Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Las acciones individuales y colectivas que construyen bienestar social, se están conectando con procesos de reconciliación enmarcados en el proceso de paz Gobierno-Farc, transformando así la geografía de la esperanza en Colombia.
“La cartografía de la esperanza es un proyecto en construcción”, con estas palabras concluyó el profesor Rubén Darío Pardo (Universidad del Quindío) la tercera Tertulia de Reconciliación de Rodeemos el Diálogo (ReD), realizada el 6 de junio de 2017 en Bogotá.
Escuchando a Rubén corrí el velo del pesimismo que inunda a un sector de las redes sociales y los medios de comunicación. Recordé los encuentros que he vivido durante las últimas semanas, en los que la neblina del rencor se difumina a través de un diálogo honesto y generoso entre compatriotas que comparten sus esperanzas de un país mejor.
Lo más impresionante es que su contribución al país no se queda en retórica, sino que se transforma en acciones. Aunque son invisibles a los pequeños, medianos y grandes medios de comunicación, dichas acciones cambian la vida de muchas personas; cultivando así, una transformación imperceptible que ayuda a construir un mejor país del que recibieron de generaciones pasadas.
No cabe la menor duda que el proceso de paz entre el gobierno y las Farc ha contribuido a que apuestas cotidianas por el bien común, que ocurrían en medio del conflicto armado, hoy se vayan conectando con procesos nacionales de reconciliación y transformación social. Esa quizá es la gran virtud del acuerdo de paz.
Más y más, con el pasar de los días, los actos bondadosos de miles de compatriotas, que parecen islas desconectadas en el océano de la desconfianza, empezaran a reconocerse, a reconectarse, formando parte del mismo archipiélago de la esperanza que revitalizará a Colombia como una nación de la cual la mayoría estará orgullosa; y para la cual trabajarán arduamente individuos y colectivos, entregando lo mejor de sí para cuidarla.
Esta reconexión, que está ocurriendo frente a nuestros ojos, revela que la alegría y la esperanza son más fuertes que el resentimiento y dolor. Ese es el secreto de las grandes naciones: sanar las heridas para construir cohesión social.
La razón es sencilla: la resiliencia de los seres humanos florece cuando superamos los traumas del pasado; cuando invertimos nuestras energías pensando en un futuro distinto, donde los otros se convierten en aliados para superar obstáculos comunes; cuando la generosidad de los otros nos sorprende, al punto de tener que revaluar críticamente los prejuicios que impedían reconocerlos como sujetos legítimos, y nos invita a ser generosos también para construir un presente mejor entre todos.
Los invito a cerrar por unas horas el Twitter, el Facebook y no leer sus grupos de WhatsApp; les sorprenderá la paz que se siente inmediatamente, cuando dejan de leer los mensajes de odio contra las Farc, contra Santos, contra Uribe y contra todo aquello relacionado con el proceso de paz. Aprovechen alguna de esas horas para hablar con la gente en las calles, con los jóvenes y encontrarán un país distinto que tiene muy poco que ver con las mentiras promovidas con intereses políticos en la era de la post-verdad.
Por ejemplo:
En Pereira, Edel trabaja incansablemente para que los jóvenes se apropien de la construcción de paz. Los resultados son sorprendentes. Por un lado, estudiantes de colegio participan en foros haciendo ponencias en las que llaman a los adultos a permitirles jugar un rol protagónico en pro de la reconciliación; son contundentes en decir que no quieren heredar los dolores de otros y que no quieren repetir sus errores. Por otro lado, los jóvenes hacen videos en los que no sólo preguntan a adultos mayores sobre su percepción del momento actual, sino que hacen un llamado para que se informen mejor.
En la Zona Veredal de Transición y Normalización (ZVTN) de Icononzo, Jeison, un guerrillero de las Farc estudia juiciosamente el Algebra de Baldor. Su sueño es ser contador para trabajar en Ecomun, el Fondo de Economía Solidaria de las Farc que se creará una vez ocurra la dejación de armas.
Jeison sabe que el proceso de reincorporación es concomitante con la satisfacción de los derechos de las víctimas. Durante la estadía en la ZVTN ha escuchado testimonios de personas que han sido víctimas de las Farc, de los paramilitares y del Estado; ha tomado nota y está preparado para participar en la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición para contribuir a sanar los dolores que ha dejado el conflicto armado. Claro, también espera escuchar el reconocimiento de la contraparte, porque el conflicto ha dejado muchas heridas en su corazón también.
En Tumaco, el profesor Ricardo y su equipo montan un foro para incentivar a los estudiantes de sociología a investigar las conflictividades, la pedagogía de paz y la participación de la sociedad civil en la transformación del territorio. Los estudiantes de una de las zonas más violentas del país se involucran en discusiones profundas para proponer soluciones surgidas de su conocimiento concreto para una crisis con un fuerte componente internacional que involucra la economía ilegal del narcotráfico.
En Bogotá, los miembros y amigos de ReD se reúnen con compatriotas cada semana para comprender mejor los retos de la dejación de armas, la pedagogía de paz, el papel de las iglesias en la construcción de paz, y para trabajar por la reconciliación en medio de la corrupción, entre otros.
Escuchando a Rubén hablar de la red que apoya a la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, de Buena Gente Periódico que se enfoca en noticias positivas y de Pan Rebelde que busca resignificar la relación entre ética y alimentación, empiezan a mezclarse imágenes en mi mente de Tumaco, Icononzo, Pereira y Bogotá y entonces escucho a Peter decir: “ReD lleva 5 años tejiendo espacios de esperanza.” Igual que otros, muchos otros –pienso.
De repente lo veo, como desde la ventanilla de un avión, ese hermoso archipiélago de la esperanza que está en expansión en un mar rabioso, pero sé que mañana saldrá el sol. Y entonces siento el deseo de invitar a millones de personas a explorar este archipiélago para construir juntos la gran nación que Colombia puede ser.