Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Jamás se podrá negar la oscuridad que ha acompañado a esta contienda bélica sin fin, pero ello no puede empañar el sacrificio y esfuerzo de miles de mujeres y hombres que con humildad y en silencio permiten que ustedes lean estas palabras.
El talante civilista de las Fuerzas Armadas se aprecia integralmente a través de su singular resiliencia en medio de una guerra negada y adosada de múltiples intereses; no todos ellos lastimosamente santos.
Pocos cuerpos militares y policiales en el mundo pueden seguir actuando con efectividad y eficiencia en contextos tan complejos, poco claros y adversos como el colombiano, estando además a toda hora bajo sospecha, siendo atacados por diestra, por siniestra y trabajando con una constante soga en el cuello que no es otra que la presunción de culpabilidad sobre todo lo que hacen, opinan o incluso sobre lo que callan.
La desconfianza en ciertos sectores de poder y contra poder se demuestra en sendas expresiones y decisiones que las palmaditas en la espalda no pueden ocultar. Parecemos descendientes de Pilatos.
Son precisamente estas Fuerzas Armadas, herederas de las neogranadinas de hace 200 años, las que en la práctica viabilizaron el momento actual y nos han traído un hálito breve de paz y libertad porque, a decir la verdad, lastimosamente ninguna otra institución, empezando por la justicia la ha logrado entronizar de forma permanente.
Los escándalos del cartel de la toga, la JEP, el Congreso y la corrupción pasan de agache mientras tanto la desconfianza en los hombres y mujeres de armas sigue siendo la más utilizada primera página de medios nacionales e internacionales.
Quisiéramos comisiones independientes e imparciales también frente a éstos fenómenos estructurales . Pero lo cierto es que pocas cosas venden tanto que hablar de las Fuerzas Armadas en Colombia, no obstante su respeto y subordinación está tallada sobre diamantes de incalculables quilates.
Jamás se podrá negar la oscuridad que ha acompañado a esta contienda bélica sin fin, así como los errores y horrores cometidos en medio de la ordalía por algunos militares y policías, pero ello no puede empañar el sacrificio y esfuerzo de miles de mujeres y hombres que con humildad y en silencio permiten que ustedes lean estas palabras y que su servidor con indignación las escriba.
Si hay algo que caracteriza a los soldados de Colombia es su ADN jurídico, el respeto por los derechos humanos y por el derecho internacional humanitario, no sólo expresado en el número de operaciones desplegadas en 55 años frente al número de casos denunciados y judicializados en ese período.
Lo que pasa en Macondo nos recuerda a Tacito cuando enseñaba en Roma: “Esta cosa tan injusta se manifiesta en cada guerra: que todos reivindiquen como suyo el mérito de los éxitos, mientras la culpa de los fracasos se hace recaer sobre uno solo.”