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Mucho se habla por estos días de divisiones en el ELN, de la “falta de mando”, de un “desorden interno” que ha impedido avanzar en un proceso de paz. No comparto nada de esto.

Nuevamente se habla en el país de temas que involucran a la guerrilla del ELN, una organización que cumplirá 57 años de existencia y hace presencia en cerca de 150 municipios, ejerciendo a su manera las labores básicas del Estado: justicia, seguridad y tributación. Han logrado permanecer como una fuerza de perturbación y que el Estado colombiano no ha podido controlar de manera plena, como salta a la vista con la persistencia de su actuación ilegal.

Actualmente hay en curso unas denuncias desde la Embajada de Cuba sobre supuestos ataques militares por parte del Frente de Guerra Oriental en Bogotá. Este asunto ha sido desmentido por el propio ELN, pero no deja de ser preocupante porque muestra que seguimos inmersos en “un nuevo ciclo de violencia”, el cual puede pasar de las lejanas montañas y selvas a las principales ciudades del país, en el que fuerzas interesadas en crear miedo y terror pueden intervenir, y en el que el ELN estaría en el ojo del huracán mediático.

Lo cierto es que el ELN sigue siendo parte de las dinámicas organizadas de violencia. Ha vivido un pequeño proceso de expansión luego de la salida del conflicto armado de buena parte de las Farc, y este gobierno (como ha sido la realidad de todos los gobiernos que lo han intentado) no podrá derrotarlos: es una guerrilla con capacidad para mantenerse en los territorios donde el Estado colombiano no es plenamente legítimo y donde no tiene las capacidades para imponerse con dinámicas de convivencia, desarrollo y oportunidades para comunidades que viven en medio de ilegales. Allá son los ilegales los que regulan de manera efectiva las dinámicas en el territorio: esa es la dura realidad en lugares como Catatumbo, el Sur de Bolívar, Arauca o el Pacífico colombiano, donde vemos que el ELN actúa como un Estado paralelo con vínculos de muy variado tipo con comunidades, vínculos que van desde solidaridades compartidas hasta la dura imposición del fusil.

Mucho se habla por estos días de divisiones en el ELN, de la “falta de mando”, de un “desorden interno” que ha impedido avanzar en un proceso de paz. No comparto nada de lo anterior.

Creo, y tengo la evidencia, de que hay una cohesión en el ELN alrededor de su proyecto presente: la resistencia armada. Eso los ha mantenido cohesionados en los últimos quince años, desde que en su IV Congreso del año 2005 hicieron una actualización a su proyecto estratégico: pasaron de “una toma global del poder”, lo cual concluyeron que era inviable luego de un tremendo debilitamiento entre 1992-2002, por un realista proyecto de “resistencia armada”, en el cual cada combatiente del ELN que se levanta vivo es un triunfador que ejerce un poder concreto y real en el territorio que permanece.

Igualmente, líderes de opinión y analistas se preguntan si el ELN tiene una decisión de paz, si son serios en sus mensajes de querer transitar el camino de los diálogos y las negociaciones. Mi respuesta a este interrogante es que el ELN está asentado en su proyecto de “resistencia armada”, pero tiene un acuerdo interno de “explorar” el camino de la solución negociada para construir un acuerdo de paz que posibilite cerrar su alzamiento armado y transformarse en una fuerza política que actúe en la civilidad.

Si queremos que el ELN nos jure y nos firme un papel en blanco con su voluntad de dejar la acción armada, somos ilusos; nada está más alejado de la dura realidad. Se requiere un gobierno con oferta de negociación, es decir, un gobierno que tenga en mente sobre cuáles temas es posible construir un acuerdo de paz. Porque se trata de una negociación con transformaciones, así como lo fue con las Farc(así ese acuerdo siga en el papel y no se cumpla lo pactado en cuanto a transformaciones en el mundo rural y en el ejercicio de la política, que son los dos temas centrales pactados). El incumplimiento de lo firmado con las Farc, hoy Partido de los Comunes, es un mal referente para el proceso pendiente con el ELN.

Se dice que el Coce del ELN no manda, que es un desorden con mil debates internos, pero hasta el momento no hay evidencia de rupturas en el ELN. Siguen actuando en el marco de una organización que tiene dos referentes: resistencia armada y la exploración de un proceso de solución negociada. En eso son coherentes.

Este año serán tres décadas desde que Francisco Galán, en representación del ELN, fue a una mesa de diálogos y negociaciones en el marco de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, junto a las Farc y una pequeña facción del EPL, a una mesa con el gobierno del Presidente César Gaviria. Mucha agua ha pasado desde entonces en múltiples intentos de adelantar un proceso de paz que, hasta el día de hoy, sigue como reto pendiente.

Si la alternativa de una derrota militar no está a la vuelta de la esquina con el ELN, se requiere insistir en diálogos y negociaciones. Para esto, insisto, se requiere: un gobierno con oferta de transformaciones, un proceso lo más amplio posible de participación social y ciudadana, y por supuesto, un ELN que le apueste más a ganarse una voluntad ciudadana que a espantarla con el ruido de las balas y las bombas.

Asesor de la Redprodepaz. Fue investigador en temas de paz y conflicto de la Fundación Paz y Reconciliación. Sociólogo de la Universidad Nacional. Estudios en Sociología en la Universidad Nacional.