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Es necesario evaluar las posibilidades que tienen los antiguos jefes de las Farc para retornar a la guerra y constituirse en un nuevo grupo guerrillero.

En el anuncio hecho por Iván Márquez y otros jefes de las antiguas Farc, de retornar a la guerra, se plantean una serie de propósitos que todavía no son una realidad y que no van a ser fáciles de lograr.

Primero, dicen “Buscaremos coordinar esfuerzos con la guerrilla del ELN y con aquellos compañeros que no han plegado sus banderas…” en el primer caso, ¿qué tanto el ELN estaría interesado en unirse a un grupo de jefes exguerrilleros que no tienen ni siquiera un frente, ni controlan ningún territorio? ¿Estaría el ELN dispuesto a compartir su crecimiento y el fortalecimiento económico que le ha dado los negocios ilegales que antes pertenecían a las Farc? Ese acercamiento no va a ser un dialogo entre iguales y el menos interesado en llegar a acuerdos seguramente será el ELN.

 En el segundo caso, el acercamiento a las distintas disidencias no va a ser fácil, ya que estos grupos no tienen hoy una dirección común, sino que son empresas criminales independientes dedicadas al narcotráfico, la minería ilegal y otras actividades ilegales, con intereses económicos definidos y sin orientación política. La “toma del poder” es cosa del pasado para estas disidencias, hoy lo único que les interesa es la rentabilidad de los negocios ilegales que se disputan y en algunos casos comparten con otras organizaciones criminales, incluido el ELN. Seguramente ninguna disidencia va estar dispuesta a compartir con los exjefes de las Farc las ganancias de sus negocios ilegales. 

 Si los jefes, que hoy buscan las guerrillas que tenían, quieren volver a controlar las disidencias, les puede suceder lo que les pasa a los narcos que regresan después de pagar una condena en EE UU y quieren retomar el poder que tenían antes de ser extraditados, pueden correr el riesgo de ser asesinados por sus antiguos compañeros o tienen que someterse a lo que digan los nuevos jefes, ocupar cargos intermedios o “montar rancho aparte” y disputarles los negocios. 

 Es posible que algunas disidencias, que hoy son organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico, la minería ilegal y otras actividades ilegales, les interese el acercamiento de estos exlíderes de las Farc, con el objetivo de intentar recuperar el reconocimiento de una organización político militar con la cual se puede dialogar. Solo los utilizarían para ese reconocimiento que es muy importante, si no quieren seguir siendo tratados como delincuentes comunes y no como actores políticos armados.

Seguramente, frente a esta ultima posibilidad o ante la insistencia de constituirse en un nuevo grupo guerrillero, el Gobierno Nacional, a través del Consejo de Seguridad, los definirá como una organización criminal más y serán tratados como los “narcos del proceso de paz”.

 Finalmente, tienen otras dos posibilidades, una, intentar crecer sacando desmovilizados insatisfechos con el proceso de reinserción y reclutar de manera forzada a menores de edad. No se sabe que tantos recursos tienen para esto y para contar con armas y pertrechos. Es posible que el gobierno venezolano les entregue algunas armas que les quedan de las reposiciones que han hecho recientemente tras la compra de armamento nuevo, pero es difícil que los apoyen con recursos. Venezuela hoy les pueden prestar su territorio para que desde allí operen, pero no los pueden financiar completamente. 

 La segunda, dado que hoy son un grupo de jefes con pocos miembros vinculados, es posible que para hacerse notar se dediquen al terrorismo, con la experiencia que tienen algunos de ellos, en especial del “Paisa”.

 Frente a estas posibilidades, el Estado colombiano tiene que definir una estrategia para que este grupo no prospere y para controlar y diezmar las demás organizaciones criminales que se han fortalecido tras la desmovilización de las Farc. Hoy más que nunca, si se quiere mejorar la seguridad de los ciudadanos, hay que fortalecer el cumplimiento de los Acuerdos de Paz.

Sociólogo, experto en seguridad urbana y gestión de temas de convivencia, seguridad ciudadana, seguridad nacional, manejo de crisis y terrorismo. Durante nueve años continuos, en tres administraciones, fue Subsecretario de Seguridad de Bogotá, periodo durante el cual la ciudad se convirtió en ...