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Esta ha sido una semana peligrosa para vivir en el departamento del Atlántico. Hubo homicidios en Malambo, Sabanagrande, Santo Tomás, Sabanalarga, Soledad y, como si fuera poco, una balacera que dejó varios muertos en Puerto Colombia, con armas de largo alcance incluidas. Para muchas personas esto llega como un baldado de agua fría. Normalmente, el departamento es considerado como un espacio aislado de la guerra y, de hecho, esa es la narrativa que las mismas autoridades han posicionado. Entonces, ¿qué está pasando en el departamento del Atlántico?
La avanzada del crimen organizado en el Atlántico
Aunque en varios trabajos anteriores hemos hablado del crimen organizado en Barranquilla, le hemos dedicado mucho menos espacio a la presencia de grupos armados en el departamento del Atlántico. Sin embargo, se trata de un fenómeno en pleno proceso de expansión. En el 2019, Puerto Colombia tuvo un incremento sustancial en su tasa de homicidios por la llegada y consolidación de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) al municipio. Soledad, durante el 2021, tuvo un incremento del 24% en los homicidios. Entre enero y septiembre del 2022, en Malambo ya ha habido más homicidios que en todo el 2021 y, de hecho, es la cifra más alta desde el 2010. En Sabanagrande, entre enero y octubre ya hubo más homicidios que los últimos 12 años. Esta misma tendencia de incremento en los homicidios aplica también para Juan de Acosta y Santo Tomás, por solo mencionar algunos casos.
En municipios pequeños, el aumento de los homicidios suele ser un buen indicador de la presencia de estructuras del crimen organizado. Normalmente, es muy fácil identificar esas tendencias, porque los homicidios son tan pocos, que es fácil reconocer cuándo se deben a riñas, inquinas personales u otras razones, a diferencia de cuando están involucrados actores armados. Basándonos en eso, hemos identificado que en el departamento del Atlántico hay dos grandes tendencias de incremento de la violencia: Hacia el noroccidente, en los municipios costeros, y hacia la zona oriental. ¿Por qué son relevantes estos municipios?
Zonas de entrada del clorhidrato de cocaína al departamento
Las AGC son una organización con una presencia extendida por prácticamente todo el norte del país. En el sur de Bolívar, una de las principales zonas de cultivo y procesamiento de coca, actúan a través de una subestructura llamada “Héroes del Caribe”. Dado que, además del sur de Córdoba y el sur de Bolívar, no hay otra zona de la región Caribe en la que se cultive y procese la hoja de coca, entonces esta subestructura debe encargarse de transportar el clorhidrato de cocaína hacia los puntos de exportación. De ahí que, por ejemplo, Montes de María también esté bajo asedio: se trata de la ruta central para llegar hacia el norte de Bolívar, por donde sale la droga. Asimismo, los departamentos del Magdalena y Atlántico tienen salidas hacia el mar Caribe, lo que implica que las AGC deben encontrar maneras de trasladar el clorhidrato de cocaína hacia allí.
Aquí es donde empieza la travesía por el Atlántico. Los cargamentos llegan desde el sur del departamento, en los municipios de Repelón, Manatí, Santa Lucía y Suan, a través del municipio de Calamar, al norte de Bolívar. A través de distintas rutas, la droga termina pasando por el Embalse del Guájaro, ubicado entre Repelón, Manatí y Sabanalarga. Luego, en Sabanalarga y Luruaco hay puntos de acopio antes de que la droga pase hacia los municipios costeros. La subestructura encargada de este proceso es conocida como “Manuel José Gaitán”.
Este proceso es relevante, porque hacia el sur del departamento la Policía ha encontrado escuelas de adoctrinamiento de las AGC, en las que se les enseñaba a los nuevos miembros de la organización sobre su estructura organizacional y sus principios políticos. Esto quiere decir que el riesgo de reclutamiento de jóvenes y adolescentes en estos municipios existe, y que la presencia de las AGC no se limita al paso esporádico, sino que están establecidos en esos municipios. En Luruaco una persona fue desmembrada en años recientes. Aunque no podemos afirmar que se trató de un caso relacionado con las AGC, es sin duda una técnica de violencia que podría estar relacionada con el crimen organizado. Entonces, el sur del Atlántico, al ser la puerta de entrada de la droga proveniente de otras regiones, como el sur de Bolívar, es la primera subregión expuesta en el Atlántico.
Las salidas de la droga al mercado internacional
Dado que no todo el departamento del Atlántico tiene salidas hacia el mar, entonces los grupos armados solo podrían exportar el clorhidrato de cocaína por Juan de Acosta, Tubará, Puerto Colombia y parte de Piojó. Según reporta El Heraldo, la droga acopiada en el centro del departamento tiene tres rutas posibles (mostradas en el mapa).
La primera empieza por la vía de la Cordialidad, pasa por Luruaco, vuelve al departamento de Bolívar, y termina por la Vía al Mar, con el propósito de alcanzar las costas del Atlántico o de Bolívar.
Una segunda ruta es llegar hasta el municipio de Usiacurí para luego finalizar en Piojó o Juan de Acosta.
