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Unas horas antes de terminar el año 2022, el presidente Gustavo Petro hizo un importante anuncio a través de su cuenta de Twitter: su Gobierno había acordado un cese al fuego bilateral con cinco organizaciones armadas hasta el 30 de junio de 2023. Se trata de un anuncio de mucha relevancia.
Para las comunidades que habitan los territorios que estan siendo disputados o en los que esos grupos armados hacen presencia activa, seguramente es un momento excepcional ya que los últimos años han vivido en un contexto de operaciones militares y la violencia de los grupos armados.
Sin embargo, las guerras son complejas y su finalización lo es incluso más. Aunque el anuncio genera esperanzas de un 2023 con mucha menos violencia, al tiempo genera múltiples dudas que el gobierno no ha sido capaz de disipar.
De hecho, ya el ELN publicó un comunicado manifestando que el cese al fuego solo es una propuesta, pero no ha sido discutido en la mesa de negociación. Si este cese al fuego no funciona integralmente, el mismo Gobierno pudo haberle dado una estocada de muerte a su principal política de gobierno.
¿Qué es lo que cesará durante el cese al fuego?
En el comunicado compartido por el gobierno colombiano, el punto tres dice que el primer objetivo del cese al fuego será “la suspensión de la afectación humanitaria de las comunidades étnico-territoriales y campesinas, y a la nación en general”.
Luego, dice que el compromiso incluye “suspender las acciones ofensivas y evitar incidentes armados entre la Fuerza Pública y organizaciones al margen de la ley”. Según esto, el cese al fuego va a cubrir dos formas de violencia: la violencia ascendente (entre el Estado y los grupos armados) y la violencia descendente (entre grupos armados y los civiles). La violencia horizontal (entre grupos armados) queda por fuera de este acuerdo.
Todo cese al fuego es limitado, y esta es una realidad que debemos aceptar. Sin embargo, el Gobierno debe tener claridad sobre esas limitaciones y planificar sus acciones teniendo en cuenta las mismas, más aún cuando hablamos de cuatro organizaciones armadas.
Por ejemplo: si hay combates entre grupos armados y se genera un desplazamiento (afectación humanitaria), ¿esto sería una infracción del cese al fuego?Ahora que el ELN oficialmente no hace parte del cese al fuego, este es un escenario lógico, si tenemos en cuenta que esta organización tiene estructuras en guerra en el Chocó y el sur de Bolívar con las AGC y disidencias, por ejemplo.
Lo cierto es que, sin esas claridades, el Gobierno podría estar paralelamente dejando vacíos legales e institucionales que los grupos armados pueden aprovechar, y minando la confianza de la ciudadanía en estos procesos.
Primero hablar, luego coordinar
Una caracteristica de este Gobierno en cuanto a seguridad y defensa ha sido anunciar mucho antes de actuar. El comunicado del ELN desmintiendo el cese al fuego es posiblemente el golpe (político) más fuerte que ha recibido por parte de la guerrilla, que ya antes había manifestado señales de no querer negociar al acelerado ritmo del Gobierno.
Sin embargo, aquí el Gobierno necesita urgentemente hacer un mea culpa: bajo ninguna circunstancia, anunciar un cese al fuego sin haberlo coordinado con sus contrapartes armadas es una estrategia lógica.
El principal responsable de este fracaso con el ELN es el Gobierno, por asumir que los grupos armados van a seguirle el ritmo en lo que unilateralmente decidan. Con esto, el Gobierno demostró nuevamente que tiene mucho afán por negociar, y le dio una oportunidad de oro al ELN para mostrarse como el actor ilegal con mayor capacidad de negociación.
El Gobierno tiene afán, mientras que esa guerrilla está en uno de sus mejores momentos político-militares, especialmente en Venezuela. El ELN va a intentar capitalizar eso una y otra vez, y el Gobierno parece seguir creyendo que solo con palabras y buenas intenciones van a lograr el fin del conflicto con esa insurgencia.
La salida repentina del ELN genera muchas otras dudas frente al cese al fuego. Por ejemplo, si el ELN no lo aplica, puede tener una oportunidad de oro para atacar a los demás grupos armados (en caso de que lo acepten) y mejorar su posición estratégica.
Al tiempo, los otros grupos armados pueden tener muy pocos incentivos para cumplir el cese al fuego si su principal enemigo en varias regiones sigue ejerciendo violencia. En síntesis: el ELN acabó de desnudar la improvisación de este Gobierno, lo que le puede salir muy caro en el futuro.
Los problemas de la verificación
Ya todo esto avizora un panorama complejo. Sin embargo, incluso en el mejor escenario, con el ELN abordo, la verificación de este cese al fuego luce muy difícil. La mayoría de estos grupos armados están en zonas rurales con muy poca comunicación y controles estrictos sobre lo que las personas pueden o no decir.
