Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Aunque algunos analistas ven la Toma de Mitú como una de las victorias más significativas de las FARC; desde la sociología de la guerra y el DIH, esta ordalía se constituye como una de sus grandes derrotas, por la que deben responder a sus víctimas.
Gran parte de la población joven del país no conoce lo que sucedió en la capital de un lejano departamento de Colombia el primero de noviembre de 1998.
Tampoco es del interés de la academia nacional e internacional el estudio técnico de la guerra, a la cual se le denomina en violencia, o peor, “orden público”, por tanto el derecho internacional humanitario es un plato de segunda mesa, un apéndice de los derechos humanos, e incluso del derecho internacional de los derechos humanos.
Paradójicamente, el DIH como se conoce popularmente la normatividad aplicable en la guerra, es epicentro dogmático y programático de la Constitución política, que incluye en la actualidad el Acuerdo del teatro Colón, próximo a cumplir dos años.
Hace dos décadas el país pasaba por uno de los momentos más trágicos de una contienda bélica que lastimosamente aún continúa. Un gobierno deslegitimado completamente había sido sucedido por otro que empezó a tender puentes para lograr una salida política al conflicto armado usando la famosa ley de “orden público”; prorrogada por los últimos dos gobiernos y que de paso ha permitido la desmovilización y reincorporación de miles de integrantes de grupos armados ilegales, entre ellos las Farc.
En lo militar, las derrotas para las Fuerzas Armadas en varios escenarios de la periferia se habían convertido en algo habitual. Las Farc sentían que avanzaban hacía su objetivo planteado desde 1964 como bloque sur.
Mitú pretendió ser para las Farc, desde su mirada político – militar y la combinación de todas las formas de lucha, el escenario ideal para graduarse como un “ejército regular”; como un actor armado que ya no combatía a las fuerzas estatales con guerra de guerrillas o con unidades más estructuradas como frentes; estaban convencidos que podrían dar el salto cualitativo a una guerra de posiciones y que las fuerzas legítimas del estado no serían capaces de recuperar en corto tiempo la población atacada.
Los planes estratégicos de las Farc, para muchos analistas, iban saliendo a la perfección para esa época; pero las descripciones y los análisis olvidan un punto fundamental: ninguno de esos planes preveía -militarmente hablando- el respeto por el DIH.
Nadie puede, desde esa perspectiva, hablar en consecuencia de una victoria militar del otrora grupo armado en la todavía olvidada capital del Vaupés. De hecho, Mitú constituye una de las más grandes derrotas de las Farc desde la sociología de la guerra.
Los documentos revisados, diversos testimonios y las evidencias gráficas demuestran en el caso de Mitú, desde el DIH, algunos elementos importantes que sirven para demostrar la ordalía cometida por las Farc y la imperiosa necesidad de que salgan a responderles a las víctimas, al país y a la comunidad internacional como una forma de reparación integral.
De esa forma, encontramos en los infaustos hechos del primero de noviembre de 1998 lo siguiente:
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Las Farc como grupo ilegal no creían en la aplicación en Colombia del DIH. No obstante tenían una singular interpretación de conceptos como beligerancia, prisioneros de guerra o intercambio humanitario. En ningún documento operacional de las Farc para la época, ni en las conferencias, plenos o planes se evidencia la importancia de aplicar el DIH, ni de utilizarlo en el planeamiento y ejecución de operaciones ofensivas. Existen múltiples documentos, cartillas, fotos y videos en donde se evidencia el uso de medios y métodos prohibidos en las hostilidades por parte de las Farc. Mitú es una evidencia clara, pero no la única.
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El artículo 3 de los cuatro convenios de Ginebra de 1949, el Protocolo Adicional II de 1977, las prescripciones de derecho de la Haya sobre bienes protegidos de 1954 y sus protocolos adicionales, la Convención de limitación y prohibición de uso de armas convencionales de 1980 y sus desarrollos posteriores, las reglas del DIH consuetudinario aplicables a conflictos armados no internacionales como el colombiano fueron totalmente desconocidas por las Farc en el ataque a Mitú. Hay que aclarar que el derecho humanitario no sólo tiene que ser acatado por el estado sino por todas las partes en conflicto.
