Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Hoy, 7 de agosto, el Ejército Nacional de Colombia conmemora su 199º aniversario. La valentía y sacrificio de los héroes en Boyacá, ha visto su trascendencia en quienes han portado el camuflado por décadas construyendo paz y civilidad entre los colombianos.
La gloria de un soldado es la paz, por eso es el único que está formado para la guerra. La contienda siempre termina y la calma llega. El soldado protege la paz con celo y una profunda lealtad hacia ese pueblo que le dio vida para servir.
Los hombres de guerra son los constructores de la convivencia y la civilidad. El honor militar reside en la consciencia de la paz. No hay gloria para el soldado si las familias no pueden cumplir su rol esencial en una comunidad: amar, sembrar, recoger y generar convivencia.
Hace 199 años, tras la gesta heroica de la consolidación de la Independencia en Boyacá, nace un 7 de agosto de 1819 el Ejército Nacional. Un Ejército incomparable, un ejército glorioso, un ejército siempre victorioso. Un ejército que es pueblo y que ha sido subordinado y cumplidor de las órdenes civiles; que ha ido a la guerra para alcanzar la paz para el pueblo.
Años después, en 1905, inició su consolidación y crecimiento, con las limitaciones de un estado en construcción, implementando las reformas inspiradas por Caro y Reyes.
En los años 50 del siglo XX, ese Ejército, expresión de nuestra nación y sus vicisitudes, aportó a la paz en Colombia permitiendo la desmovilización de grandes guerrillas y otros grupos ilegales, en el contexto de la violencia política; y al mismo tiempo, junto a otros países, salió a defender la concepción de democracia liberal en Corea y luego en el Suez.
Ese Ejército, como manifestación sagrada del Poder Popular, tuvo por mandato constitucional y bajo el designio de la civilidad, ir a la guerra, a una guerra sin nombre que no hemos podido superar. Pero es el soldado, quien más ora para que la ordalía pase y la convivencia construya su escenario. Aquí no hay retórica, el soldado anhela fervientemente la paz.
El Ejército Nacional es la empresa más grande de Colombia. Una institución profundamente humana; es patrimonio del pueblo y constituye la médula espinal del Estado Social de Derecho, en unión con las demás Fuerzas Militares y la Policía Nacional.
Estamos seguros de que muchas instituciones nacerán, crecerán, mutarán o se fusionarán en los próximos cincuenta, setenta o cien años; pero jamás dejara de existir el Ejército de Colombia.
Una de las razones por las cuales es una institución querida, seguida y valorada por su pueblo, es porque ha sido capaz de mejorarse, transformarse y adaptarse. Es una institución en continuo aprendizaje con una vocación polivalente, civilista y respetuosa del Derecho.
La preocupación por el derecho de gentes (DIH), tuvo como epicentro el Ejército Nacional. Los mayores garantes de los derechos humanos en esta tragedia de medio siglo, han sido los soldados de Colombia.
Más allá de las armas, ha sido el Ejército, constructor de innumerables avances para la Sociedad: La Instrucción pública más evolucionada en la región nació, por ejemplo, amén del Ejército, a partir de 1821. La Universidad Nacional, precisamente, fue fundada por un General, Santos Acosta en 1867.
En nuestros días, el soldado continúa abriendo carreteras; atendiendo desastres; cuidando la Biodiversidad; impartiendo cátedra para la paz; evacuando niños o ancianos enfermos; o llevando Salud. Allí, en los rincones más alejados pero también en los más poblados, están los soldados de Colombia, cercanos al ciudadano.
Hay plena convicción y evidencia que demuestra que en el Ejército se vive la multiculturalidad de la nación colombiana. Hoy portan el uniforme camuflado mujeres y hombres de todos los departamentos, de todas las razas, concepciones de vida, credos y condiciones sociales. Se entiende que es Colombia hablando con y por medio de sus soldados.
Es a través del Ejército Nacional que se entiende el significado de la existencia de una República soberana, libre y democrática. Es a un soldado al que le debemos que haya elecciones, que existan libertades, garantías procesales, derechos fundamentales.
Por ello, son millones de letras convertidas en palabras, que hiladas en frases, han descrito durante 199 años la grandeza del soldado. Y serán más, escritas por niños, mujeres, ancianos, hombres, adolescentes, la que permitirán que lo construido no se destruya en ninguna coyuntura.
Cuando el Ejército se encuentre en peligro, el pueblo siempre lo va a salvar; como cuando salió en los llanos, Santander y Boyaca, a desprenderse hasta de sus ropas y alimentos en pos de la libertad que hoy celebramos; Como cuando como pueblo, también salimos a comienzos de los años treinta del siglo XX a entregar bienes materiales para que el Ejército pudiera defender nuestra integridad territorial frente a una agresión extranjera.
Somos un solo Ejército de 50 millones de habitantes. Todos bajo la misma bandera, bajo el mismo escudo; bajo el mismo cielo y con la inspiración divina de un Dios maravilloso que hoy se siente más colombiano.
¡Loores a los soldados del pueblo colombiano! ¡Gloria infinita al sacrificio máximo de sus héroes y heroínas! Amor profundo y lealtad a los soldados que han sido víctimas de la guerra más degradada y que ya debe terminar, y también a sus familias.
Cuando cese el ruido y el silencio invada nuestras mentes; cuando la consciencia nos permita valorar lo vivido; cuando seamos capaces de mirarnos en el espejo del alma, con una profunda espiritualidad; reconoceremos, por simple empatía, por inteligencia emocional, la más importante de todas las manifestaciones de la racionalidad: que fue gracias al soldado que pudimos llamarnos colombianos, incluso en medio de la más oscura noche, bajo una intensa tempestad.
¡Gracias soldado! Gracias, Ejército colombiano.
