Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Ofrezco mis excusas a Héctor Abad Faciolince por utilizar en el título de esta columna el nombre del libro en honor a su padre –el profesor universitario Héctor Abad Gómez– quien fue asesinado en Medellín en 1987 por orden de Carlos Castaño. Al tratarse de una obra que recoge las memorias de uno de los miles de compatriotas víctimas de nuestro conflicto armado, la frase contenida en este título condensa lo que estaría pasando con los integrantes de la Fuerza Pública que también son víctimas de nuestra guerra intestina.
En menos de quince días fui invitado a dos eventos que pretendían aliviar el olvido sistemático y premeditado del que han sido objeto los militares y policías víctimas y sus familias. Una omisión auspiciada desde el seno las principales instancias del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición (Sivjrnr). Me refiero a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y a la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV), si bien esta práctica ya ha venido haciendo carrera en la Unidad de Víctimas y en el Centro Nacional de Memoria Histórica (Cnmh).
El primer certamen tuvo lugar la mañana del 27 de abril en la biblioteca del Ministerio de Relaciones Exteriores. Fue convocado por Heroínas de la Fuerza Pública, una organización internacional de mujeres que aboga por la equidad de género. Ese día se hizo entrega al director de la academia diplomática Augusto Ramírez Ocampo, Jorge Alberto Rivadeneira, 13 libros con relatos escritos por exintegrantes de la Policía Nacional, la mayoría sobre hechos victimizantes.
Fue una jornada de contrastes. Pocos uniformados, activos y de la reserva o retirados, acompañaron la convocatoria que hizo por redes Mariluz Gaitán Peinado, veterana de la Policía, presidenta de Heroínas de la Fuerza Pública y quien llegara al grado de intendente. De hecho, no éramos más de veinte personas en el recinto, incluidos unos seis o siete funcionarios de la Cancillería. ¡Y después culpamos a terceros de nuestras desgracias cuando la desidia campea entre nosotros!
Eso sí, en la soledad de la biblioteca sobresalía un pendón con la imagen de Ernesto “Che” Guevara convocando a un conversatorio sobre su legado en Latinoamérica. Quizá es un presagio de la frágil memoria histórica sobre los soldados y policías colombianos en el conflicto armado colombiano que sobrevivirá a la hoguera de la Santa Inquisición de los organismos transicionales y otros entes oficiales que le son subsidiarios y que sin duda están permeados por ideologías de izquierda o progresistas.

El segundo evento fue más decepcionante que el primero. El rótulo que le dieron los organizadores generó demasiadas expectativas entre propios y extraños. Me refiero al “Primer Foro Académico para la Preservación y Difusión de las Memorias de los Veteranos”. La actividad fue organizada en el auditorio de la Universidad Militar por la Dirección de Veteranos y Rehabilitación Inclusiva (Divri), dependencia adscrita al ministerio de Defensa Nacional.
Lo curioso es que ninguno de los ponentes nacionales y extranjeros que fueron invitados al foro habló siquiera de soslayo sobre cómo se preserva la memoria de los veteranos. El saludo errático y fuera de contexto de la viceministra de Veteranos y del Grupo Social y Empresarial de la Defensa, Elsa Piedad Morales Bernal, fue el preludio de una jornada que no pasó de ser un saludo más a la bandera. La responsabilidad institucional en este olvido es más que evidente.
Para nada se abordó la problemática que están afrontando las víctimas que dejó y sigue dejando la guerra en el seno de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional. Por ejemplo, sobre la persecución y la revictimización de la que son objeto por cuenta de María Valencia Gaitán (ahora Gaitán Valencia), actual regente del Cnmh.
En dicha institución, esta funcionaria pública –víctima indirecta y de tercera generación– no cumple con el deber de memoria que les asiste a estas víctimas directas y gradúa de victimarios a exuniformados con prótesis y evidentes cicatrices de la guerra en su piel curtida.
Así me sigan considerando persona no grata, un paria y un contradictor del establishment en el sector Defensa, donde serví con evidentes honores y una hoja de vida sin tacha por más de 23 años, seguiré luchando contra los molinos de viento para evitar que la memoria de los soldados y policías de Colombia se conviertan en una nueva versión de “El olvido que seremos”.