Esto permite que muchas de las violencias e intimidaciones nunca sean conocidas por la opinión pública. En la Sierra Nevada, por ejemplo, las Acsn controlan de forma muy estricta las comunicaciones de las personas en sus dispositivos móviles. ¿Esto hace parte del cese al fuego?
Incluso si no, violencias más “públicas”, como los atentados, asesinatos o intimidaciones suelen demorarse mucho en llegar hasta las cabeceras municipales. Por todo esto, quienes hagan parte de los mecanismos de verificación deberían estar cerca, conocer los territorios que van a monitorear y establecer sistemas claros de monitoreo permanente.
Pero si el cese al fuego ni siquiera había sido acordado con los grupos armados, podemos suponer que tampoco el Gobierno tenía claros cuáles eran los protocolos que iban a seguir. Estos protocolos deben incluir claramente cuáles acciones armadas entrarán en verificación y cuáles no, por ejemplo.
No basta con decir “afectaciones humanitarias” porque, como ya dijimos, estas van desde confinamientos y desplazamientos, hasta el control de las vidas privadas. Sin esto, el cese al fuego tendría tantos vacíos que decretar su cumplimiento o incumplimiento podria ser asumido como una una decisión arbitraria.
Los problemas de confianza
Los ceses al fuego suelen ser buenos ejemplos del nivel de confianza que los actores en negociación pueden tener frente a sus contrincantes. De igual manera, el cese al fuego puede ser un gran momento para aumentar capitales políticos frente a la opinión pública: es una muestra muy clara de que la violencia puede reducirse.
La contraparte de todo esto es que, de salir mal, el cese al fuego puede generar serias dudas a los grupos armados y minar la confianza de la ciudadanía en el proceso. El incumplimiento de un cese al fuego puede llevar a una de las partes a detener las negociaciones (si la contraparte incumple con esto, ¿qué garantiza que en el futuro cumplirá con lo pactado?).
Asimismo, si alguno de los grupos armados incumple su parte, los civiles pueden no apoyar más la negociación. Y como el plebiscito por la paz lo demuestra, una negociación sin apoyo popular enfrenta multiples retos a la hora de la implementación que pueden ser muy peligrosos.
En el caso de la Paz Total, los problemas de confianza son varios. Primero, como ya mencionamos, el ELN demostró que el Gobierno estaba tomando decisiones sin acordarlas con ellos.
Segundo, si el cese al fuego llega a ser multilateral, los grupos armados pueden tener grandes incentivos para romperlo entre sí. Más aún teniendo en cuenta que algunos de ellos están en guerra en algunas regiones (como las AGC y las Acsn en la Sierra Nevada).
Tercero, con la retirada del ELN, la población civil bien puede asumir que el Gobierno todavía tiene pocos elementos concretos para lograr la Paz Total, lo que luego puede redundar en críticas feroces a este proyecto e, incluso, a la elección de candidatos que capitalicen esa sensación.
El Gobierno tiene una necesidad urgente de solucionar los problemas de compromiso si quiere que los grupos y la gente confíe en su capacidad de lograr la paz.
Mantener las expectativas en la tierra
Todos estos problemas son muy parecidos a los que los Gobiernos de todo el mundo enfrentan al hacer un acuerdo de paz. Lograr la paz es un proceso complejo que requiere paciencia, esfuerzos y mucha coordinación. Por tanto, lograr un cese al fuego con cuatro organizaciones armadas sería, en sí mismo, un importante logro.
Sin embargo, justamente por las complejidades del proceso, el Gobierno debería dejar a un lado las narrativas victoriosas hasta que lo consiga. La paz solo es posible conseguirla a través de pequeños pasos.
Quizá desmovilizar a todas las organizaciones armadas de Colombia sea una labor loable, pero difícilmente conseguible para un presidente. Hace falta que este Gobierno lo entienda y empiece a comunicar con más cuidado.
El cese al fuego es una gran oportunidad para limitar las expectativas: en lugar de acabar la violencia, podría comunicarse que se suspenderán o limitaran algunas de esas violencias. Aunque sea menos efectivo en términos políticos, es mucho más eficaz en términos de confianza. Y en este momento, el Gobierno necesita mucho de eso.
El ejemplo del Acuerdo de Paz con las Farc-EP puede ser útil: se intentó construir una narrativa del fin del conflicto que hasta hoy sigue siendo capitalizada por sus detractores. No sabemos si la Paz Total será el fin de las violencias armadas en Colombia. Muy posiblemente no.
No obstante, es un gran paso hacia eso y como tal debería venderse. Si este Gobierno sigue comunicando grandilocuentemente antes de actuar, está arriesgando gran parte de su capital político en un proceso que, hay que aceptarlo, puede nunca concretarse.