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Los reparos de los militares  sobre el cariz parcial de la Comisión de la Verdad no son fruto de la paranoia. Una carta del padre De Roux al ministro Luis Carlos Villegas demostraría el sesgo en la tarea de escribir la verdad del conflicto armado.

Durante mi trasegar por la noble carrera de las armas, he sido particularmente escéptico con relación a las teorías conspirativas y jamás he dado mayor trascendencia a foros, reuniones u otro tipo de manifestaciones de las organizaciones armadas ilegales en desarrollo de lo que se conoce en el argot castrense como “la combinación de todas las formas de lucha”. Ocupar el primer puesto en el décimo curso internacional de operaciones psicológicas me hizo inmune a los cuentos de hadas que se fabrican para justificar hechos y acciones propios de la guerra.

También influyó en esta postura mi profesor de historia universal durante los tres primeros semestres de periodismo en la Universidad Central, mucho antes de hacerme oficial del Ejército. El benemérito catedrático Antonio Ricaurte ?en sus interminables monólogos sobre la Grecia clásica, el imperio romano y las campanas de Napoleón? dijo alguna vez a sus imberbes discípulos que la mejor forma de combatir el ideario comunista era leyendo El capital de Marx y que para rebatir el clero bastaba con estudiar La Biblia. En otras palabras, nos enseñó a no comer entero.

Después de estos párrafos iniciales, debo señalar que la filtración del contenido del memorial inquisitorio que envió el padre Francisco De Roux ?presidente de la Comisión de la Verdad? al ministro Luis Carlos Vuillegas, me lleva a la incuestionable conclusión de que el “terror” (las comillas son mías) de los militares y policías de Colombia frente a esta especie de seudo tribunal es más que fundado.

Blandiendo la pluma y la palabra, al punto de ser tachado de chafarote y retrógrado por sectores propios y externos, el general Jaime Ruiz Barrera, actual presidente de la Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro de las Fuerzas Militares, Acore ?en representación de 17 organizaciones de la reserva activa de la Fuerza Pública? ya había vaticinado la inminencia de una cacería de brujas y cuestionado la imparcialidad de la Comisión y de los comisionados elegidos por el célebre Comité de Escogencia.

“La reciente Comisión de la Verdad dada a conocer por este Comité, en cuanto al perfil de la mayor parte de sus integrantes, no ofrece ninguna garantía de imparcialidad en razón a sus vínculos directos o indirectos con organizaciones que tradicionalmente han fungido como detractoras permanentes de militares y policías comprometidos en la seguridad, defensa nacional y la vigencia de la institucionalidad democrática que rige en este país”, dijo el general Ruiz.

“Se pretende con esta Comisión institucional controvertir y aclarar prioritariamente la distorsión de la verdad dada a conocer por el Centro de Memoria Histórica con su informe Basta ya y el de la Comisión Histórica del Conflicto creada en la mesa de negociaciones de La Habana, a través de lo cual se intenta justificar para las Farc el derecho a la rebelión como principio y tradición jurídica universal”, agregó.

Escondidos en los 40 requerimientos de la misiva de De Roux, en el acápite segundo ?cuyo eje gira alrededor de documentos operacionales y de inteligencia militar? se destila e inocula el más mortal de los venenos. Entrelíneas, en las preguntas numeradas del 29 al 34 se da por sentado que los funcionarios de las agencias de inteligencia de las FF. MM. cumplieron el rol de victimarios durante el conflicto armado. Se les pretende equiparar con Heinrich Himmler y sus lugartenientes en la temida SS, policía secreta Nazi responsable de la solución final de la cuestión judía ordenada por Hitler a través de los llamados Einsatzgruppen.

Específicamente en el numeral 29 del escrito se solicita “las hojas de vida del personal de inteligencia y contrainteligencia” desde 1953 a la fecha. Esta singular petición ?a la que se suma la totalidad de los archivos de la inteligencia militar en las últimas seis décadas? da a entender que, en el imaginario del padre De Roux y otros comisionados, los agentes de inteligencia quizá se graduaron con honores en tortura, desaparición forzada, homicidio y toda suerte de violaciones a los derechos humanos. Pretende encontrar en los manuales militares y en las órdenes de operaciones, grabados en letras de molde, mandatos e instrucciones para librar una guerra sucia contra las víctimas del conflicto, cual patente de corso que justificaría en las Fuerzas Militares el concepto medieval de tierra arrasada.

¿Será que el padre De Roux siente que él es la reencarnación del presbítero dominico Tomás de Torquemada, quien, apoyado en una bula del papa Sixto IV, sentó hacia 1478 las bases de la Inquisición en el Reino de Castilla, institución al servicio del poder real cuyo legado histórico fue nefasto para la corona española y la misma iglesia católica, especialmente en el Nuevo Mundo?

Después de más de quinientos años, la cacería de brujas que promovió este tribunal eclesiástico derivado de la Santa Inquisición parece repetirse en las oficinas de la Comisión de la Verdad. Los inquisidores (comisionados) provienen de sectores extremistas que inoculan odios viscerales, los cuales, en muchos casos, arropan sus intereses con el justo dolor y deseo de verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición de las víctimas.

El Gobierno ha pregonado hasta el cansancio que lo actuado en la Comisión no tendrá repercusiones en la Jurisdicción Especial para la Paz. Es decir, que la verdad que allí se conozca no será utilizada como auto cabeza de proceso en contra de los uniformados que comparezcan voluntariamente o de hecho ante este tribunal de justicia transicional. Después de conocer el contenido del escrito que nos ocupa, son más las dudas que las certezas.

Para terminar, sería bueno que Colombia estuviera al tanto si una solicitud en el mismo sentido fue enviada a los hoy dirigentes del partido político Farc ?en otrora integrantes del Secretariado, del Estado Mayor Conjunto y de los frentes y cuadrillas?, desde su conformación en el marco de la llamada Primera Conferencia Nacional Guerrillera (1964) hasta su disolución tras la firma de los acuerdos de La Habana. Padre De Roux: ¿qué nos responde usted?

Es coronel retirado del ejército, donde ingresó en 1992. Estudió comunicación social y periodismo en la Universidad Central y una especialización en derecho internacional de conflictos armados en la Universidad Externado de Colombia.