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Ojalá este aniversario sirva para reflexionar sobre la manera como el Estado colombiano y sus funcionarios manejan las crisis que producen este tipo de hechos.
Después de 15 años de los atentados del 11 de septiembre en los EE UU, quiero rememorar algunos momentos que dejaron enseñanzas valiosas para un grupo de colombianos que asistíamos por esos días a un curso sobre manejo de crisis y terrorismo en la ciudad de Washington, organizado por el Departamento de Estado de los EE UU y la Oficina de Asistencia Antiterrorista.
Ese 11 de septiembre, en nuestro segundo día de curso, a las 8:40 a. m. cuando estrellaron el primer avión contra una de las Torres Gemelas, nos encontrábamos en el receso frente a una de las pantallas de televisión que tiene en sus pasillos el Hotel Hilton del Distrito de Columbia, que en ese momento transmitía las noticias en CNN y que mostró en vivo y en directo este atentado. Los colombianos allí presentes lo vimos como un accidente y algunos funcionarios de EE UU comenzaron a tener dudas y lo veían como un posible atentado. Lo más sorprendente es que después de los 15 minutos de receso volvimos al curso, a la continuación de la conferencia, como si nada hubiera pasado. Ese hecho en Colombia y en muchos países, hubiera cancelado cualquier evento y nos hubieramos dedicado a seguir por los medios de comunicación los sucesos posteriores dejando de lado nuestras obligaciones.
20 minutos después una persona ingresó al salón y le entregó un papel al conferencista Morris Busby quien fue embajador de EE UU en Colombia en la época del terrorismo del narcotráfico a comienzos de los 90, quien de inmediato lo leyó, habían impactado otro avión en contra de la segunda torre, lo que descartaba la hipótesis de accidente. Para sorpresa nuestra la conferencia y el curso continuó como si nada sucediera, no había desespero, se conservaba la calma.
Luego comprendí que a pesar de la importancia de los conferencistas, algunos de ellos funcionarios del Departamento de Estado que seguramente podrían ayudar o ponerse a disposición para el manejo de crisis que estaba produciendo los atentados, ellos tenían una orden y un compromiso que cumplir con el curso y seguramente lo que menos querían era tener un grupo de colombianos curiosos que habrían intentado llegar hasta el Pentágono para ver los desastres del tercer atentado en Washington a las 9:40 a. m.
La manera como se comportó el Estado norteamericano, sus funcionarios y la sociedad en general durante ese día fue ejemplar, las autoridades de socorro cumplieron la labor como correspondía a pesar de los riesgos, la policía acordonaba las zonas, ayudaba a salir a los ciudadanos y no dejaba ingresar a algunos curiosos, los ciudadanos se alejaban de las zonas de riesgo, los gobernantes, funcionarios y políticos no corrieron a dar declaraciones desde el sitio de los atentados y sin tener información precisa, nadie se aventuró a dar declaraciones o a señalar culpables, solo el Presidente lo hizo esa misma noche con un corto discurso.
Al comparar la manera como los funcionarios del Estado Norteamericano manejaron la crisis esa día, con algunos de los atentados que se han producido en Colombia, todavía en nuestro país nos falta mucha organización y manejo de este tipo de situaciones. Aquí, ministros, políticos, jefes de las fuerzas de seguridad y hasta el presidente van hasta el lugar de los hechos, dan declaraciones en vivo y en directo, entorpecen las acciones de socorro, la atención de heridos, las primeras labores de investigación criminal y con este comportamiento se ponen y ponen riesgo a muchas personas y contaminan la escena del delito. Basta recordar el atentado de El Nogal (7 de febrero de 2003) donde el Presidente de la República dio declaraciones a los medios de comunicación en la entrada del edificio a las 11,30 p.m. cuando todavía se estaba atendiendo la emergencia y apenas se había apagado el incendio del edificio, o el atentado a Caracol (12 de agosto de 2010) donde varios ministros dieron declaraciones en vivo y en directo desde el sitio.
Pero si los funcionarios no se saben comportar, los periodistas nuestros, reinvindicando el principio de la libertad de prensa, ingresan a la escena del delito, contaminan las pruebas, algunos se las llevan para mostrarlas en los canales o como recuerdo y no respetan a las víctimas, las entrevistan en directo haciendo preguntas imprudentes. El día que un juez involucre a funcionarios y periodistas en los procesos penales de los atentados por contaminar la escena del delito y por entorpecer la labor de las autoridades, este mal comportamiento comenzará a cambiar.
Este es el mejor curso al cual he asistido, tanto por la manera como el gobierno de los EE UU manejó la crisis en ese momento, por el contenido del curso que nunca se suspendió y por los comentarios y análisis de esos atentados de los expertos conferencistas que tuvimos.
Todo esto sirvió para que a finales del año 2001, todo el gabinete de la administración de de Antanas Mockus nos capacitaramos en manejo de crisis y terrorismo con dos cursos que dictó el Departamento de Estado de lo EE UU y Scotland Yard, formación que contribuyó a un mejor manejo de la ola de atentados terroristas a que las FARC sometieron a la ciudad después del rompimiento de los diálogos del Caguán.
Ojalá este aniversario sirva para reflexionar sobre la manera como el Estado colombiano y sus funcionarios manejan las crisis que producen este tipo de hechos. Riesgos, manejo de crisis y comunicaciones estratégicas, están por fuera de la agenda de nuestros instituciones y funcionarios.