nacional de Participación mostrando que es posible construir desde la diferencia. Las nueve recomendaciones esbozadas en este artículo pueden ayudar a transformar esta oportunidad en una realidad.
Los avances del CNP durante sus dos primeros meses de funcionamiento son un aliciente para trabajar por el Gran Acuerdo Nacional, que en algún momento tendrá que incluir a las élites políticas y económicas del país, como lo sugiere Petro, pero que debe partir de una visión compartida de las transformaciones sociales que sectores diversos de la población consideran fundamentales para desmontar y aliviar el impacto traumático que ha dejado la guerra.
El gran reto para ambas partes, y para Colombia, será cumplir con las aspiraciones de cambio de la sociedad. El ELN tendrá la posibilidad de escuchar las demandas de la sociedad, incluso aquellas que no comparten, y tomar acción en pro de estas. El gobierno Petro tendrá que hacer uso de la institucionalidad para materializar las propuestas.
El país político, económico y social tendrá que encontrarse en un Gran Acuerdo Nacional para evitar que las propuestas de la sociedad caigan en saco roto y mantengan el terreno fértil para continuar con otro ciclo de violencia.

Karen Arteaga-Garzón
Directora de Rodeemos el Diálogo (ReD) en Colombia. Politóloga y Magíster en Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Su experiencia se concentra en el análisis de dinámicas de conflicto armado, participación de la sociedad civil en procesos de paz y en metodologías de diálogo. Ha trabajado en la Oficina del Alto Comisionado para la Paz (Oacp), la Fundación Ideas para la Paz (FIP) y Transparencia por Colombia (TpC), entre otros.

Leonardo Lizcano Serna
Miembro de Rodeemos el Diálogo (ReD) en la línea de “Fin del Conflicto y Paz Total”. Magíster en antropología de la Universidad de los Andes, y antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Su trabajo se ha concentrado en el sector de cultura y patrimonio, puntualmente en el análisis de las transformaciones económicas y políticas de las sociedades prehispánicas y modernas, y se ha interesado en el análisis de datos digitales y su aplicabilidad en proyectos para el desarrollo. Ha trabajado en el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh) y el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (Idpc).