2016-10-10-photo-00001516.jpeg

Más allá de lo anecdótico, este hecho nos conduce a la pregunta sobre qué es lo que simboliza el Che Guevara hoy.

Caminábamos en la marcha de las flores a paso lento rumbo a la Plaza de Bolívar cuando escuché a un par de jóvenes conversar. La una le decía a la otra: –A mí me gusta marchar pero me mama cuando empiezan a sacar las banderas del Che Guevara-.

Por esos días, coincidencialmente, un estudiante de la Nacional recurrió a las vías de hecho para borrar de la plaza principal de la Universidad la emblemática figura del Che Guevara que ha estado allí desde 1976 cuando por las mismas vías decapitaron la estatua de Francisco de Paula Santander. Las reacciones que despertó esta transgresión simbólica resultan de lo más interesante para comprender la actualidad del movimiento estudiantil.

Más allá de lo anecdótico, este hecho nos conduce a la pregunta sobre qué es lo que simboliza el Che Guevara hoy. Para algunos, esta figura encarna, hoy y siempre, el reconocimiento de la injusticia social histórica en Latinoamérica, la empatía con los grupos más desfavorecidos, la esperanza de una revolución radical, la convicción en la necesidad de la lucha armada y la disposición a luchar hasta el final.  

Para otros, en cambio, el Che es una figura que justamente facilita estigmatizar los ideales de la izquierda con la lucha guerrillera y que podría significar, más bien, la incapacidad de la izquierda Latinoamericana de renovar sus discursos, sus héroes, sus liderazgos, sus símbolos.

Para estos, en un momento como el que vive Colombia, en el que está a punto de lograrse la dejación de armas de la guerrilla más antigua del continente y su transformación a un movimiento político, a la vez que se formaliza el inicio de los diálogos con el ELN, la segunda guerrilla más grande del país, ya no tiene sentido tener un guerrillero extranjero dando su nombre a la plaza más importante de la principal universidad del país.

Una nueva generación

La marcha del 12 de Octubre de 2016, la Marcha de las Flores, reunió a más de 50 mil colombianos provenientes de todas las regiones del país, muchos de ellos víctimas y representantes de comunidades indígenas, sindicalistas, miembros del partido comunista, del M-19, de las universidades públicas, pero también grupos organizados de estudiantes de universidades privadas, y miles de jóvenes y adultos no organizados o en proceso de organizarse que simplemente convergen en el anhelo de un país distinto: con justicia social, diverso y sin violencia.

A diferencia de lo que ya han empezado a difundir sectores de la oposición, quienes afirman que las marchas han sido promovidas por las Farc, las movilizaciones del 5, el 12 y el 20 de octubre han convocado masivamente al voto de opinión urbano y al centro, además de la izquierda.

Un líder indígena decía desde la tarima instalada frente a la Casa de Nariño que hace 18 años era imposible imaginarse una escena así, en la que más de 7 mil indígenas fueran recibidos en calle de honor, con flores blancas, por tantos miles de bogotanos. Porque entonces no les importaba. Es cierto, tal vez los más de 50 años de conflicto entre el estado y las guerrillas ha significado, irónicamente, un obstáculo para los ideales de izquierda.

Después de la victoria del NO en el plebiscito, miles de personas en las ciudades “salieron del clóset” político, a defender ideales que hasta entonces han sido la lucha permanente de las izquierdas colombianas: el reconocimiento de la responsabilidad del Estado en el surgimiento y prolongación del conflicto por tanto tiempo debido a la exclusión sistemática de ciertas regiones y comunidades, la urgencia de enriquecer nuestra débil y limitada democracia a través de la participación ciudadana y política, la necesidad de fortalecer los derechos de propiedad en las áreas rurales y modernizar la capacidad del estado de garantizar su cumplimiento, el empoderamiento de los gobiernos locales, la reparación de las víctimas, entre otros.

A diferencia de las ambiciosas reformas políticas y económicas perseguidas por el guevarismo y las guerrillas tradicionales, estas demandas no tienen nada de revolucionario, ni de izquierdista. Más bien se limitan a la paulatina modernización del estado, a un progresivo incremento de la autonomía de los gobiernos y comunidades locales, a una extensión de la ciudadanía (con sus derechos y deberes) a millones de colombianos que en la práctica no la han experimentado.

Es probable que estemos atendiendo al surgimiento de una nueva fuerza política urbana. Una quizás bastante moderada, que no cuestiona el modelo económico, ni el régimen militar, menos ambiciosa y radicalmente pacifista. Claramente el Ché Guevara no es el símbolo de esta generación que se está tomando las calles y las plazas semana tras semana para ejercer presión política por un pronto acuerdo.

Sin embargo, tal vez aún no ha llegado la hora de borrar al Ché, ni de las paredes de la Nacional, ni de las banderas de las marchas, porque mientras persista la incertidumbre frente al acuerdo actual, mientras las reformas mínimas que este implica se vean borrosas y nubladas, mientras la democracia no sea un compromiso permanente del estado y de la sociedad civil, mientras las expectativas de cambio sean defraudadas, mientras la posibilidad del retorno del conflicto esté latente, habrá espacio para las ideas radicales y en algún lugar habrá un altar para el Ché.

La moderación de las posturas y la posibilidad de que, en efecto, la única arma para defender las ideas sea la palabra, depende del resultado de un juego en el que cada parte, en su turno, va contribuyendo a fortalecer la democracia: la guerrilla, el gobierno, la sociedad civil, la oposición. En el momento en que alguien deja de cooperar se rompe la confianza y se fortalecen los extremos. Por eso cada vez que un proceso de paz fracasa, el Ché Guevara queda más vivo que nunca.   

Es directora de investigación en Sensata.io. Estudió filosofía y una especialización en organizaciones, responsabilidad social y desarrollo en la Universidad de los Andes y tiene una maestría en gestión organizacional pública y sin ánimo de lucro de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Osnabrück....