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Ese agrietamiento no tiene una sola causa. Diferentes situaciones han incidido en una historia que tampoco arranca con el Acuerdo.

Al acercarse el segundo aniversario de la firma del Acuerdo con las Farc en el de Teatro Colón, han comenzado a tener mayor visibilidad las verdaderas fisuras de las Farc. Innegable división que ya no se puede seguir ocultando bajo el sofisma de que contarlas afecta el proceso de paz.

Ese fraccionamiento de las Farc ha ido escalando hasta el cruce de cartas entre ex miembros del otrora denominado Secretariado (la máxima dirigencia subversiva), descalificándose mutuamente, entre otros, por la ausencia de liderazgo y suspicaces manejos de recursos.

Ese agrietamiento de las Farc no es unicausal; diferentes situaciones han incidido en una historia que tampoco arranca con el Acuerdo.
 

2008, la incertidumbre y el desconcierto afectan a las Farc

Para 2008, las Farc ya experimentaban un histórico debilitamiento militar que las llevó a replegarse a sus tradicionales zonas campamentarias  para asegurar su supervivencia. Muere además Pedro Antonio Marín, conocido como Manuel Marulanda, quien durante 44 años fue el máximo comandante de las Farc; lo reemplazó Guillermo León Sáenz Vargas  (Alfonso Cano).

La inesperada muerte de Marín y el ascenso de Sáenz producen un giro en el tipo de liderazgo e influencia al interior de las Farc; desapareció el estilo de origen “campesino” y llegó a conducir los destinos de esa guerrilla una persona con un estilo de origen “intelectual”.

Sáenz Vargas, por su formación universitaria como antropólogo, fue reconocido únicamente como el ideólogo del grupo subversivo y no como su comandante total, además de que algunos le cuestionaban su anterior militancia en el M-19.   

Por otro lado, el prolongado liderato de Marín en las Farc logró generar una cohesión  sostenible, con un gran peso simbólico y unos ideales de toma del poder político por las armas, que se desvanecieron tras su muerte. El pesimismo impregnó a gran parte de los guerrilleros, pues muchos consideraban a Marín el “cerebro de las Farc”.    

La Habana acentúa la disconformidad interna en las Farc

Sáenz Vargas tuvo un corto periodo como máximo dirigente de las Farc. Fueron solo 30 meses antes de morir en una operación de la Fuerza Pública, en  noviembre de 2011.

Asumió entonces Rodrigo Londoño Echeverri (Timochenko) y, en un lapso menor a un año, acelera los diálogos con el Gobierno del presidente Santos. Muchos guerrilleros interpretaron ese apresuramiento de Londoño como “un salto al vacío” y el fin del plan estratégico de toma del poder.  

Era evidente entonces que las Farc ya experimentaban una crisis sin precedentes en su historia, sin alternativas militares para ser resuelta. En el campo armado, el grupo insurgente retrocedía con muy pocas opciones de recuperación.

Por otro lado, dentro de las Farc comenzaron a señalarse (en voz baja) responsabilidades y responsables de ese “desastre” militar.

“En La Habana están los políticos, no los que han guerreado en el monte en Colombia”, “aparecen ahora algunos jefes con fusil solo para tomarse la foto”, “los cambios han sido para empeorar”, “todo esto era impensable hace años”, “entre mandos hay ego por protagonismo”; comentarios que entre otros, reflejaban y mostraban el desasosiego casi generalizado del grupo insurgente.

En el 2015, al tercer año de diálogos, en la mesa de negociación se supo que las Farc estaban afectadas por la corrupción y tenían graves problemas de liderazgo tras la muerte de Marín, quien tomaba e imponía decisiones; ahora éstas debían hacerse en consenso.  

En consecuencia las Farc estaban divididas durante los diálogos en La Habana. La dirigencia del grupo guerrillero no tuvo la capacidad de generar, entre todos sus integrantes, un ambiente de unidad en torno al proceso, y la política posacuerdo le acarreó más discrepancias y problemas al grupo insurgente.
 

Economías criminales, el otro motivo de la fragmentación

“Los frentes más ricos que tienen las Farc son justamente los del Bloque Sur, en especial los frentes 48 y Segundo, por la coca. (…) Y los sobrantes del bloque, o una cuota representativa, van para el Secretariado”, escribió Luis Eladio Perez en su libro.

La existencia de esos “frentes ricos” enriquecidos por la coca y los beneficios que el Secretariado recibía de esa economía criminal, demuestran  la progresiva pérdida de los supuestos ideales revolucionarios y la carencia de conducción en la “guerrilla más vieja del mundo”.

Además, ocasionó una aviesa concepción dentro de las Farc sobre la existencia de dos grandes grupos: los privilegiados con el negocio del narcotráfico, incluyendo los miembros del Secretariado, y los marginados con escasos recursos económicos.  

Si bien el narcotráfico y la minería ilegal se convirtieron en los negocios ilícitos de mayor rentabilidad para las Farc, solo el primero se insertó estructuralmente en la organización subversiva. Como dijo un entonces guerrillero en 2013: “el narcotráfico afectó a las Farc, lo del pueblo se fue dejando de lado”.

En ese escenario de agudas discordancias y ruptura, entre las disidencias se ha planteado la reorganización de las “verdaderas” Farc-Ep, en medio de señalamientos y sentimientos de traición.

Esto podría estar gestando el inicio de un enfrentamiento a mayor escala, incluyendo “incidentes armados” que llevarán al aumento de la violencia en varias regiones del país, por lo que sería un nuevo conflicto entre las Farc desmovilizadas y las Farc disidentes; sin desconocer que el ELN y el EPL también se involucrarían por razones de control territorial.

La manifiesta pugna de ex miembros del Secretariado crea además un panorama crítico, entre otros, por el suspicaz comportamiento de Luciano Marín Arango (Iván Márquez) quien abandonó el Espacio Territorial, demostrando un inconformismo que lo puede llevar a apropiarse de las disidencias para “reorganizar las verdaderas Farc Ep”.

No obstante, para Marín no será fácil convencer a la totalidad de las disidencias de un auténtico liderazgo, por ser visto como quien negoció el futuro de las Farc en La Habana.

Además, tendría que romper los vínculos de las Farc disidentes con el narcotráfico, aspecto que no es posible por la manera en que el negocio ilícito se convirtió en su modus vivendi.

Por otro lado, las Farc disidentes tendrían que reconstruir su fundamento ideológico, para volver a darle la connotación de movimiento revolucionario, y “retomar las banderas” de su origen como grupo insurgente. Un proceso que sería dispendioso por la incredulidad, la desconfianza interna y la participación activa del grupo disidente en el narcotráfico.  

Brigadier General de la Reserva Activa, tras una carrera de más de 30 años como oficial de la Policía Nacional de Colombia, donde entre otros cargos, dirigió la Dirección de Inteligencia Policial -DIPOL-. Estudios de Magister en Estupefacientes de la Universidad Católica de Salta y de la Gendarmería...