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Hay muchos legados aterradores de la violencia, y muchos tardan generaciones en ser superados; precisamente por eso hay que seguir adelante con la paz.

Una lectura reciente de los escritos de analistas, artículos de opinión, comentarios de políticos que le hacen seguimiento al proceso de paz con las Farc e incluso, de comunicados de ONGs y entidades internacionales como Naciones Unidas que han acompañado el proceso desde sus inicios augura un panorama poco alentador sobre la implementación del Acuerdo Final de la Habana (AF) desde que llegó el gobierno de Duque al poder en agosto de 2018. 

Medicina Legal muestra que los homicidios han aumentado por primera vez en una década, y las cifras del Cerac muestran que en mayo 2019 se presentó un aumento sustancial en el número de muertes asociadas a la violencia política.

La carta del nuevo movimiento Defendamos la paz (DLP) al Secretario de la OEA, Luis Almagro, firmada por el equipo negociador del AF y por decenas de personalidades mostrando con hechos y datos el bombardeo del gobierno de Duque a la JEP, la médula del Acuerdo de la Habana;  el estancamiento de la sustitución voluntaria de coca para nuevas familias a pesar de la evidencia sobre su efectividad , en contraste con la erradicación forzada (0.6 por ciento vs. el 38 por ciento); y, la inseguridad de los desmovilizados y líderes sociales, son hechos que contradicen el supuesto compromiso del Presidente con el AF.

Si a eso se suman las nuevas acusaciones y evidencias sobre la existencia de una presunta Fase dos de los “Falsos Positivos” y el amedrentamiento a quienes, con coraje, se han atrevido a denunciarlo es clara la sensación de desesperanza que sentimos quienes hemos apoyado el proceso desde sus inicios. Claro la “desaparición” de Santrich tampoco ayuda porque se burló vilmente de las instituciones. 

A pesar de lo dicho, hay factores que, a mi juicio, hacen irreversible lo alcanzado y deberían por lo menos generar un poco de optimismo.

El primer parte de esperanza lo trae el último informe del Instituto Kroc, que, por mandato del Acuerdo Final, es la institución encargada de hacer seguimiento, en tiempo real, de su implementación.  Dice textualmente: “El principal logro y a?rea de avance es el fin del conflicto armado entre el Gobierno y las FARC- EP y la transformacio?n de ese grupo guerrillero en partido poli?tico democra?tico que participa en la vida poli?tica nacional. Estudios comparados de otros procesos de paz muestran que alcanzar los primeros dos an?os tras la firma del acuerdo sin retornar al conflicto armado, es un hito importante que augura buenas posibilidades de e?xito.” 

Estos son dos avances históricos y han pasado casi desapercibidos. No hay que olvidar que hace 3-4 años era casi impensable ver a las Farc como partido político. Tampoco era evidente, que a pesar de todo lo sucedido, llevemos más de dos años desde que se firmó el AF sin regresar a la guerra. La evidencia empírica (Doyle and Sambanis, 2006 y Naciones Unidas, entre otros) de muchos países que lograron acuerdos de paz demuestra que pasar ese periodo, hace los acuerdos de paz más definitivos. 

El Kroc también destaca que los niveles de implementación del AF hoy son comparables con los de otros procesos exitosos analizados por el PAM del Kroc, que en total son 34 procesos. 

Si a ello se suma el respaldo institucional de dos de los poderes públicos: en especial la justicia y las altas cortes, pero también, el Congreso, que, a pesar de su desprestigio en muchos temas, hundió las objeciones de la JEP, hay espacio para sentir algo de optimismo.

El apoyo de la mayoría de los medios tradicionales y de un creciente sector de la ciudadanía, también son importantes. Hoy en casi todas partes del país, así no estén de acuerdo con el AF, una gran parte de los colombianos ha adoptado el lenguaje del AF y de la justicia transicional. 

Finalmente, y así como es aterrador ver cada día un nuevo asesinato de los líderes sociales, víctimas reclamantes y excombatientes, también es esperanzador ver cómo surgen todos los días verdades, que, aunque dolorosas, son fruto del mecanismo tripartita JEP, Comisión de la Verdad y Unidad de Desaparecidos, que, a pesar de los obstáculos, ya ha producido en conjunto más verdades que en cualquier otro proceso de justicia transicional. La fuga de Santrich no impedirá el proceso, solo lo convierte en un prófugo de la justicia como cualquier otro.

Los resultados recientes de los 6 casos macros que hasta ahora ha abierto la JEP no solo la legitiman, sino que la hacen también irreversible. Hoy, más de 2000 miembros de la Fuerza Pública se han acogido voluntariamente a la JEP, así como más de 300 terceros también voluntarios, además de los casos prioritarios ya en marcha que involucran a la cúpula de las Farc, como el que investiga el secuestro. 

El legado de la violencia no se va a terminar en un gobierno, así hicieran un esfuerzo coordinado por lograrlo. Tendrán que pasar varias décadas antes de que Colombia esté en paz. En Sudáfrica, la violencia sexual se disparó al caer el Apartheid, según Moffet unos de sus legados; en Ruanda aún hoy, algunas víctimas Tutsis no sienten que se hizo suficiente, y cada día el gobierno de Kagame, quien “detuvo” el genocidio, se vuelve más autoritario. En Colombia, nuevos estudios sugieren que parte del absentismo político de los colombianos que no votaron por el Plebiscito del 2 de Octubre puede ser una secuela de quienes sufrieron la guerra.

Hay muchos más legados aterradores de la violencia, y muchos tardan generaciones, pero precisamente por eso hay que seguir adelante con la paz. Una manera inmediata de hacerlo es votar pensando bien en quienes elegimos en octubre 2019 y claro, en el 2022.

Profesora de Estudios Internacionales, George Washington University. Investigo temas de conflicto, justicia transicional, construcción de paz y reducción de violencia.