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En ese sentido, las Farc en Mitú, atacaron a la población civil directamente, a la que consideraron objetivo militar. Asesinaron a un diputado y sus dos hermanos, infringiendo el artículo 3º común de 1949 que debían haber aplicado desde 1964.
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Las Farc robaron y utilizaron vehículos civiles e incluso ambulancias para transportar armas no convencionales con el propósito de matar, herir o “capturar” a los policiales de la estación lo cual es un acto pérfido, transgrediendo las normas consuetudinarias y convencionales.
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Las Farc destruyeron por ataque directo el Hospital, donde antes también infringiendo el DIH se habían guarecido. Este bien era protegido por las normas humanitarias, establecidas como límites para los combatientes en tiempos de guerra o conflicto armado.
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Las Farc destruyeron viviendas civiles por ataques directos con armas no convencionales como cilindros de gas. Generando además terror, pánico, zozobra, lo cual está prescrito en el Protocolo II adicional de 1977 como terrorismo, siendo un método prohibido de conducción de hostilidades.
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Las Farc atacaron a policías dentro de la estación con armas no convencionales y métodos prohibidos de conducción de hostilidades, varios auxiliares bachilleres se encontraban en sus viviendas y fueron con lista en mano obligados a abandonarlas, estando fuera de combate, es decir siendo personas protegidas por el DIH.
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El trato dado a los policías secuestrados en Mitú fue totalmente inhumano, degradante; además fueron sometidos a torturas y tratos crueles, con lo cual se infringió el DIH. Fueron decenas de policías victimizados durante años. Jamás estos policías podrían haber sido considerados como prisioneros de guerra figura aplicable a guerras internacionales, e incluso las normas humanitarias para éstos casos prevén un tratamiento respetuoso de la dignidad humana, de la organización militar, del respeto por uniformes, grados, distintivos, regímenes internos; el pago de salarios por trabajo, entre otros aspectos, que obviamente jamás fueron cumplidos.
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En la actualidad varias familias, de acuerdo con fuentes consultadas, no han recibido los restos de sus familiares asesinados en Mitú y muchas de las víctimas civiles tampoco se encuentran reconocidas por la Unidad de Víctimas, que ha tenido muchas dificultades para entender qué es el DIH y como se aplica e interpreta.
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La continua negación de algunos sectores a que militares y policías siendo oficiales, suboficiales o miembros del nivel ejecutivo no pueden ser víctimas en un conflicto armado porque para eso libremente escogieron esa profesión y asumieron los riesgos no resulta aceptable, pues ni los combatientes tienen el deber de resistir ataques con métodos pérfidos ni mucho menos con medios prohibidos por en la conducción de hostilidades. Esas posiciones constituyen actos de revictimización o incluso de victimización.
Dentro del Sistema Integral de Justicia, Verdad,Reparación y garantías de No Repetición, las Farc tienen que salir a responder por éstos hechos tal y como lo han realizado en Bojayá, con las familias del Nogal, o en Apartado.
Igualmente, sus representantes políticos y directivas del partido tienen el deber de salir a pedir perdón a las víctimas civiles y uniformadas generadas en Mitú; tienen el deber de contarle a la comunidad internacional y nacional porque no aplicaban el DIH en sus actos bélicos.
Las Farc deberían, como garantía de no repetición, enseñar en colegios, universidades, escuelas, ONG y organismos internacionales qué medios y métodos prohibidos de conducción de hostilidades utilizaban y por qué en sus conferencias, plenos y planes, así como en las órdenes no preveían los principios de humanidad, distinción, necesidad militar, ventaja militar, proporcionalidad.
Mitú no se puede repetir jamás, y los demás grupos al margen de la ley, incluyendo al ELN, deben tenerlo claro y tomar las medidas del caso.
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*Imagen: El Espectador.