La tercera ruta está ubicada por los municipios de la zona oriental: Sabanagrande, Santo Tomás, Manatí y Palmar de Varela. Al parecer, ante los diferentes operativos hechos contra las AGC en otros municipios, este grupo armado estaría movilizándose hacia la zona oriental para diversificar sus rutas y evitar la acción de las autoridades.
Estas actividades también tienen ciertos costos para la población local: en abril, en el municipio de Usiacuri tres personas fueron heridas y una terminó muerta luego de una requisa. Según la Policía, los atacantes eran miembros de las AGC. En Polonuevo, hace un mes encontraron una caleta con armas de largo alcance. En Ponedera, un ganadero dice que hombres armados le despojaron sus tierras. En Juan de Acosta, un hombre fue decapitado en julio.
Todos estos son ejemplos claros de que el crimen organizado no solo ha hecho presencia en el departamento, sino de que ha desplegado violencia directa para obtener o sostener sus rentas ilícitas. En ese sentido, el riesgo no solo lo asumen los municipios por los que entra la droga, sino también aquellos por los que se transporta y por los que luego es enviada a los mercados internacionales.

¿Entonces todo es droga?
Hasta este momento, pareciera que la reciente andanada de violencia estuviera exclusivamente relacionada con el narcotráfico. Sin embargo, es mucho más complejo que eso. En una columna anterior mostramos cómo en Barranquilla existen jerarquías criminales: grupos grandes y extendidos en varias regiones, como las AGC; grupos locales, pero con mucha capacidad de fuego, como Los Costeños, y grupos mucho más pequeños, que normalmente conocemos como combos o pandillas. Esas jerarquías no se limitan a la capital del departamento. En realidad, actúan a lo largo y ancho de todo el Atlántico.
En Sabanagrande, por ejemplo, fue capturada en mayo alias “La Mona”, quien según la Policía era la que dirigía a Los Costeños en la zona oriental. Varias personas en el municipio reportan que han tenido que desplazarse porque Los Costeños los han amenazado con asesinarlos. Algunos de los asesinatos selectivos vistos recientemente en Sabanagrande, Santo Tomás, Malambo y Palmar de Varela también han sido relacionados con la presencia de este grupo armado. Entonces, no solo las AGC están utilizando la zona oriental, sino que Los Costeños se han extendido hacia allá. ¿Por qué?
Nuestra hipótesis es que las AGC han logrado finalmente debilitar a Los Costeños en Barranquilla. Dado que las principales fuentes de financiación de esta organización son el microtráfico y la extorsión, esto los ha obligado a encontrar nuevos territorios para sostener a su dinámica criminal. Soledad, Malambo, Sabanagrande y Santo Tomás parecen ser esos escenarios: municipios no muy alejados de la ciudad, con ciertos negocios pequeños y medianos susceptibles de ser extorsionados, con un creciente mercado de microtráfico y mucha informalidad.
Ahora, este tipo de estructuras no llegan de la nada, sino que necesitan de miembros de la población local para poder establecerse. En estos municipios, si bien no hay grandes estructuras del crimen organizado, sí hay pandillas cuyos miembros, en algunos casos, se encargan de la distribución de drogas. En ese sentido, los asesinatos selectivos podrían ser una forma de “disciplinar” a miembros de estas pandillas para que, en lugar de actuar de forma autónoma, pasen a estar bajo la tutela de organizaciones más grandes, como Los Costeños. Es decir, lo que está sucediendo es una reconfiguración del crimen organizado con el propósito de que Los Costeños, golpeados en Barranquilla, accedan a nuevos mercados ilegales.
Sin embargo, así como lo hemos mencionado en otras ocasiones, debe tenerse cuidado con reducir esto a un asunto de guerra entre criminales. La llegada de una nueva estructura del crimen organizado que coopte a las más pequeñas implica también que varias actividades económicas locales sean extorsionadas, y que haya mayores riesgos de reclutamiento para la juventud. Hace falta, entonces, entender esto no solo como una vendetta entre ilegales, sino como una amenaza latente a la seguridad de los ciudadanos.
Un grupo armado de esta naturaleza normalmente no solo busca controlar los mercados ilegales, sino predar rentas legales afectando directamente a los comerciantes locales y de paso poder establecer gobernanzas criminales, lo que implica en la práctica que la población local está supeditada a las órdenes de los armados en su vida privada. El crimen organizado parece estar dispuesto a tomarse el departamento desde muchos frentes. Si no se actúa pronto, es posible que regrese la zozobra que rondaba los años en los que otro grupo armado, las Autodefensas Unidas de Colombia, lograron exitosamente este proceso de expansión.
La balacera en la cabaña de Punta Roca, en Puerto Colombia, es solo un síntoma de la enfermedad más grande: la expansión del crimen organizado por todo el departamento ante la negación sistemática de las autoridades. Incluso cuando hubo armas de largo alcance y descuartizados, esta vez también las autoridades parecen explicarlo como un “lío pasional”. Pero la raíz del problema sigue sin abordarse.